Título original: Train Dreams. A novella.
Año de publicación: 2002
Traducción: Javier Calvo
Valoración: recomendable
Se acaba 2015. Se acercan esas cosas que tanto (nos) gustan a algunos y tanto hastían a (algunos) otros. Las listas. Cuestión que induce a una cierta recapitulación. Aparte de la consabida perorata auto inculpatoria. Cómo voy a osar decidir cuáles son los libros del año si no los he leído todos. ¿Está el auténtico mejor libro de 2015 en el cajón de saldos de alguna gran superficie esperando a ser descubierto y a qué se haga justicia?
Sueños de trenes es de 2015 solo en lo concerniente a su disponibilidad en español. Pero ha sido recibido (a principios de año, cuando se publicó) con algún superlativo. De firmas fiables. Una joya literaria. Reconoced que, a principios de diciembre y con una muy asequible extensión que no llega a las 150 páginas, hablamos de una tentación muy poderosa.
Es domingo y el sol matinal barcelonés, entre nubes que no parecen ir a ser otra cosa que un filtro difusor de luz, invita a una lectura pausada. Sueños de trenes es una de esas novelas que justifica eso del namedropping: las referencias se acumulan y uno tiene que informarse y ordenarse, aunque sea para evitar juicios precipitados. Algunas de esas referencias son anteriores y algunas son posteriores, y sería injusto especular. Pero sí puede servir para definir sectores de interés: el McCarthy de Meridiano de sangre, el Williams de Stoner, pero también el de Butcher's Crossing, y claro, los tótems seguros y fiables de referirse a lo sureño. Aunque me da a mí que aquí pesa más Caldwell que Faulkner.
No corráis aún hacia la tienda, por eso.
Porque la historia de Robert Grainier tiene interés y Johnson sabe contarla con eficacia. Pero eso no basta para que Sueños de trenes supere todas las novelas que parten de premisas parecidas. Las de la historia del hombre vulgar, del norteamericano anónimo de primeros del siglo XXI que contribuye a la creación de la gran nación, la del hombre que supera todos los golpes del destino y transcurre por este valle de lágrimas dejando tras de sí un rastro casi indeleble e imperceptible, pero en el que lucen las palabras dignidad, dignidad y dignidad. Si es Tom Joad o es Stoner o es este Grainier casi que lo va a decir la masa lectora y el paso del tiempo. Grainier es uno de los hombres que construye la línea férrea, allí en el norte, cerca de Canadá y entre montañas. El capítulo inicial, casi una mera puesta en escena, nos lo sitúa entre una turba de patanes, a punto de participar en el linchamiento de un chino por un asunto de poca monta. Lo que puede ser una tragedia acaba siendo un mero divertimento, y entonces nos sumergimos en una historia que, y este es su punto flaco, no acaba de decidirse en un sentido u otro. Porque Johnson se nos dispersa, y los escasos capítulos no permiten abarcar todos los caminos que la novela apunta, que pueden ser lo social, lo político, lo humano y hasta lo fantástico. Grainier pierde a Gladys, su mujer, y a Kate, su hija, víctimas de un absurdo incendio que arrasa el valle en el que viven. Valle en el que subsisten miembros de una tribu india, y que alberga a los típicos poblados que se establecen y progresan a la sombra del florecer de una industria (en este caso, la construcción de una línea férrea). Grainier queda solo y toma una firme determinación de que sea esa soledad la que determine su existencia. Pero Sueños de trenes no se aventura más que en esa situación individual: no la extrapola a toda una comunidad ni se centra en la miseria y en la precariedad de esos obreros. No incide en la devastación de los indios que habitaban esas tierras antes de ser meros títeres a merced de la curiosidad ajena y el alcohol. Y en su deriva medio fantástica (más namedropping: Lovecraftiana), simplemente queda reducida a dos esbozos, algo ingenuos y previsibles.
Quizás Johnson, en algún momento, ve que todos los lugares a los que quiere llevar su novela son lugares que otros han pisado con anterioridad. Sueños de trenes es una novela con entidad, a ratos (cuando estimula la curiosidad por cómo subsiste esa humanidad a la sombra del auge de una nación) interesante, con un sentido trágico que muestra cierta cruel frialdad, pero cuya ausencia de determinación la sitúa en una curiosa tierra de nadie, la de las obras que pueden, en función del momento de su lectura, tanto apasionar como dejar indiferente. Cosa que, por cierto, no hacen las joyas literarias.
También de Denis Johnson en ULAD: Hijo de Jesús
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Buena crítica. A mí me dejó indiferente. Tampoco la considerada obra maestra de Johnson, Arbol de humo, me acabó de convencer. Dudo que insista con este autor.
ResponderEliminarNo es una referencia muy válida dado que me impongo unos hábitos de lectura erráticos y particulares. Pero, aún siendo una lectura recomendable en un sentido amplio (buen estilo, temática interesante, ritmo adecuado, duración razonable), leído el domingo, reseñado el lunes, postergado en la memoria el martes.
ResponderEliminarGracias por el comentario.
Es una buena historia aunque no de las mejores de Denis Johnson.
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