Idioma original: francés
Título original: La Grande Beune
Año de publicación: 1996
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Valoración: entre recomendable y está bien
Ya me gustaría saber quién cambia u ordena cambiar (en este caso, no sé si el señor Herralde ejercía aún de editor) los títulos de los libros al traducirlos. No digamos ya quién pone según qué fotos en las cubiertas de las distintas ediciones de esos libros. El por qué de este interés mío -llámenlo mosqueo, si quieren- permítanme reservarlo para el final de la reseña. Gracias.
Bueno, al lío: esta novela -novelita- de Pierre Michon va de un maestro veinteañero que allá por los años 60 es destinado a un pueblo de Dordoña, bello departamento del suroeste francés. En fin, nos lo podemos imaginar: cuatro gatos, lluvia perenne y oír todas las noches en el hostal las conversaciones de los lugareños. Sobre pesca. Un auténtico muermo, vaya... hasta que el joven protagonista se encuentra con la beldad local, la hermosa dueña del estanco, que además es madre de uno de sus pequeños alumnos (sí, yo también he pensado en ese acróstico de cuatro letras en inglés, tan popular en Internet... y sí, la novela va de eso, precisamente); estanquera que, además de hermosa y sensual, es elegante y misteriosa, por lo que nuestros protagonista, que está más salido que el pico de una plancha seducido y fascinado -por no decir obsesionado- por su presencia, se pone a fumar como dos o tres carreteros juntos, a comprar el diario a diario -valga la redundancia-, aunque no lo lea, con tal de frecuentar el estanco, y por si fuera poco, a merodear por los caminos que ella suele frecuentar, vestida de punta en blanco -ya he dicho que es una mujer misteriosa, además-, para hacerse el encontradizo. Vaya, lo de costumbre, que ya lo advirtió el Arcipreste de Hita: "El hombre por dos cosas se mueve..." ejem, dejemos a los clásicos para otro momento... No revelaré, por supuesto, si al final se consuma o no ese amor (¿He puesto amor? Perdón... en qué estaría yo pensando): sólo aviso que el autor, que no ha tenido ningún reparo en ilustrarnos sobre los anhelos y fantasías del protagonista, se vuelve luego de lo más sutil y esquivo a este respecto.
Porque esa es otra, la del estilo literario del buen Michon: es enjundioso, abarrocado, glaseado. Grandilocuente y costumbrista a un tiempo; sentencioso y narrativo... algo que sólo saben hacer los franceses. Lírico también e incluso, por momentos, fascinante. Porque Michon escribe de manera que parece que está haciendo malabares con distintos elementos que se van sumando al conjunto: una naranja, una metáfora, luego un huevo, una sinécdoque, después un cuchillo de cocina, un símil, una motosierra, una metonimia... y todo en unas frases larguísimas, eternas, interminables entre punto y punto. Uno, algo maliciosamente, lo admito, espera que se le caiga el suelo todo el batiburrillo. Pero no: el tío logra mantener nuestra atención y llegar al siguiente punto y seguido -o aparte, pero de éstos hay pocos- con todos los elementos en el aire. Olé, olé y olé, monsieur Michon. Un aplauso desde aquí.
El resto de elementos que componen la novela parecen corroborar lo pertinente del título de la misma -del título de su edición española, me refiero-: el maestrillo, al que no cuesta imaginar como un chico de ciudad, se encuentra subyugado, aunque sería mejor decir anonadado (los ratos que no tiene la cabeza ocupada en pensamientos calenturientos, que son pocos) por el entorno rural en el que se encuentra: por el poder telúrico que subyace en los campos y bosques o del inquietante dios fluvial que recorre la comarca -el río que da título al original en francés y que pasa por el pueblo donde se desarrolla la historia-; por el atavismo cazador-recolector -más bien pescador- de sus habitantes y el influjo de las numerosas cuevas que guardan sus secretos en el subsuelo... porque resulta que la Dordoña -o si prefieren su antiguo nombre, el Périgord- es el departamento de Francia donde más yacimientos arqueológicos del paleolítico se encuentran y más cuevas con pinturas rupestres, como las muy famosas de Lascaux o Font-de-Gaume... Vamos, que nuestro maestro le es fácil relacionar los sentimientos y sensaciones que le provoca su entorno con los supuestos atavismos de épocas prehistóricas. Por no olvidar que también es una manera estupenda de sublimar sucalentón... atracción por la bella estanquera.
