Idioma original: español
Año de publicación: 2002, 2009 para esta edición con correcciones
Valoración: bastante recomendable
La Primera Aclaración Preliminar: cuando propuse a los amos de todo esto lo de montar la TochoWeek, uno de mis objetivos era encontrar un pretexto para dejar de aplazar la lectura de esta novela. Cuestión que se agudizó con su reedición. No soporto ser tomado por oportunista.
La Segunda Aclaración Preliminar: esta edición que veis (la foto es de la deterioriada copia que ha pasado algún lustro que otro en mi estantería esperando su turno) ilustrando esta reseña es la de Destino. La que he leído, que es casi inencontrable. Ahí la tenéis, en Amazon a 400 euros. Yisus. Anagrama, supongo que por influencia de Silvia Sesé (anteriormente en Destino), la ha reeditado, añadiéndole prólogos y epílogos de algunos rendidos escritores barceloneses, y contribuye a engrandecer el mito de esta novela, en realidad una trilogía, casi 1200 intimidadoras páginas que son descritas (no unánimemente, la novela se llevó algún que otro palo en su día) como la Gran Novela de Barcelona, o de la Transición, o de lo que sea. Títulos que, alguno de ellos, ya habían sido otorgados a novelas de Mendoza o de Marsé. Pero (y perdonad la frivolidad, que creo que Casavella hubiera entendido) el hombre va y se nos muere. En 2008, 45 años y la flor de la vida. Muere un hombre y nace un mito. Qué gran titular, verdad. Y El día del Watusi se yergue como obra cumbre y las cosas toman ese cariz épico en el que hasta las notas disonantes son agradecidas como excepciones a la regla que es, ahora sí, la unanimidad. Y entonces qué tentador resulta dejarse llevar por ese escenario y mostrarse magnánimo, entusiasta. Así lo ponemos sencillo a quienes nos pueden hacer capturas de pantalla y recriminarnos nuestras concesiones , y nosotros nos defenderemos con nuestras excusas más socorridas. Que es más fácil encontrar cagarrutas, que de eso hay a patadas. O que los muertos no pueden defenderse y ese mínimo de elegancia lo tenemos, aunque quede tan poco moderno hacer alarde. En fin, tan lícito es hacer que la gente se aleje de malos libros como intentar que se acerque a los buenos.
A El día del Watusi puede que le sobren páginas. Pero no me preguntéis cuántas ni dónde. Porque puede que os diga cada día una cosa. Porque puede ser una (o tres) novela(s) imperfecta(s). O un artefacto donde la forma (presentada en la guisa de una escritura perfecta, depurada, impecable detrás de un perfume acanallado) puede que en momentos eclipse (hasta devore) un fondo que, a veces, no muchas, parece un pretexto, como un soporte cuyo única finalidad es que se le cuelguen ornamentos.
