Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable
Esta novela de David Torres fue galardonada con un premio literario en el 2011. Lo comento antes que nada porque, si bien
un premio no es garantía de la calidad de un libro (como supongo que todo el mundo sabe a estas alturas), tampoco lo es de todo lo contrario. Y, en este caso, se trata de una novela que, sin que resulte ser memorable, sí que es notable y muy entretenida, por lo que nadie debería dejar de leerla por prejuicios contra los libros "premiados". Ni leerla por todo lo contrario, por supuesto.
un premio no es garantía de la calidad de un libro (como supongo que todo el mundo sabe a estas alturas), tampoco lo es de todo lo contrario. Y, en este caso, se trata de una novela que, sin que resulte ser memorable, sí que es notable y muy entretenida, por lo que nadie debería dejar de leerla por prejuicios contra los libros "premiados". Ni leerla por todo lo contrario, por supuesto.
En realidad, no es solo una novela, sino cuatro, porque son cuatro las historias que van desenrollando su ovillo en el libro, al principio de manera independiente unas de otras, para luego irse enredando, inevitablemente, hasta la traca final. La premisa en común de todas las historias (excepto en una, quizás) es la del humor: así, nos encontramos con una banda de chiquillos ucranianos que se cuelan en el área afectada por la radiación de Chernobyl, para recuperar los recuerdos de los evacuados; con un editor hipocondríaco, llamado Matas, que pierde su potencia sexual al tiempo que su salud, su trabajo y su casa, de forma que se ve obligado a buscar refugio junto a un amigo suyo, tullido y crítico de películas pornográficas; con el joven Leonardo Zubiri, que a partir de sufrir el impacto de un rayo, se dedica a la literatura, perpetrando relatos híbridos (entre Franco y Frankenstein, por ejemplo), publicados con gran éxito por una editorial fantasma; y con el inspector Rodríguez, un policía aficionado a la poesía, que persigue a un grupo de terroristas madrileños, el PICHY (Partido Independentista Chulapo, ¿Y?), ocultos tras caretas de Lenin. Y en medio de todo el quilombo, la búsqueda del manuscrito de una novela, titulada, precisamente, Punto de Fisión. La mayor parte de la acción tiene lugar, por tanto, en un Madrid contemporáneo, pero ligeramente dislocado, que recuerda un poco (excepto en el toque naútico), al de Todo está perdonado, de Rafael Reig.
Las diferentes subtramas van enredándose unas con otras con precisión de relojería, demostrando el buen oficio de David Torres; más aún cuanto que introduce, sin estridencias ni forzamiento alguno, elementos que podríamos llamar "metaliterarios", que se integran perfectamente en la trama general. La única pega que se le puede poner es que, para tratarse de una novela con vocación humorística ya desde el primer momento, resulta que la historia que se acerca más a la excelencia literaria es, precisamente, la menos humorística de todas, mientras que la que tiene un toque más paródico e incluso una tendencia al esperpento, como es la del grupo terrorista cheli, resulta ser a la postre la que peor funciona, hasta el punto de que incluso lastra en algo el resultado final.
Aún así, ésta es una novela estupenda y divertida, que no creo decepcione a nadie que se entregue a su lectura. A no ser claro, que sea un lector de ésos que se toman muy en serio las cosas que leen. Y eso que, como dijo Lenin (?) y nos recuerda David Torres: "El humor es una cosa muy seria". Y tanto que lo es.
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