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miércoles, 22 de mayo de 2013

Sabine Dardenne: Yo tenía doce años, cogí mi bici y me fui al colegio...

Título original: J'avais 12 ans, j'ai pris mon vélo et je suis partie à l'école

Idioma original: francés
Fecha de publicación: 2005
Valoración: Está bien

Hace ya un par de meses que terminé este libro escrito por Sabine Dardenne, una de las dos chicas belgas supervivientes del espeluznante caso Dutroux, y ahora que por fin lo reseño, resulta que en el panorama informativo internacional tenemos un nuevo monstruo con ínfulas de Barba Azul. Esta vez, made in América. Aunque, qué demonios, dejemos de llamar monstruos a estos insectos, que “monstruo” es, en mi opinión, una palabra que lleva aparejada cierta grandiosidad. En fin: capacidad de horrorizar, sí, pero a lo grande. Y estos tipejos trastornados y repugnantes que secuestran crías para su uso y disfrute no merecen tamaña designación.

Reflexiones sobre monstruos y lumiagos aparte, hablemos de Sabine Dardenne y de su libro, en el que la ya veinteañera narra con una mezcla increíble de frescura, estoicismo, ironía, sarcasmo, cinismo, sensatez y lucidez cómo con 12 años fue secuestrada por el pederasta-violador-asesino Marc Dutroux y su cómplice mientras iba, como cada mañana, en bici al colegio; cómo sobrevivió durante 80 días en el zulo en el que el bichejo la tuvo retenida, y cómo logró retomar su vida tras semejante temporada en el Infierno.

El Dutroux es una de esas joyitas psicopáticas que nacen así porque sí. El mayor de 5 hijos de una pareja de profesores “progres” que se trasladaron con su prole al Congo Belga para vivir allí un tiempo, no puede culpar a su entorno de generarle sus apestosas inclinaciones. Sencillamente, el tipo salió tal que así: gigoló adolescente, ladrón de coches, traficante de drogas, agresor y violador. Además de padre de 5 hijos y esposo por partida doble.

En fin, que el tipo apenas utilizó su FP de electricidad, y cuando en 1992 le sacaron de la cárcel por buen comportamiento tras 3 encerrado (estaba condenado a 13 por violar a 5 niñas), el gobierno de su civilizado país le consideró “discapacitado” y le concedió una pensión de por vida y toda clase de drogas para que estuviera calmado, contento y feliz (alijo personal que le serviría para secuestrar y mantener sedadas a sus víctimas).

O sea, que estas cosas no sólo pasan en España…

Y antes de secuestrar a Sabine, el pensionista social había hecho lo mismo con 2 niñas de menos de 10 años a las que su esposa (Michelle Martin, una pájara cuasi-subnormal que actualmente vive en un convento) dejó morir de hambre, y con 2 jovencitas a las que mató enterrándolas con vida en el jardín. Ah, y que también había asesinado a un socio suyo…

Con estos antecedentes, es de suponer qué clase de cautiverio tuvo que soportar Sabine en la mazmorra de Dutroux, al que describe como tonto, cerdo (en todos los sentidos), narcisista y vanidoso pese a su poco cuidado aspecto físico, tacaño, pervertido y, por supuesto, incapaz de cualquier sentimiento noble. Un auténtico engendro que engañó a Sabine diciéndole que él la protegía de unos mafiosos que querían hacerle daño por algún asunto con sus padres. Y la niña le creyó aunque los abusos y maltratos a los que su captor la sometía le hacían desear volver a casa o tener, al menos, una “compañera” de martirio.

Este último anhelo se lo hizo saber a Dutroux y, sorprendentemente, éste hizo caso a la niña: secuestró a la joven Laetitia Delhez para que Sabine tuviera una amiga. Y, por supuesto, Laetitia sufrió la misma suerte que ella, algo que hizo que Sabine lo pasara francamente mal ya que se sentía responsable del calvario de la chica. Pero, por otro lado, fue en el rapto de Laetitia cuando aparecieron ciertos testigos que ayudarían a localizar a Dutroux y a sus víctimas. Las niñas serían rescatadas unos cuantos días después del secuestro de Laetitia; su martirizador y sus cómplices, detenidos, y comenzaría el mayor y más duro y complicado circo-juicio de la historia de Bélgica, en el que no faltaron ridículas teorías conspiranoicas que quedan totalmente desmentidas en este libro.

Durante este proceso quedó claro que Sabine Dardenne había tomado la tozuda decisión de no permitir que lo que le había sucedido transformara su porvenir en un calvario. La chica así lo expresa y demuestra
 en este libro sincero, sencillo y en el que las escenas morbosas se resuelven con destreza: insinuando y no regodeándose en detalles sórdidos.

Los periódicos de medio mundo recogieron la entereza y superioridad con la que Sabine, una vez liberada y consciente de todo, trató y se refirió a un entonces cobarde y empequeñecido Dutroux. Y dicen que en una ocasión, entrando en los Juzgados, la Bella logró humillar y hacer bajar la cabeza a la Bestia con tan sólo una breve y fría mirada que concentraba todo el poder, la serenidad y la superioridad del mundo: el triunfo de Sabine frente al Mal más ponzoñoso, bajo, apestoso y chusco inimaginable.

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