Idioma original: griego
Título original: Περαίωση
Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable
“Advertencia: se desaconseja cualquier imitación de los hechos narrados en esta novela”. La segunda parte de la trilogía de la crisis de Petros Márkaris empieza así. Esto es nuevo: Liquidación final es la cuarta novela de Márkaris que leo, y es la primera vez que encuentro una llamada de atención de este tipo. Intento recordar, y no consigo pensar en muchos policiales que comiencen por recordarnos que una cosa es la ficción y otra la realidad, que podemos disfrutar con la intriga y los enigmas que el criminal plantea a la policía, pero que tengamos cuidado con caer en un exceso de sobre-identificación y comenzar a atrapar asesinos en serie o, peor, a convertirnos en uno de ellos. ¿Qué se supone que no debemos imitar? ¿A qué viene este inicio?
La novela pronto resuelve el misterio. El problema con Liquidación final es que el asesino puede caer simpático. Demasiado simpático, de hecho. (Si hubiera alguna titulación universitaria para asesinos en serie, este libro podría ser una buena lectura obligatoria). Bajo el nombre de "El Recaudador Nacional", la novela nos presenta a un superhéroe griego que envía una nota de liquidación a empresarios y políticos corruptos, instándoles, con una prosa envidiable, a pagar lo que deben a Hacienda.; el resultado de no pagar es más grave que una simple multa. Una sensación agradable comienza a tomar cuerpo cuando vemos que, tras un par de “liquidaciones”, el asesino consigue recuperar millones de euros para el estado al ritmo en que cunde el pánico general entre los corruptos y se deciden a pagar. A eso tenemos que sumar el tono elegantemente anacrónico del Recaudador, que firma sus crímenes con un guiño a Sócrates y a su gallo: Ya con la cicuta en las venas, a Sócrates se le ocurrió usar sus últimas palabras para saldar la deuda de un gallo. Pues eso, Historia Antigua.
No nos engañemos: Sócrates, su gallo, los gestos nobles y el pago de deudas pertenecen al pasado. Atenas es perfectamente intercambiable por Madrid, o por cualquier otra Capital Europea de la Crisis. Liquidación Final se limita a pintar un presente gris, el más gris que he leído en Márkaris. El Comisario Jaritos apenas habla y pasa la novela dentro de un coche, entre atascos y calles cortadas por manifestaciones y huelgas. Adrianí, su mujer, también pierde la elocuencia y la serenidad. Ni que tiene que decir que políticos, banqueros, diputados, sindicalistas y policías siguen llevándose lo suyo. Hasta los indignados, a los que sólo falta sacar en procesión al Recaudador Nacional y que llegan a hacer un crowfunding en plaza pública, euro a euro, para pagar “a la única persona que hace bien su trabajo” en Grecia, suenan poco convincentes.
Cuando leí el “no intente hacer esto en casa” que abre la novela me extrañó. Cuando supe de qué iba la novela, me esperaba una versión nueva de la nueva versión de Batman, un ambiente peliculero donde “malos cañeros” que nos caen mejor que los superhéroes nos cuentan cuatro verdades sobre la porquería de sociedad en que vivimos, con críticos de todas las disciplinas reunidos para babear y demostrarnos que “el cine de hoy todavía tiene algo que enseñarnos”. Por suerte el libro no va por ahí. Tiene el buen gusto de no dar lecciones. Tampoco resulta grandilocuentemente apocalíptico. Sin embargo, tiene algo que nos deja helados, y es ese algo lo que más me ha llamado la atención y lo que me ha hecho centrarme en este libro, y no en el anterior (veremos cómo resulta “La Crisis Parte III”).
La Atenas de Márkaris nos suena. No se trata de que “recree”, o “represente”, o “esté ambientada” en la crisis. Es algo menos tangible. ¿Tienen en mente esos programas de la tele que resumen “lo más destacado” de una década en media hora, incluyendo desde los genocidios a las canciones del verano? ¿O frases del tipo “cuando sea viejo podré decir que vi a Michael Jackson en concierto, que viví la caída del Muro, que España ganó un mundial”? La novela de Márkaris está llena de actitudes, gestos, que nos caen simpáticos porque nos reconocemos en ellos, y que por desgracia nos van a sonar familiares para siempre, hasta el punto de hacer de los otros memorabilia un detalle, una estupidez. Márkaris nos muestra que a pesar de, o precisamente por, ser difícil de contar y parecer ciencia ficción o una comedia mala, nos vamos a acordar siempre de lo que está pasando.
Ese ambiente pesado, neutral, en el que nunca pasa nada ni hay grandes tragedias pero tampoco vuelta atrás es la crisis de Liquidación Final, y es lo que más me ha gustado del libro. Pegas: coincido con la reseña que hizo Santi de otro libro de Márkaris en este blog. Soluciones por casualidad para los crímenes, una justificación de los crímenes un tanto poética y un final que decae bastante (cuantitativa y cualitativamente) con respecto al resto del libro. No quiero terminar mal, y vuelvo al inicio: creo que la novela da en el clavo cuando nos tienen que advertir (¿el autor? ¿la editorial?) para que no nos la creamos demasiado, que al fin y al cabo es ficción, que no vayamos por ahí de superhéroes por mucha crisis que tengamos. Lo cual, por otro lado, no deja de ser preocupante…
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ResponderEliminarNo lo he leído todavía, pero el entrañable Jaritos ha hecho que muchos nos enteremos de las penosidades que está pasando Grecia.
ResponderEliminarUn saludo desde http://kontralectura.blogspot.com.es/
He leído hace poco el siguiente. Jaritos va perdiendo fuelle. Me encanta tu blog. Un saludo.
ResponderEliminarhttp://marinieves.blogspot.com.es/2015/06/decimoseptimo-libro-2015-hasta-aqui.html