Idioma original: español
Año de publicación: 2001
Valoración: recomendable
Empiezo a pensar que a César Aira hay que tomarlo en dosis pequeñas y algo espaciadas. De hecho, no tenía intención de leer otra novela (o novelita) suya durante un tiempo, pero cuando un compañero del trabajo (el mismo que me prestó Parménides, la primera novela de Aira que leí) me dijo que esta era de todas la que más le había gustado, no pude resistirme y me tiré de cabeza a leerla. El problema es que no hacía demasiado (bueno, hace tres meses aproximadamente) me leí Las noches de Flores, y las dos novelas son, en cierto sentido, semejantes.
Para empezar, las dos son novelas de César Aira, lo que quiere decir que tienen más que ver la una con la otra, que con casi cualquier otra novela que uno se pueda echar a la cara. Como casi todas las novelas de Aira, las dos tienen esa peculiar estructura narrativa que tiende a escaparse del centro, en espirales cada vez más abiertas (o sea, traducido, en tramas cada vez más alejadas y disparatadas). Pero, en esto sí le doy la razón a Felipe, La villa es una novela más contenida, más "centrada", si es que eso se puede decir de una novela de Aira, porque escoge un conjunto limitado de personajes y unos espacios también limitados, y los exprime relacionándolos a los unos con los otros en una especie de combinatoria delirante.
La villa y Las noches de Flores se parecen también en su estructura pseudopoliciaca. Las dos empiezan con lo que parecen descripciones de los hábitos poco usuales de los protagonistas (en Las noches de Flores, dos ancianos que se hacen repartidores de pizzas; en La villa, un gigantón inocente que cada noche ayuda a los cartoneros a meter sus hallazgos en los carritos y llevarlos hasta casa), pero de repente el escenario muda y nos encontramos con una trama de policías corruptos que intenta resolver un crimen y en el que los protagonistas, que tan inocentes parecían al principio, puede que ya no lo sean tanto. Y las capas narrativas siguen sumándose y complicándose hasta el paroxismo final -en esto también se parecen las dos novelas: en tener un ritmo creciente que lleva a un desenlace climático, por no decir orgásmico.
Un recurso que Aira emplea con frecuencia en sus novelas, y que en La villa es también fundamental, es el de la confusión de identidades o la aparición de dobles. Hay personajes que se llaman igual (o a lo mejor no); hermanas gemelas pero distintas; dos personajes que otro personaje no sabe que en realidad son el mismo personaje... Es un recurso perfectamente clásico, pero en Aira adquiere un aspecto singularmente angustioso, porque al lector nunca le queda claro cuáles de esas coincidencias son "reales" y cuáles son en realidad ilusiones o pistas falsas.
La villa es, efectivamente, una novela algo menos espiral y más circular que otras de Aira, quizás porque, precisamente, la clave de la novela reside en esa "villa" que tiene forma de rueda ("rueda de la fortuna", sugiere el texto en sus últimas páginas) en que se juega la vida de los desposeídos, de los expulsados, de los olvidados.
También de César Aira: Una novela china, El congreso de literatura, Las noches de Flores
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