Título original: La vie devant
soi
Traducción: Ana Mª de la Fuente
Año de publicación: 1975
Valoración: Recomendable
Émile Ajar
es el heterónimo que usó Romain
Gary/Roman Kacew (1914-1980), judío lituano, nacionalizado francés, hombre
polifacético y con una vida muy intensa: piloto durante la segunda guerra
mundial, diplomático, guionista de cine, además de escritor. Estuvo casado con
la actriz Jean Seberg (À bout de souffle, de Godard), y se suicidó en
París en 1980 poco tiempo después de que ella también se quitara la vida. Para
los interesados en la historia de Gary hay una biografía de Myriam Anissimov,
de 2004: Romain Gary, le caméleon).
Con La vida ante sí Ajar/Gary ganó por segunda vez el
Premio Goncourt, cosa que legalmente impiden las bases del premio. La autoría no se desveló hasta después de su muerte y sirvió al autor para
tomar distancia de esos críticos que lo habían rechazado como Gary pero que se mostraban entusiasmados por el
nuevo descubrimiento literario.
Momo (Mohamed), un niño musulmán, que cree
tener diez años (en realidad, 14), y que apenas conoció a sus padres, vive con
Madame Rosa, una anciana judía, superviviente de Auschwitz, en un sexto piso
sin ascensor del barrio de Belleville en París. Lo comparte con otros niños,
Banania, Moïse, hijos de prostitutas que pagaban a la señora Rosa para que los
mantuviera. Con el único calor de Arthur, un muñeco-fetiche que se fabrica con
un paraguas, y el de la señora Rosa, Momo se va a volcar en el cuidado de la
madame cuando ésta empieza a deteriorarse con la vejez, y la acompañará hasta
su muerte. Junto a él otros vecinos del barrio: Monsieur Hamil, un árabe ciego
apasionado por Víctor Hugo y el Corán, Madame Lola, un travesti senegalés,
Monsieur N'Da Amédée, proxeneta de Nigeria...mostrarán su solidaridad con Rosa
y la ayudarán no solo económicamente. Solo Nadine, y su familia, dedicada al
mundo del cine, y que acogen finalmente a Momo, no pertenecen a ese mundo.
En la novela se plantean dos temas fundamentales: la mirada desde -y hacia- la marginalidad,
que conlleva necesariamente una crítica social, y la relación de cariño entre
el niño y la anciana: generaciones y culturas distintas. También se tratan
otros subtemas como el de la vejez, la enfermedad y la eutanasia, la
convivencia entre distintas culturas y religiones, el concepto de familia, la
solidaridad...
Está contada por un narrador en primera persona, Momo, con
un lenguaje sencillo, con
coloquialismos y algunas construcciones incorrectas, que tratan de reflejar la
forma de hablar del niño (quizás no se aprecia igual en la traducción).
La obra es interesante por esa mirada que
presenta, a la vez ingenua y políticamente incorrecta, sobre el mundo que nos
rodea, con un protagonista provocador y rebelde:
"Cuando
tenga mayoría de edad legal es posible que me haga terrorista para el secuestro
de aviones con rehenes como en la tele..."
-"Mientras corría entre los coches
para meterles miedo, porque a nadie le gusta atropellar a un niño...me sentía
importante al pensar que podía darles miedo"
pero, a la vez, capaz de darlo todo
por esa anciana, "gorda y fea", que lo había cuidado desde pequeño:
-"Creo
que tenía razón el señor Hamil cuando todavía tenía toda su cabeza y decía que
no se puede vivir sin alguien a quien querer, pero no les prometo nada. Ya
veremos. Yo quería a la señora Rosa..."
El autor se centra en ese París de la marginalidad, desconocido
para la mayoría, y que en los años 70 se situaba en Belleville, reconvertido
actualmente en un barrio popular, con muchos restaurantes y población asiática,
y con presencia cada vez más de la clase media, siendo ahora Saint-Denis o Clichy sous bois, en la
periferia ("banlieue") de París, los que concentran una población más
desarraigada y marginal.
A pesar de todo, el mensaje que
transmite el autor no es de desesperanza, pues nos muestra un mundo solidario en dos niveles: el que
representan los vecinos y amigos de Madame Rosa, a pesar de las diferencias
culturales y religiosas, y el de Nadine y su familia, con la acogida de Momo.
Cuarenta años después de la
publicación de la novela, y con la experiencia de nuestra historia reciente,
podríamos plantearnos si no es, desgraciadamente, ¿una visión ingenua? de la condición humana la que nos plantea La vida ante sí.
Firmado: Wincell
Del mismo autor: Lady L.
Uno de los factores tal vez influyó en que su valoración de este estupendo libro —que tuve la suerte de leer y disfrutar en su versión original en francés— no llegara a "muy recomendable", es la deficiente versión al español, que ya de partida queda de manifiesto cuando la traductora opta por llamar a la protagonista "la señora Rosa", en lugar de "madame Rosa", con todas las múltiples connotaciones que posee la palabra "madame" (a la vez gran dama y prostituta), las cuales se aprecian en el personaje. Una verdadera lástima.
ResponderEliminarGracias por tu reseña. Es un libro estupendo, que desde luego, yo también disfruté. Aprovecho para recomendar otro libro apasionante de un autor argelino, que descubrí hace unos meses: "Mersault, caso revisado", de Kamel Daoud, y viene a ser una reelaboración de El extranjero" de Camús.
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