Título original: July's people
Año de publicación: 1981
Traductores: Barbara McShane y Javier Alfaya
Valoración: recomendable
No soy demasiado entusiasta de los celebérrimos premios Nobel y suelo acoger cada concesión anual de al Academia Sueca con bastante escepticismo. No se trata solamente que me parezca adecuado o justo a quién se concedan o se dejen de conceder, que también (además de que no quiero saber nada hasta que se haga justicia y se lo den a Murakami... Ryu, por supuesto), sino que la misma idea de que la culminación óptima de una carrera literaria se cumpla con la obtención de un premio me rechina bastante. Pero, en fin, cosas mías...
Aún así, lo que sí le agradezco a la dichosa Academia Sueca es que, gracias a sus premios, nos descubran o popularicen escritores de ámbitos que nos pueden quedar más o menos lejanos. Escritores a quienes quizás no leamos en ese momento, pero cuyos nombres ya se nos quedan grabados en la memoria y tal vez, aun con retraso -y no sin remordimiento-, acabemos por abrir alguno de sus libros. Eso es lo que me ha ocurrido a mí con Nadine Gordimer, escritora sudafricana que recibió el galardón en 1991 (sí, ya sé: el retraso es considerable...), posicionada siempre, tanto en su actividad política como literaria, contra el régimen racista del apartheid.
Precisamente esta novela, La gente de July, trata sobre el tema de las relaciones entre blancos y negros o, para ser mas precisos, entre amos y sirvientes, entre dominadores y dominados... Parte de una especulación -que podríamos llamar incluso "ucrónica"- sobre la realidad del lugar y la época: en un momento dado, las protestas y disturbios negros en las ciudades sudafricanas devienen en una auténtica guerra civil en la que la peor parte se la lleva la población blanca, que sufre saqueos saqueos y matanzas. Los Smales, una familia blanca de clase media -para nada racistas, pero sí beneficiarios del sistema injusto en el que viven- huye a ocultarse, con las escasas pertenencias que pueden recoger, al lejano poblado de chozas de barro de donde proviene su criado, July, que les ha servido durante años. Allí deben adaptarse a las duras condiciones de vida del bush mientras tratan de enterarse de lo que está ocurriendo en el mundo del que provienen, en el exterior de la humilde aldea donde se han escondido y de la que no saben si pueden o no marcharse...
Las relaciones entre ellos empiezan a cambiar de manera sinuosa: July pasa de ser el sirviente de los Smales a su huésped e incluso amigo. Y luego, a su protector, guardián e incluso "poseedor", con la familia blanca convertidos en una suerte de exóticos animales domésticos que le aseguran el disfrute de un vehículo y quizás, incluso de un arma de fuego... Como puede deducirse, toda la novela no deja de ser una metáfora sobre la situación política y social de la Sudáfrica de aquél entonces (supongo, además, que su publicación causaría algún impacto en aquél país, al menos en ciertos círculos). Pero no sólo eso: también la podemos considerar hoy en día, en el mundo globalizado del siglo XXI, como una alegoría de las relaciones entre los países desarrollados, opulentos -a pesar de la crisis- y el resto de la humanidad, que malvive en condiciones mucho más precarias, lo que nosotros, los ricos, nos permitimos llamar "el Tercer Mundo"... Y además, es una reflexión sobre el despojamiento. No sólo de los elementos materiales o las estructuras y sistemas que nos facilitan la vida y nos protegen, sino también de aquello que consideramos que forma las diversas capas de nuestra identidad, pero que pueden deshacerse como azucarillos cuando nos encontramos con que no nos sirven para nada: la ideología, la pertenencia a una comunidad, la cultura...
Una novela, pues, francamente interesante y sugerente por lo que nos propone. Lástima, he de decir, que, a pesar de que se trata de una narración, si no minimalista, sí que bastante austera, en la forma y los elementos con los que juega, su lectura se halle jalonada de algunos párrafos de sintaxis un tanto dificultosa (al menos para este limitado lector). Como es la primera novela que he leído de esta autora, ignoro si esta circunstancia es una característica de su estilo o se debe a una traducción desafortunada. Me inclino por esta última opción, puesto que otra pega que me he encontrado, en las abundantes escenas en que se encuentran personajes de ambos sexos, es la elusión constante de los pronombres personales, lo que también dificulta seguir el hilo de la acción o el diálogo y que, como es obvio, se debe a la traducción al castellano y no al original en inglés.
Nadine Gordimer murió en Julio de este año, abundante en ilustres fallecidos del mundo de las letras. Sirva esta lectura y su reseña como minúsculo y modesto homenaje a una escritora que, hasta donde yo sé, supo estar siempre a la altura de la complicada situación de su país y del siglo en los que le tocó en suerte vivir.
Precisamente esta novela, La gente de July, trata sobre el tema de las relaciones entre blancos y negros o, para ser mas precisos, entre amos y sirvientes, entre dominadores y dominados... Parte de una especulación -que podríamos llamar incluso "ucrónica"- sobre la realidad del lugar y la época: en un momento dado, las protestas y disturbios negros en las ciudades sudafricanas devienen en una auténtica guerra civil en la que la peor parte se la lleva la población blanca, que sufre saqueos saqueos y matanzas. Los Smales, una familia blanca de clase media -para nada racistas, pero sí beneficiarios del sistema injusto en el que viven- huye a ocultarse, con las escasas pertenencias que pueden recoger, al lejano poblado de chozas de barro de donde proviene su criado, July, que les ha servido durante años. Allí deben adaptarse a las duras condiciones de vida del bush mientras tratan de enterarse de lo que está ocurriendo en el mundo del que provienen, en el exterior de la humilde aldea donde se han escondido y de la que no saben si pueden o no marcharse...
