Año de publicación: 2013
Valoración: muy recomendable
Para quien no tenga claro por qué la voz de Félix Romeo
arrastra en su Por qué escribo (Xordica,
2013), he aquí un aperitivo:
¿Por qué escribo?
Escribo porque soy diferente.
Escribo para ser diferente.
Empecé a escribir porque era diferente.
Empecé a escribir porque quería ser diferente. Nadie quería ser escritor cuando
yo decidí ser escritor. Recuerdo a un niño que quería ser dentista y a otro que
quería ser mecánico. Tenía doce años. […] Quería ser un escritor porque era diferente
y quería ser un escritor de los diferentes. Digo escritor, pero lo que yo
quería era ser un poeta diferente. En 8º de EGB fabriqué mis primeras
plaquettes fotocopiadas. Las destruí poco después porque me daba vergüenza
escribir tan mal. Ahora puedo decir que en esas plaquettes está lo mejor que he
escrito.
Foto: Aloma Rodríguez |
Desde
el punto de Ismael Grasa y Eva Puyó (encargados de la edición y el prólogo de
esta cuidada selección), la mayoría de los textos escritos por Romeo estaban
destinados a aparecer como artículos: críticas literarias, columnas o páginas
relacionadas con los intereses tan variopintos del autor; ciudades, música,
cine, cómics, televisión, literatura, gastronomía, bares, lugares que desaparecen
y lugares nuevos que sustituyen a los anteriores, recuerdos o la estrecha
relación entre literatura y política, la reflexión continua sobre una
democracia verdadera. El propio autor dijo en algún momento que su “verdadero libro, el que más certeramente se
ajustaría a su escritura, sería aquel en el que apareciese todo lo que enviaba
a lo largo del día desde su ordenador”.
Honrando la memoria de este columnista, traductor, crítico literario y agitador cultural, y defendiendo su visión de que vida y escritura nunca pueden ir por separado porque, de no ser así, ni vale una ni otra, Por qué escribo recoge todos aquellos textos que contuviesen elementos autobiográficos, fueran más personales o trataran de asuntos de carácter intelectual que resultaban imprescindibles o que aparecían reiteradamente en el corpus de Romeo. Y la verdad es que han alcanzado su objetivo: leemos Por qué escribo como si habláramos directamente con Félix. Lo sentimos cerca, ahí, al lado, sentado mientras pasamos las hojas, susurrándonos ideas, referencias, nombres de autores internacionales, aragoneses (de hecho, es él quien internacionaliza la literatura aragonesa hablando tan pronto de George Orwell como de, por ejemplo, Javier Tomeo).
Honrando la memoria de este columnista, traductor, crítico literario y agitador cultural, y defendiendo su visión de que vida y escritura nunca pueden ir por separado porque, de no ser así, ni vale una ni otra, Por qué escribo recoge todos aquellos textos que contuviesen elementos autobiográficos, fueran más personales o trataran de asuntos de carácter intelectual que resultaban imprescindibles o que aparecían reiteradamente en el corpus de Romeo. Y la verdad es que han alcanzado su objetivo: leemos Por qué escribo como si habláramos directamente con Félix. Lo sentimos cerca, ahí, al lado, sentado mientras pasamos las hojas, susurrándonos ideas, referencias, nombres de autores internacionales, aragoneses (de hecho, es él quien internacionaliza la literatura aragonesa hablando tan pronto de George Orwell como de, por ejemplo, Javier Tomeo).
Tras
la lectura de Por qué escribo uno
simplemente tiene ganas de. Ganas de todo. De leer y leer mucho, porque Romeo
no cesa de citar autores, libros y frases célebres, ya sea de autores
internacionales o de autores aragoneses (en esto Romeo no realiza ninguna
distinción). También le entran ganas a uno de viajar a Lisboa (“Me gusta su imperfección, observa este
columnista refiriéndose a la capital, Me
gusta pensar que podría vivir en Lisboa. Pero soy incapaz de comprar en
internet unos billetes para ir a Lisboa”), Londres, México DF, París (para
descubrir si, tal y como indica Romeo al referirse a Pepé Cerdá “París sólo es el sueño de París”) o de
probar todos los dulces de los que el autor habla en el artículo “Chuches”.
Programas de televisión, autobuses y viajes, nombres de películas y de libros, objetos o lugares que aparecen y desaparecen, Zaragoza y su escena pop o “Zaragoza DF”, nombre con la que la bautiza con sorna Félix, listas de freaks, de pintoras, revolucionarias, nombres de calles, la necesidad de una democracia real, los cómics, el amor profesado a sus amigos y familia (“Soy un yonqui del amor, de la amistad y del afecto”, explica en “2007”, un artículo-listado de deseos para el nuevo año) o las ganas de ser escritor, de leerlo y vivirlo todo, se nos describen mediante un estilo conversacional, detallista, repleto de frases cortas y envuelto en un tono, a veces más melancólico y crítico, a veces más humorístico.
En la antología Por qué escribo se recogen también los artículos que Félix escribió sobre un tema de vital importancia para él: la pérdida (la de personas queridas, edificios y espacios de la infancia que él amaba). Uno de los fragmentos más conmovedor es el dedicado a su amigo y compañero de piso Chusé Izuel:“Sin duda su muerte me cambió profundamente como persona y cambió también mi escritura, de la misma manera que nuestra guerra civil lo hizo con otros autores hace décadas. Y aunque no me gustaría dejar de ser el escritor y la persona que soy, sí me gustaría que Chusé no hubiera muerto. Quizás por eso no logro sentirme aliviado”. Por desgracia, la muerte acalla también la voz de aquellos a quienes nos gusta leer, ver y escuchar. Vivimos en un intento por aceptarlo, pero, retomando las palabras de Romeo, a mí también me gustaría que Félix no hubiera muerto.
Solo he leído Amarillo y Noche de enamorados. Ambos, sobrecogedores. Me leeré este también.
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