La historia detrás de esta Trilogía, empaquetada de forma espartana, parte del asesinato de Julia, joven hija de Celso, líder de la delincuencia local de un barrio barcelonés, Las Casitas, situado en Montjuïc, fea y roma montaña que se asoma al puerto, montaña que albergaba hace lustros un parque de atracciones que cerró y que aún alberga barrios curiosos. En la otra montaña emblemática de Barcelona, en ese Tibidabo que acabó dando nombre a alguna turbia compañía, allí encontramos en 1995 a Fernando Atienza, antihéroe y superviviente de mil batallas que recibe, de rostro anónimo, un peculiar encargo. Redactar un informe, sobre un tal Neyra, para un empresario que se encuentra encarcelado, por unos millones especulados, por algún malentendido de corruptelas, ya se sabe. Allá arriba, con la excelente vista de la ciudad a los pies, cualquiera aceptaría cualquier cosa. A cambio de dinero, aún más. Y Atienza empieza su relato, que abarcará tres novelas, aludiendo a aquel lejano día, 15 de agosto de 1971, en que recorrió la ciudad junto a Pepito El Yeyé para advertir al Watusi, celebridad local, de que se le culpaba de la muerte de Julia. Adolescentes de barriada cuyo sentido del deber surge de extraños códigos de honor, y un día que marca su existencia. Un día que arrastrará como motivo recurrente en las tres novelas, aunque solamente constituye el centro de la primera. La segunda, unos años después, nos muestra a Fernando en medio de las intrigas políticas que se sucedieron en los años inmediatos a la muerte de Franco, trabajando como chico para todo para un banco, metiéndose casi sin querer en la formación de una estrafalaria formación política promovida a toda prisa por una serie de prohombres apurados ante la posibilidad de que el establecimiento de las instituciones "democráticas" los aleje de sus prebendas. Todo el recorrido, casi 1.200 páginas, relato de Atienza, con sus historias con las mujeres, casi siempre envueltas de talante trágico, con su consistente paquete de personajes y escenas memorables, en las que su evocación del día del Watusi regresa y toma el poder, como un misterio desentrañable y como un hecho que es a la vez agujero negro y faro que ilumina. Cerca del final (unas nada desdeñables cien páginas finales) Casavella se nos enreda en una maraña de digresiones que, poco a poco y, no siempre con la coherencia exigible a un arquitecto de tramas, van resolviendo los enigmas. Os recuerdo: la forma aquí se impone, y aunque El día del Watusi no pueda ser tildado de ejercicio esteticista, sí que es, y creo que esto representa un gran colofón a la TochoWeek, un caso emblemático de novela de gran extensión: irregular, ambiciosa, difícil y exigente con el lector. Como obra de culto que se precie, dispondrá de admiradores rendidos y de detractores desde el escepticismo o incluso desde la heterodoxia. Yo prefiero confesar haberme quedado en un tibio medio camino, y que la posibilidad de una relectura ahora mismo me asusta sobremanera, así que lo dejo ahí, en ese bastante recomendable, que es una opinión tanto producto del promedio entre sus picos y sus valles como de pura justicia literaria. Que, a estas alturas, aquí, vamos a creer poder administrar. Sin esperar a que nos den permiso.
También de Francisco Casavella en ULAD: Elevación, elegancia y entusiasmo
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Buf, yo hace poco leí Lo que sé de los vampiros y casi me da un mal.
ResponderEliminarY ojo, aprecio mucho la manera en que estaba escrita. Pero no, le sobraban paladas de páginas. El día del Watusi siempre me había llamado la atención, pero de momento tendrá que esperar...hasta que se me pase.
De momento he leído las dos primeras partes y tengo una opinión ambigua, porque son bastante desiguales. La primera es una novela picaresca maravillosa, en la que a pesar del estilo un tanto barroco creo que no sobra nada. En cambio, en la segunda sí sobran "paladas de páginas", como dice el anónimo, y quizás de personajes y situaciones también: parece que se complica demasiado y es difícil ver a dónde quiere llegar Casavella. Aún no me he puesto con la tercera porque me quedó una sensación agridulce y me da miedo que no cierre bien la trilogía. Por cierto, en mi blog comenté las dos primeras, os dejo el link por si a alguien le interesa (si sobra el autobombo, pido disculpas y eliminadlo sin más problemas): http://demimerio.blogspot.com/search/label/Francisco%20Casavella
ResponderEliminarYo abordé la lectura de "El día del Watusi" con muchas ganas y, sin embargo, la impresión final no fue enteramente positiva, no sabría decir si porque me resultó demasiado larga, demasiado densa en ocasiones... "Lo que sé de los vampiros" me pareció -y perdonad la sinceridad- un auténtico mojón.
ResponderEliminarOye se nota que sabes de blog asique puedes meterte en el mio para poder comentarlo y haber si me puedes aconsejer algo para la curacion de contenido
ResponderEliminarGracias por recordar a Francisco Casavella, ausente demasiado pronto.
ResponderEliminarNos quedan sus libros y espero sus lecturas, como lo que aquí acontece con El día del Watusi.
Imma
Gracias por los comentarios. Que parecen representar esa irregularidad de que hablamos, por cierto.
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