Idioma original: inglés
Año de publicación: 2013
Título original: Netsuke
Traducción: Ismael Attrache
Valoración: recomendable
No sabremos su nombre: o si llega a salir en el libro, no llegaremos a recordarlo. Pero el psicoanalista que protagoniza Netsuke es lo que se dice todo un angelito. O lo que se viene a llamar un pieza. Porque no sólo es que le sea contumazmente infiel a su mujer, la artista de collage japonesa Akiko. Es que lo es de una manera obsesiva, de una manera que parece que su voluntad esté neutralizada, que no haya nada más en su cabeza que el engaño, como sea, en fondo y forma. Es que lo es saltándose cualquier código deontológico, cualquier resquicio de ética profesional. Nuestro héroe se cepilla a cualquier paciente que se presente en su consulta y le resulte atractiva. Lo hace con el abyecto aprovechamiento de la sinceridad de la consulta psiquiátrica, del sacrosanto templo de la confidencialidad, en uso del bajo instinto, de contar con la ventaja de saber qué mecanismos hay que emplear para tal fin. Lo hace con un plan tan meticuloso que hasta destina diferentes salas de consulta, dependiendo de cual sea su intención respecto al paciente. Como si el diván tuviera dos posiciones. Y les otorga nombres extraños: a habitaciones y a amantes. Todo ello con una frialdad que nos desconcierta. Nos lleva algunos capítulos situarnos en esa vida a la vez excitante y deprimente. Engañando a una mujer que le venera y le cree con vehemencia, a la vez que dando muestras aisladas de estar practicando esa reprobable conducta, y engañando a las pacientes, a las que promete fidelidad, exclusividad, a las que promete, una tras otra, ser las únicas en disfrutar de esa atención especial en sus visitas. La vida aparcada sobre la mentira.
El engaño de nuestro psicoanalista lo conocemos en el entorno de un coche sorprendentemente antiguo, de su afición por los netsuke, (pequeñas esculturas artesanales de las que es coleccionista), y de su progresiva y deteriorada subida en espiral (o caída en picado, elijan Ustedes). Una especie de juego del ratón y el gato en que asume con tanta naturalidad su conducta que piensa que su mujer debería hacer exactamente lo mismo.
No es que Netsuke sea novela erótica. Los encuentros sexuales cuentan con descripciones parcas en detalles que, paradójicamente, acaban siendo más estimulantes que algunas de otros libros. Pero el trasfondo del profesional que aprovecha la vulnerabilidad del paciente (al que prefiere llamar cliente) y acaba traspasando demasiadas barreras (si el psicoanalista es el peor enfermo, quién tratará al psicoanalista), el elegante y contenidamente lírico modo de contarlo de Nikki Ducornet, esa sensación de que hay más debajo del texto que solo las imágenes que nos transmite (en el fondo, el hartazgo que puede llegar a acarrear el opulento triunfo profesional), todos esos elementos la convierten en una lectura dinámica, valiente, sin devaneos esteticistas ni más adorno del necesario.
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