Año de publicación: 2015
Valoración: está bien
Hace no mucho tiempo, un servidor reseñó en este bienaventurado blog Golpes de gracia, una novela que trata sobre las figuras paralelas y la consiguiente rivalidad -aunque relativa- de dos boxeadores vascos de los años 30, Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga. Curiosamente, por esos días me enteré de la existencia de esta otra novela, Yo soy el Otro, que aborda un asunto parecido, aunque circunscrito en este caso al mundo del toreo. Y además, no sólo cuenta la historia de una rivalidad, sino que, aún más allá, la de un caso pasmoso de un doble o doppelgänger (en alemán estas cosas suenan mejor). Porque esta novela -biografía novelada, más bien- trata de las andanzas, allá por los años 60, del torero jienense José Sáez Fernández, llamado en los ruedo El Otro precisamente por parecerse, por suerte o por desgracia, como una gota de agua a otra al diestro más célebre de aquellos años, y no sólo entre los aficionados taurinos, Manuel Benítez, el Cordobés (la fotografía de la cubierta del libro lo atestigua). Sáez, más joven que el Cordobés, comenzó sus andadura de novillero cuando éste llegaba a la cúspide de su fama, por lo que, quizá mal aconsejado por un apoderado poco escrupuloso, trató de hacer carrera aprovechando el parecido y jugando de forma ambigua a la confusión.
Digamos que, no obstante las buenas hechuras del morlaco que da origen a la novela y el indudable oficio de su autora, la faena no acaba de cuajar; por seguir con el símil taurino, hay unos cuantos muletazos vistosos, pero sin continuidad y que no llegan a transmitir hondura, aunque lo intenten; la escritora no consigue llevarse la historia a sus terrenos, creo, y, a la hora de entrar a matar, no diré que pinche en hueso, pero el resultado es media estocada y descabello. Aplausos del respetable, pero sin petición de orejas ni mucho menos rabo... (para tranquilidad de los lectores más refractarios a la tauromaquia, aviso que éste no es para nada el tono de la novela; de hecho, apenas se mete en cuestiones de la lidia en sí y se desarrolla más bien en los ambientes aledaños a ésta).
He de aclarar que en absoluto se trata de que la escritura de Vías Mahou carezca de calidad; bien al contrario, la novela cae a veces en lo que podríamos llamar "un exceso de literatura"; esto es, cierta abundancia en el estilo y, sobre todo, una evidente querencia por las muchas posibilidades del léxico -y, lo que es más peligroso aún, por los sinónimos-, que enriquecen de una forma tal vez excesiva una narración cuyo cuerpo, por desgracia, no deja de estar constituído por una serie de anécdotas más o menos resultonas: cuando el Otro conoció al "Uno" (por decirlo así); cuando se hizo pasar por él ante su peña de cierto pueblo; cuando fue en helicóptero a la plaza de toros de otro... Tan sólo en la última parte de la novela se explora con un poco más de ahínco lo que parecía ser el tema central de la historia que se nos narra: la mareante constatación de la existencia de un doppelgänger -más interesante aún, puesto que se cuenta desde el punto de vista del doble-; la reversibilidad de los conceptos de éxito y fracaso; la búsqueda de la propia identidad, más allá de lo que la Naturaleza y el ambiente parecen haber reservado para cada uno...
El resultado es como una de esas chaquetillas de torero de las que se habla en la novela: deslumbrantes, bordadas con hilos de oro y seda, recamadas con cristales brillantes, pero que mantienen la rigidez de su estructura con un relleno de cartón o borra... Aunque, para ser justos, hay que decir que la sobrevitaminación del estilo y, sobre todo, del léxico, también conlleva una par de efectos positivos sobre la novela: por un lado, proporciona a la narración una sensorialidad -e incluso sensualidad, en ocasiones- que le resulta de lo más adecuada; por otro, el gusto por emplear el lenguaje de la época del desarrollismo franquista permite que la ambientación de la historia cincuenta años atrás -lo que conlleva su dificultad- se consiga de una manera fácil y poco artificiosa. Por último, también hay que reconocer que quizás la autora no pudo tejer otra cosa, con los mimbres de que disponía. Pero el lector (este lector, al menos) no puede tampoco dejar de lamentar que la novela se haya decidido por los derroteros de la fidelidad a la biografía del bueno de José Sáez, en vez de utilizarla como trampolín para una ficción más desatada que, pienso yo, le habría abierto un mayor número de posibilidades a la narración, a costa, eso sí, de tergiversar la verdad o incluso inventársela, directamente. Pero en eso está la gracia, ¿no?
