Idioma original: inglés
Título original: Solomon Kane
Año de publicación: a partir de 1928 (en la revista Weird Tales)
Traductor: León Arsenal
Valoración: muy recomendable para los amantes del género. Para
los demás, está bien
Supongo que estaremos todos de acuerdo en que, en principio, hay que juzgar toda obra literaria por sus características y méritos intrínsecos, independientemente de las circunstancias en las que vio la luz o de la vida y milagros de su autor o autora. Sin embargo, también es cierto que en no pocas ocasiones resulta ser un valor añadido el que esa obra suponga un reflejo o testimonio de esas circunstancias biográficas particulares o de otras más generales, como son su época histórica, ambiente social que la dio lugar, pertenencia a una determinada cultura o subcultura, etc...
O, como en el caso que nos ocupa, el interés puede provenir de que las características de la obra, por un lado, y las de las circunstancias de la vida del autor sean tan diametralmente opuestas: Robert Ervin Howard nació en Texas en 1906 y vivió siempre en pequeñas ciudades de ese Estado hasta su muerte (por suicidio) en 1936. Al parecer, llevó siempre una vida bastante solitaria, con pocos amigos, y dedicándose al estudio de la Historia y a escribir relatos que fué publicando, en principio, en la revista Weird Tales. Con semejante escenario biográfico, bien podía haber salido un escritor tipo Jim Thompson (que se crió en la misma época y en las mismas latitudes) o incluso un Steinbeck... Pero lo que Howard escribía era bien distinto: se trataba de relatos pulp de tipo policíaco, sí, del Oeste o incluso erótico... aunque, sobre todo de corte fantástico, porque a Howard se le considera uno de los padres del género "Espada y brujería". Suyos son los personajes de Conan de Cimeria, Kull, Sonya la Roja o el protagonista del libro que aquí se reseña, Solomon Kane.
En este caso, el protagonista es una suerte de caballero andante que vaga por el mundo desfaciendo entuertos y vengando a doncellas ultrajadas. Sólo que en vez de un caballero de brillante armadura, nos encontramos con un puritano inglés de la época isabelina, de ropas austeras y fulgor fanático en la mirada. Invencible espadachín, resulta ser casi una especie de superhombre que se enfrenta a villanos de lo más florido: no sólo a piratas, esclavistas árabes o tribus salvajes, sino también (y aquí encontramos el toque fantástico diferenciador), a criaturas sobrenaturales, vampiros y espectros, provenientes del mismo Averno o creadas por la magia más negra. Un mundo literario peculiar, en el que se advierten ecos de Lovecraft (que mantenía con Howard una amistad epistolar, hasta el punto de llamarle, suponemos que con cariño, "Bob Dos Pistolas"... ejem) o Edgard Allan Poe... e incluso, de manera no menos evidente, la sombra de las historias de Stevenson o Las minas del Rey Salomón, de Rider Haggard. Todo ello bien aliñado con dosis de suspense, acción, duelos a muerte y hasta un toque de erotismo algo vintage (jóvenes nativas semidesnudas que corren a refugiarse a los pies de nuestro héroe, o rubias doncellas inglesas encadenadas a merced de maléficas reinas africanas... aún más desnudas. Ese tipo de cosas).
Cierto es que estos relatos no pueden calificarse como "alta literatura" (sea lo que sea ésta). Y no por su carácter fantástico: después de todo, qué más fantasioso que el hecho de que alguien, al despertar por la mañana, se encuentre convertido en un insecto monstruoso, por ejemplo... Lo que confina a estas aventuras al glorioso ámbito de la literatura "popular" es más bien el estilo en el que está escrito: enfático, incluso ampuloso; con profusión de hipérboles, exageradas adjetivaciones y de truculentas metáforas... por no hablar de la estructura de casi todos los relatos, repetitiva y previsible, aunque eso sí, tan divertida como puedan serlo las historias de los cómics de superhéroes o incluso de las más clásicas novelas de aventuras. Porque eso sí, si alguna cualidad tiene este libro es retrotraer a cualquier lector adulto a aquella época gozosa en que los libros no eran sino puro entretenimiento y las hojas se devoraban sin descanso, tirados en el sofá después de tomar la merienda o alumbrados por una linterna, bajo las sábanas. Supongo que todo escritor y todo lector, lo que buscan en realidad sólo es eso: volver a maravillarse y a disfrutar con las páginas de un libro, igual que la primera vez que lo hicieron. O la segunda, o la tercera....
