Año de publicación: 1990
Valoración:
Está bien
La
tradición española mantiene aún viva la figura de un rey moro y de la escena –repetida
hasta la saciedad en todos los formatos– que tiene lugar a las puertas de
Granada, en la que se lleva a cabo la entrega de llaves de la ciudad y con ella
la posesión definitiva de de la península ibérica por parte de la cristiandad
de entonces. Sin olvidar el dramático momento en el que, una madre abochornada,
reparando en las lágrimas del perdedor, pronuncia las famosas palabras: “Llora
como mujer lo que no has sabido defender como hombre”. Opino que el sexismo que
trasluce la frase en cuestión es propia de aquellas mentalidades pero dudo de
que se pronunciase nunca. En la novela que comento, desde luego, no aparece –aunque
Gala no desperdicia otras muchas ocasiones para hacer llorar al mito–, en
cuanto a las circunstancias de aquel episodio, no me interesan las conquistas
en general y las de índole religiosa menos aún, sobre todo cuando sirven de
excusa para justificar ideologías muy concretas. Por otra parte, el aspecto que considero más destacable del pasado, por encima de reinados y batallas, es la forma de vida de la gente.
No
obstante, y debido sobre todo al misterio que encierra, también a mí me parece
sumamente atractiva la figura de Boabdil, tan contestada como reivindicada y
siempre envuelta en una aureola de leyenda. Pero comprendí que la lectura de esta
novela empezaba con mal pie ya desde la introducción, en cuanto me di cuenta de
que su autor recurría al procedimiento del manuscrito encontrado, repetido
hasta la saciedad a partir del Quijote y por tanto no apto más que para
escritores principiantes.
En
principio, no tengo nada en contra de la novela de género, ya que donde pongo
el acento a la hora de juzgar una obra es en la calidad y no en la materia.
Existen novelas magníficas, mediocres y deleznables, independientemente de su
adscripción a lo policíaco, lo histórico, cualquier otro asunto o ninguno en
particular. Eso sí, respeto lo suficiente el pasado para no permitir que me den
gato por liebre, por eso me molesta que este se utilice como mero pretexto para
formar parte de una moda y/o ganarse a un público amplio. Durante la década de
los 90 (y más tarde) la ficción histórica hizo furor, también creó bastantes
lectores, pero tengo la impresión de que la mayoría se quedó prendida a los
pliegues de las obras menos rigurosas y profundas y no pasó de ahí.
En
cuanto a Antonio Gala, siempre he pensado que su mejor época fue la que dedicó
a la dramaturgia. Reconozco que siempre he sentido prevención hacia su faceta
novelística, pero como no me gusta basarme en intuiciones, en algún momento tenía
que comprobarlo.
Claro
que 500 páginas solo para consolidar una opinión son muchas páginas y llegar hasta
la última de ellas no me ha parecido una experiencia agradable. Todo el texto consiste
en una serie de lugares comunes, diálogos increíbles, incongruencias,
confesiones propias enmascaradas y atribuidas al personaje, manidos tópicos
literarios y un puñado de datos históricos cuya consistencia no puedo juzgar,
aunque espero que la tengan pues, junto con el estilo, constituirían lo único
salvable.
Concentrémonos,
pues, en la prosa. Efectivamente, donde podemos comprobar el oficio de su autor
es en algunas reflexiones aprovechables, en el vigor de ciertos párrafos,
además de los magníficos pasajes repletos de lirismo pero ejecutados con la
contención necesaria para prescindir de cualquier clase de almíbar. Es evidente
que el novelista ha hecho suyo al personaje, hasta tal punto que ambos se
confunden en la imaginación del lector. Podría pensarse, incluso, que, salvo en
detalles anecdóticos, estamos asistiendo a las confesiones y modo de pensar del
propio Antonio Gala disfrazado con los ropajes del musulmán. Y tal cosa, al ir
en detrimento de lo verosímil, empieza a parecerse a un defecto.
Tengo
que incluir también la gran cantidad de anacronismos que he ido encontrando sin
proponérmelo, desde una nomenclatura demasiado actual hasta juicios de valor que
no ocultan la perspectiva del que contempla lo ocurrido a través de una
distancia de siglos.
En
definitiva, un arduo trabajo a causa del imprescindible acopio de documentación
y a las exigencias de la prosa, pero poco riguroso con los hechos y, sobre
todo, demasiado complaciente con los (supuestos) gustos del público.
También de Antonio Gala en ULAD: Anillos para una dama, El corazón tardío
A mí es que Antonio Gala me da risa, no lo puedo evitar.
ResponderEliminarRisa que se convierte en carcajada cuando leo en Wikipedia su nombre completo: Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos
ResponderEliminarYa Anónimo, pero estamos hablando de literatura y en lo que hay que centrarse es en los textos.
ResponderEliminarComo has podido ver, no defiendo en absoluto lo que escribe pero, como ser humano que es, merece que el mismo respeto que, supongo, reclamarás sobre ti.
Incluso siendo perfecto, como eres (o crees que eres) seguro que también tienes algo que podría incitar a la risa.
No confundamos entre persona y personaje. La persona me merece todo el respeto. El personaje (bien alimentado por él mismo) me lo tomo como tal.
ResponderEliminarpero esta novela fue adaptada al cine por favor, me han dicho que si, de ser positivo digamane con que nombre?
ResponderEliminarNo, que yo sepa. He indagado un poco y no aparece nada en absoluto.
ResponderEliminarBuenas. Leí este libro hace muchos años, y reconozco que me costó terminarlo. Es lo único que he leído de Gala, y lo comencé con entusiasmo. La época de la reconquista y la toma de Granada siempre me han llamado la atención. Sin embargo, la prosa del autor peca quizá de excesivamente florida en algunos pasajes. No sé quién dijo que un erudito tiene el defecto de intentar demostrarlo constantemente, y Gala es uno de ellos, qué duda cabe. Al final, me alegré, ya que aprendí muchos aspectos de ese rey que tuvo la desgracia de perder uno de los últimos reductos musulmanes en la península; aunque hay que decir también que los granadinos de esa ápoca eran ya más andaluces que los propios cristianos que vencieron. Muchas de sus costumbres son ahora las nuestras. En todo caso, os animo a leer la obra con paciencia. Salu2.
ResponderEliminarHola José Enrique. Mi opinión de la novela desde un punto de vista literario, ya habrás visto que no es muy favorable. Sobre la información histórica que aporta, pienso que un novelista no es historiador y además está en su derecho de tomarse todas las licencias, por eso no creo que las novelas históricas instruyan, cuando quiero informarme sobre un personaje o periodo prefiero acudir a especialistas. Y aún así, esos textos divulgativos o científicos hay que leerlos con mucho sentido crítico, porque se cuelan la ideología, los mitos, los falsos descubrimientos, las lagunas que tiene cada cual etc. Y, repito, si eso pasa con los textos históricos, imagínate con las novelas.
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