Digamos que, no obstante las buenas hechuras del morlaco que da origen a la novela y el indudable oficio de su autora, la faena no acaba de cuajar; por seguir con el símil taurino, hay unos cuantos muletazos vistosos, pero sin continuidad y que no llegan a transmitir hondura, aunque lo intenten; la escritora no consigue llevarse la historia a sus terrenos, creo, y, a la hora de entrar a matar, no diré que pinche en hueso, pero el resultado es media estocada y descabello. Aplausos del respetable, pero sin petición de orejas ni mucho menos rabo... (para tranquilidad de los lectores más refractarios a la tauromaquia, aviso que éste no es para nada el tono de la novela; de hecho, apenas se mete en cuestiones de la lidia en sí y se desarrolla más bien en los ambientes aledaños a ésta).
He de aclarar que en absoluto se trata de que la escritura de Vías Mahou carezca de calidad; bien al contrario, la novela cae a veces en lo que podríamos llamar "un exceso de literatura"; esto es, cierta abundancia en el estilo y, sobre todo, una evidente querencia por las muchas posibilidades del léxico -y, lo que es más peligroso aún, por los sinónimos-, que enriquecen de una forma tal vez excesiva una narración cuyo cuerpo, por desgracia, no deja de estar constituído por una serie de anécdotas más o menos resultonas: cuando el Otro conoció al "Uno" (por decirlo así); cuando se hizo pasar por él ante su peña de cierto pueblo; cuando fue en helicóptero a la plaza de toros de otro... Tan sólo en la última parte de la novela se explora con un poco más de ahínco lo que parecía ser el tema central de la historia que se nos narra: la mareante constatación de la existencia de un doppelgänger -más interesante aún, puesto que se cuenta desde el punto de vista del doble-; la reversibilidad de los conceptos de éxito y fracaso; la búsqueda de la propia identidad, más allá de lo que la Naturaleza y el ambiente parecen haber reservado para cada uno...
El resultado es como una de esas chaquetillas de torero de las que se habla en la novela: deslumbrantes, bordadas con hilos de oro y seda, recamadas con cristales brillantes, pero que mantienen la rigidez de su estructura con un relleno de cartón o borra... Aunque, para ser justos, hay que decir que la sobrevitaminación del estilo y, sobre todo, del léxico, también conlleva una par de efectos positivos sobre la novela: por un lado, proporciona a la narración una sensorialidad -e incluso sensualidad, en ocasiones- que le resulta de lo más adecuada; por otro, el gusto por emplear el lenguaje de la época del desarrollismo franquista permite que la ambientación de la historia cincuenta años atrás -lo que conlleva su dificultad- se consiga de una manera fácil y poco artificiosa. Por último, también hay que reconocer que quizás la autora no pudo tejer otra cosa, con los mimbres de que disponía. Pero el lector (este lector, al menos) no puede tampoco dejar de lamentar que la novela se haya decidido por los derroteros de la fidelidad a la biografía del bueno de José Sáez, en vez de utilizarla como trampolín para una ficción más desatada que, pienso yo, le habría abierto un mayor número de posibilidades a la narración, a costa, eso sí, de tergiversar la verdad o incluso inventársela, directamente. Pero en eso está la gracia, ¿no?
¡Hola a todos!
ResponderEliminarGeneralmente, los libros de este tipo, y me vienen a la memoria ¡cómo no! los libros de Carrere, a poco que estén bien traídas suelen ser del agrado del público. Ahora bien, para que peguen el pelotazo, como acertadamente, se apunta en la críatica, deben contener ciertos episodios que vayan más allá de la realidad, que les confieran su impronta de novela. Si hace falta hasta estrepitosamente.
El blog lo conocía desde hace mucho, pero ahora lo frecuento más, porque me parece que tiende a abandonar, progresivamente, la línea del "buenismo" que, a mi juicio, tanto le venía a perjudicar.
Y esto es lo que yo opino.
Hola, Julian:
ResponderEliminarSobre el primer punto que tocas, no te falta razón...en este caso, con todo el interés que puede tener el personaje, El Otro no es Limónov, precisamente. Y la novela, tampoco...
Sobre el asunto de nuestro abandono del "buenismo"... pues no se qué decirte; yo, particularmente, me sigo viendo, al menos, como una hermana de la Caridad Cristiana, aunque es cierto que estoy tratando de ajustar un poco mejor mis valoraciones. Pero precisamente por eso, cuando digo que un libro "está bien", como es el caso, quiero decir eso: que pese a todas las matizaciones que hago en la reseña, en conjunto me parece que está bien.
Gracias por el comentario y por frecuentarnos.
Yo soy otro...u otros.
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