También de Robert E. Howard en ULAD: Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
O, como en el caso que nos ocupa, el interés puede provenir de que las características de la obra, por un lado, y las de las circunstancias de la vida del autor sean tan diametralmente opuestas: Robert Ervin Howard nació en Texas en 1906 y vivió siempre en pequeñas ciudades de ese Estado hasta su muerte (por suicidio) en 1936. Al parecer, llevó siempre una vida bastante solitaria, con pocos amigos, y dedicándose al estudio de la Historia y a escribir relatos que fué publicando, en principio, en la revista Weird Tales. Con semejante escenario biográfico, bien podía haber salido un escritor tipo Jim Thompson (que se crió en la misma época y en las mismas latitudes) o incluso un Steinbeck... Pero lo que Howard escribía era bien distinto: se trataba de relatos pulp de tipo policíaco, sí, del Oeste o incluso erótico... aunque, sobre todo de corte fantástico, porque a Howard se le considera uno de los padres del género "Espada y brujería". Suyos son los personajes de Conan de Cimeria, Kull, Sonya la Roja o el protagonista del libro que aquí se reseña, Solomon Kane.
En este caso, el protagonista es una suerte de caballero andante que vaga por el mundo desfaciendo entuertos y vengando a doncellas ultrajadas. Sólo que en vez de un caballero de brillante armadura, nos encontramos con un puritano inglés de la época isabelina, de ropas austeras y fulgor fanático en la mirada. Invencible espadachín, resulta ser casi una especie de superhombre que se enfrenta a villanos de lo más florido: no sólo a piratas, esclavistas árabes o tribus salvajes, sino también (y aquí encontramos el toque fantástico diferenciador), a criaturas sobrenaturales, vampiros y espectros, provenientes del mismo Averno o creadas por la magia más negra. Un mundo literario peculiar, en el que se advierten ecos de Lovecraft (que mantenía con Howard una amistad epistolar, hasta el punto de llamarle, suponemos que con cariño, "Bob Dos Pistolas"... ejem) o Edgard Allan Poe... e incluso, de manera no menos evidente, la sombra de las historias de Stevenson o Las minas del Rey Salomón, de Rider Haggard. Todo ello bien aliñado con dosis de suspense, acción, duelos a muerte y hasta un toque de erotismo algo vintage (jóvenes nativas semidesnudas que corren a refugiarse a los pies de nuestro héroe, o rubias doncellas inglesas encadenadas a merced de maléficas reinas africanas... aún más desnudas. Ese tipo de cosas).
Cierto es que estos relatos no pueden calificarse como "alta literatura" (sea lo que sea ésta). Y no por su carácter fantástico: después de todo, qué más fantasioso que el hecho de que alguien, al despertar por la mañana, se encuentre convertido en un insecto monstruoso, por ejemplo... Lo que confina a estas aventuras al glorioso ámbito de la literatura "popular" es más bien el estilo en el que está escrito: enfático, incluso ampuloso; con profusión de hipérboles, exageradas adjetivaciones y de truculentas metáforas... por no hablar de la estructura de casi todos los relatos, repetitiva y previsible, aunque eso sí, tan divertida como puedan serlo las historias de los cómics de superhéroes o incluso de las más clásicas novelas de aventuras. Porque eso sí, si alguna cualidad tiene este libro es retrotraer a cualquier lector adulto a aquella época gozosa en que los libros no eran sino puro entretenimiento y las hojas se devoraban sin descanso, tirados en el sofá después de tomar la merienda o alumbrados por una linterna, bajo las sábanas. Supongo que todo escritor y todo lector, lo que buscan en realidad sólo es eso: volver a maravillarse y a disfrutar con las páginas de un libro, igual que la primera vez que lo hicieron. O la segunda, o la tercera....
También de Robert E. Howard en ULAD: Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
Muy buena reseña, porque es más que eso.
ResponderEliminarAsombrado, así me siento cuando leo estas historias.
Estoy releyendo las historias Ci-Fi de EC y el asombro continúa.
Gracias.
Ahora, a releer A Mr. Solomon y aunque la peli deja bastante que desear, me están dando ganas de volverla a ver.
Hola, Gragorio:
ResponderEliminarPues muchas gracias a ti por tu comentario; me alegro de que te haya gustado la reseña.
Yo no he visto la película (y además, la confundo con la de "Van Helsing"... sorry), pero creo que haré por verla pronto.
Un saludo
Robert E Howard y Vila Matas en el mismo blog.
ResponderEliminarMe encanta.
A mí también, Pablo.
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí.