Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien
Hay una librería
situada en la calle Dos de Mayo de Bilbao en la que quiero plantar una tienda
de campaña (discúlpenme todos los libreros y libreras de mi ciudad natal, espero
que esto no sea entendido como una ofensa). Si un día alguien me preguntara por
el Paraíso, lo arrastraría hasta ANTI- y después rogaría a los antianos que me
adoptaran. Acto seguido, devoraría todos sus libros.
Sin embargo,
hasta el momento sólo me he atrevido a comportarme como una clienta normal y
corriente. Vamos, que les compro libros. El último capricho fue El horno no funciona, de la parisina
Camille Vannier, una mezcla entre un diario ilustrado, un cómic autobiográfico y
un libro de bocetos que Sins Entido publicó en 2011. El hilo conductor de la
historia se construye a partir de los retratos de quince personas que conviven
en diferentes momentos con la narradora, la propia Camille.
La protagonista
llega a Barcelona en 2004, procedente de París. Entra a un ciber y encuentra el
anuncio de un piso compartido donde “el horno no funciona”, una frase que ella
repetirá cada vez que enseñe el piso a un nuevo inquilino: “… después de haber anunciado que tenemos una calefacción increíble y
una lavadora súper silenciosa, es cuando les digo: “ah, por cierto, el horno no
funciona”. La gente no suele
reaccionar a la revelación que les acabo de hacer. Porque a ver, no pasa nada
porque el horno no funcione. Pero cada vez que digo esta frase, en realidad lo
que les digo es: “sí, el piso es muy bonito, muy grande,… Pero lo siento, nunca
friego los platos, Josep no baja la tapa del water, Marco no sabe colgar la
ropa en el tendedero,…” con el tiempo
para mí esta frase ha pasado a ser una metáfora de “nadie es perfecto”.
Lo interesante, lo
atractivo y el humor de la obra residen en esa extraña familia que describe Vannier
con la que todos aquellos que hayamos compartido piso alguna vez podemos
identificarnos, porque uno nunca sabe qué puede encontrarse después de ese
primer contacto con un candidato a compañero de piso. Cándido y entrañable en
apariencia, el compañero de piso puede convertirse en el futuro en un ser cruel
y espeluznante. Recuerden, recuerden. Hagan memoria. Piensen en aquella cara
bondadosa inicial que, tras su metamorfosis rauda y repentina, nunca limpiaba
el baño, la vajilla, se comía sus galletas y, curiosamente, aunque con una
periodicidad asombrosa, siempre olvidaba comprar el papel de baño o pagar al
casero.
De cualquier
modo, parece que, salvo alguna excepción (no parece sentir mucho aprecio por el
trío Zoraia-Mariona-Rochelle, cuyo lema es “ajo y agua, tía”), C. Vannier ha tenido
bastante suerte con sus compañeros y sus lápices de colores ilustran mediante una
estética naïf y desenfadada una serie de bocetos alegres y dinámicos sobre
personajes curiosos, dejados y algo maniáticos que componen esta atípica
familia:“quizá no sea eterna como la biológica,
pero tan familia como ésta… Una familia bis, que se formó con la ayuda de loquo.com.
Pero… ¿Sabéis qué? Al fin y al cabo, elegida o no, la familia siempre es un
follón.
La pena es que,
a pesar de que esa estética cercana al boceto que emplea a la hora de ilustrar
sus personajes sea resultona y divertida, en lo referente a la narrativa
textual la obra podría estar más trabajada y presentar quizás una trama más
elaborada.
Lo del "timo de la función grill" es ABSOLUTAMENTE cierto... ¿o no?
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