Y aquí es donde radica mi queja sobre el cambio de título e incluso la portada del libro: si le llaman a la novela El origen del mundo en vez de La Grande Beune (recuerdo: el río que pasa por el pueblo) y ponen en la portada la foto de una moza en camisón recorriendo un campo de ¿avena?, en vez de, por ejemplo, un hermoso paisaje de la campiña francesa, sin más, la lectura queda condicionada, para bien o para mal, por esos elementos adyacentes y la interpretación que el lector le puede dar a la novela; sobre todo a ésta, en el que el tema sexual está tan presente -aunque no es el único- se dirige, inevitablemente, hacia la conclusión de que lo que nos quiere decir es que el origen del mundo está entre las piernas de una mujer (que no digo que no sea así, pero no sé si ésa era exactamente la intención del autor al escribir el libro). Ya puestos, que hubiesen puesto de cubierta el famoso cuadro de Courbet del mismo título, para dejar menos dudas. O igual es que no se atrevieron.
El resto de elementos que componen la novela parecen corroborar lo pertinente del título de la misma -del título de su edición española, me refiero-: el maestrillo, al que no cuesta imaginar como un chico de ciudad, se encuentra subyugado, aunque sería mejor decir anonadado (los ratos que no tiene la cabeza ocupada en pensamientos calenturientos, que son pocos) por el entorno rural en el que se encuentra: por el poder telúrico que subyace en los campos y bosques o del inquietante dios fluvial que recorre la comarca -el río que da título al original en francés y que pasa por el pueblo donde se desarrolla la historia-; por el atavismo cazador-recolector -más bien pescador- de sus habitantes y el influjo de las numerosas cuevas que guardan sus secretos en el subsuelo... porque resulta que la Dordoña -o si prefieren su antiguo nombre, el Périgord- es el departamento de Francia donde más yacimientos arqueológicos del paleolítico se encuentran y más cuevas con pinturas rupestres, como las muy famosas de Lascaux o Font-de-Gaume... Vamos, que nuestro maestro le es fácil relacionar los sentimientos y sensaciones que le provoca su entorno con los supuestos atavismos de épocas prehistóricas. Por no olvidar que también es una manera estupenda de sublimar su
Y aquí es donde radica mi queja sobre el cambio de título e incluso la portada del libro: si le llaman a la novela El origen del mundo en vez de La Grande Beune (recuerdo: el río que pasa por el pueblo) y ponen en la portada la foto de una moza en camisón recorriendo un campo de ¿avena?, en vez de, por ejemplo, un hermoso paisaje de la campiña francesa, sin más, la lectura queda condicionada, para bien o para mal, por esos elementos adyacentes y la interpretación que el lector le puede dar a la novela; sobre todo a ésta, en el que el tema sexual está tan presente -aunque no es el único- se dirige, inevitablemente, hacia la conclusión de que lo que nos quiere decir es que el origen del mundo está entre las piernas de una mujer (que no digo que no sea así, pero no sé si ésa era exactamente la intención del autor al escribir el libro). Ya puestos, que hubiesen puesto de cubierta el famoso cuadro de Courbet del mismo título, para dejar menos dudas. O igual es que no se atrevieron.
Otros libros de Pierre Michon en Un Libro Al Día: Rimbaud el hijo
Totalmente de acuerdo con el post. No se puede juzgar un libro por su portada, pero un "Pierre Michon" no se merece esta portada tipo Corín Tellado, sinceramente. Yo disfruté muchísimo con Vidas minúsculas, no sé si este estará a la altura.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, anónimo:
ResponderEliminarPues sí; si lo de la portada ya es de juzgado de guardia, sumándole el cambio de título merece pena de prisión sin libertad condicional... (sobre todo, ya digo, porque te condiciona la lectura, al menos a mí). En fin, cosas que hace Anagrama últimamente...
Esto es lo único que he leído de Michon, así que no puedo comparar.
Un saludo y gracias por pasarte por aquí.