Título original: Die Verwirrungen des Zöglings Törless
Año de publicación: 1906
Valoración:
Imprescindible
En
los convulsos comienzos del siglo pasado, el idioma filosófico por excelencia alumbró
esta pequeña joya, primera obra de una fecunda y personalísima carrera que
entrelaza ficción con pensamiento. Se sitúa en la tradición de la novela
iniciática, probablemente inspirado por Las
desventuras del joven Wherter de Goethe –a quien cita como una de los
autores que se estudian en la institución de referencia– aunque con un
argumento menos convencional y una resolución bastante menos trágica. También he
creído encontrar huellas suyas en el Demian
de Hesse, Jakob von Gunten de Walser,
La ciudad y los perros e, incluso en El guardián entre el centeno.
Musil
nos sumerge en un mundo sórdido y asfixiante, el de una academia militar donde la
tragedia (de poca monta) se va urdiendo lenta e inexorablemente hasta atrapar en
sus angustiosas redes tanto a personajes como a lector. A la creciente tensión se
añade el morbo que domina el núcleo del argumento. Resuelto, eso sí, con la
mayor de las contenciones; un procedimiento que, sospecho, resulta más inquietante
aún.
Pero
la trama acepta más de una lectura: al margen de la anécdota, tan creíble como perfectamente
desarrollada, se puede interpretar como metáfora de lo que sucede en el
interior de sociedades e individuos. Contiene además todos los elementos que
definen al ser humano, cuyo germen aparece en la adolescencia y de cuya
resolución en uno u otro sentido depende el tipo de personalidad que se acaba construyendo.
En páginas previas al desenlace, en una especie de anticipación del futuro que
el autor tiene a bien regalarnos, podemos vislumbrar el adulto en que años más
tarde se verá convertido el protagonista.
Su
personaje, literalmente hablando, no sale demasiado bien parado de la prueba a
que se ve sometido, pero su papel, como espectador de excepción en un complot de
humillación y dominio, va mucho más allá. Se trata del testigo que, además de
observar, extrae consecuencias. Filosóficas y morales, fundamentalmente. Su
personalidad, interesada por la ciencia, contrasta con la deriva mística de su
oponente, el materialismo enfrentado a una espiritualidad cruel. Puede que el
mayor acierto de la novela consista en que, a pesar de plantear cuestiones éticas
como el abuso, la delación y sus derivados, no presenta moraleja ninguna. No
hay castigo para los culpables, ni compasión por la víctima, ni apoyo a la
torturada mente de Törless. Este comienza sugiriendo a sus compañeros la
solución más sensata, pero luego pierde el rumbo, se sume en divagaciones que
le conducen a buscar en sí mismo la esencia de las cosas sin apenas un intento
de ayuda a la víctima. Lo que importa aquí son sus interrogantes. Por lo demás,
el camino estaba claro y Bassani –el torpe y cobarde Bassani– podría haberse
librado de sus torturadores con relativa facilidad.
También de Musil: El hombre sin atributos
También de Musil: El hombre sin atributos
Recuerdo haber leído hace unos años "El hombre sin atributos". Me gusto mucho. Así que éste queda apuntado para el futuro.
ResponderEliminarMenuda generación esta de Musil, Roth, Zweig y compañía!
Törless es mi bildunsroman preferida
ResponderEliminarExcelente,pero no de fácil lectura. La cuestión moral corre por cuenta del lector y esto le agrega vigencia.
ResponderEliminarCon este libro me pasa algo raro. Cuando lo leí no me gustó, no sé, me pareció frío, no me interesó la historia ni los personajes. Pero con el tiempo, el recuerdo que guardo de él ha ido mejorando, hasta el punto de merecer quizá una segunda lectura.
ResponderEliminarEstupenda la reseña, Montuenga. Y por cierto, es curiosa la cantidad de lecturas en las que coincidimos.
Saludos.
Pues espero, Kim Jong Nam, que no te decepcione este. A algunos el tema les molesta, aviso.
ResponderEliminarAnna y Dr, Fabián, gracias y me alegro que estemos de acuerdo.
Carlos, es su aspecto metafórico y los planteamientos morales, así como la delicadeza en su tratamiento, lo que. en mi opinión, presta categoría a la novela. Quizá te ocurrió eso porque, en un principio, nos solemos quedar con la temática y, en este caso, no es tan importante. No me había fijado todavía en los de nuestros gustos comunes, Por un lado, celebro que coincidamos aunque espero que nos acompañe la suerte y nos pisemos poquísimas reseñas (o ninguna, a ser posible) :) Saludos
No soy de dejar libros sin terminar, pero a éste lo abandoné convencido y sin culpa.
ResponderEliminarHola Anónimo. El abandono es una opción muy sana en algunos casos. Ya advierto, tanto en la reseña como en los comentarios, que el tema puede disuadir a algunos lectores. Yo, desde luego, no me lo esperaba, acababa de leer Jill (reseñado el 21 de este), con el mismo escenario pero mucho más reciente, y en él no aparece nada de eso.
ResponderEliminarPero cuando me di cuenta de qué iba supe, por la fecha en que se escribió, que se tenía que limitar a generalidades, otra cosa hubiese sido impensable entonces. Mira, los lectores (y espectadores) de estos tiempos nos hemos acostumbrado a los explícito, cuando vemos una alusión a algo sabemos lo que nos espera. Pero los principios del s. XX eran otro mundo. Lo que importa aquí -como vengo repitiendo- no es el asunto que trata, eso no es más que un pretexto para hablar de crueldad y dominación. La novela, pues, no hay que tomársela de forma literal sino en un sentido más metafórico.
No olvidemos que se trata de un clásico de primera categoría. Por eso, si a alguien le pasa lo mismo, le aconsejo que no lo abandone a la primera, que avance un poco más a ver si consigue sumergirse en el argumento.
Estoy leyendo este libro, y no logro engancharme. Demasiadas comparaciones, para mí forzadas algunas, y una trama que cuando parece cobrar forma, se deshilacha. Leí a Zweig y Rith, pero -al menos en este libro- Musil no les llega ni a los tobillos.
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