Las relaciones entre ellos empiezan a cambiar de manera sinuosa: July pasa de ser el sirviente de los Smales a su huésped e incluso amigo. Y luego, a su protector, guardián e incluso "poseedor", con la familia blanca convertidos en una suerte de exóticos animales domésticos que le aseguran el disfrute de un vehículo y quizás, incluso de un arma de fuego... Como puede deducirse, toda la novela no deja de ser una metáfora sobre la situación política y social de la Sudáfrica de aquél entonces (supongo, además, que su publicación causaría algún impacto en aquél país, al menos en ciertos círculos). Pero no sólo eso: también la podemos considerar hoy en día, en el mundo globalizado del siglo XXI, como una alegoría de las relaciones entre los países desarrollados, opulentos -a pesar de la crisis- y el resto de la humanidad, que malvive en condiciones mucho más precarias, lo que nosotros, los ricos, nos permitimos llamar "el Tercer Mundo"... Y además, es una reflexión sobre el despojamiento. No sólo de los elementos materiales o las estructuras y sistemas que nos facilitan la vida y nos protegen, sino también de aquello que consideramos que forma las diversas capas de nuestra identidad, pero que pueden deshacerse como azucarillos cuando nos encontramos con que no nos sirven para nada: la ideología, la pertenencia a una comunidad, la cultura...
Una novela, pues, francamente interesante y sugerente por lo que nos propone. Lástima, he de decir, que, a pesar de que se trata de una narración, si no minimalista, sí que bastante austera, en la forma y los elementos con los que juega, su lectura se halle jalonada de algunos párrafos de sintaxis un tanto dificultosa (al menos para este limitado lector). Como es la primera novela que he leído de esta autora, ignoro si esta circunstancia es una característica de su estilo o se debe a una traducción desafortunada. Me inclino por esta última opción, puesto que otra pega que me he encontrado, en las abundantes escenas en que se encuentran personajes de ambos sexos, es la elusión constante de los pronombres personales, lo que también dificulta seguir el hilo de la acción o el diálogo y que, como es obvio, se debe a la traducción al castellano y no al original en inglés.
Nadine Gordimer murió en Julio de este año, abundante en ilustres fallecidos del mundo de las letras. Sirva esta lectura y su reseña como minúsculo y modesto homenaje a una escritora que, hasta donde yo sé, supo estar siempre a la altura de la complicada situación de su país y del siglo en los que le tocó en suerte vivir.
Un argumento la mar de interesante. Me recuerda a una obra que se representó hace siglos en un teatro de aficionados, de autor importante que me es imposible recordar. Iba de una familia que naufraga, llega a una isla, y es el criado el que se convierte en jefe al contar con más recursos de supervivencia. Si trata de eso, con el añadido de ese terrible telón de fondo, me interesa mucho e intentaré leerla pronto.
ResponderEliminarDe Gordimer solo he leido una novela y me pareció francamente floja, desde entonces pienso que su Nobel quizá no tuviese mucho fundamento. Ahora tengo que replanteármelo: puede que no tuviese suerte en la elección, además de otros factores como su traslado al castellano. En cualquier caso, me la apunto.
De Sudafrica sólo he leído a Cootze, y siempre tengo pendiente a Gordimer, pero tengo la sensación de que no es fácil, no sé quizás paranoias mias, a ver si me animo con esta reseña tuya
ResponderEliminarHola a las dos:
ResponderEliminarSí, Montuenga, el argumento es parecido a la obra que comentas, aunque quizá menos lineal... hay bastante ambigüedad en las relaciones amos-criado. A mí también me interesó bastante el argumento, pero insisto en que la traducción no me convenció demasiado... sería conveniente leer una edición con otra traducción, si es que existe.
En cuanto a lo que dices tú, Encanto (nunca me cansaré de tu nickname... si es que no es tu nombre de verdad, claro!), creo que la dificultad reside también un poco en esa traducción. Por lo demás, me ha resultado una escritora de lo más interesante, siendo además, como explico en la reseña, la primera obra de ella que leo.
Un saludo a ambas.
Ya que esta reseña dice servir de homenaje a Gordimer, aprovecho para recomendaros otra de sus novelas, El conservador. El título poco , más bien nada, tiene que ver con su contenido o eso me parece, por si os desmoraliza u os da pereza. Una historia muy sudafricana que a la fuerza ha tenido que influir en Coetze. Sólo le he leído esta novela pero me parece más que suficiente para que no se ponga en duda, si alguna osase, el merecimiento del Nobel. Nadie Gordimer además estuvo muy comprometida en la lucha anti apartheid cuando no era nada fácil ni cómodo en su país y más siendo blanca como ella. Cuando escribió esta novela que os recomiendo - cuyo eje principal no es el apartheid por si os da también pereza - a Mándela todavía le quedaba 15 años de cárcel !! Una de esas escritoras de las que sentirte orgullosa. Escribe muy bien y cuenta cosas muy interesantes, que te remueven por dentro.
ResponderEliminarHola, Sara:
EliminarMuchas gracias por la recomendación y por la visita.