Valoración: está bien
Hace unos meses presentábamos el poemario Pensamientos estériles de Luna Miguel y ahora le ha tocado el turno al último poemario que acaba de publicar de la mano de La Bella Varsovia, editorial que vuelve a apostar por ella, después de ofrecer una oportunidad a su primer poemario Estar enfermo (La Bella Varsovia, 2010) o a Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011), antología poética coordinada por la poeta.
En La tumba del marinero encontramos un conjunto de poemas más extenso que los anteriores que presenta una mayor densidad y reflexión en comparación a obras anteriores. Se trata de Un diario de aventuras donde anoto mis descubrimientos, mis obsesiones, mis recetas, mis opiniones, tal y como señala la autora en una entrevista concedida a la revista Koult.
Es cierto que muchos de los temas propios de su poesía se repiten (literatura, amor, sexo, referencias a la muerte, la presencia de la enfermedad, la juventud perdida o a punto de, las drogas), pero ahora se trabajan desde otra perspectiva, se ahonda más y aparecen temas nuevos o, al menos, un nuevo tratamiento de los antiguos. Está por un lado el extrañamiento ante el cuerpo de la persona amada, como en el caso de la voz poética que se interroga en el caso del poema "Historias de la vida en común": A mi lado un cuerpo dormido. Un cuerpo dormido que no responde al beso. Que no responde a la caricia. Que agita la mano disgustado si poso el labio en su mejilla. A mi lado el subconsciente. A mi lado la ficción soñándose a sí misma. En qué mundo estará. En qué mundo habita ahora el hombre que me ama. ¿Es el hombre que me ama esto que respira?
Están también la presencia de la muerte, de la enfermedad (el cáncer, la cicatriz, la diabetes), pero en este caso, estos conceptos ya no se perciben como un juego, reto, desafío o incluso provocación, sino que se aprecia una experiencia directa, un proceso de aceptación que lleva a Luna Miguel a mirar de frente, directamente, y a poetizar esta experiencia. La muerte no puede ser experimentada ni por los vivos ni por los muertos pero sí por los enfermos, dice, y acto seguido, se arranca la piel de cuajo y sus dedos sangran, tal y como lo hace su poesía. Decir enfermedad es decir locura, continúa, y sustituye los tatuajes que aparecían en Pensamientos estériles por cicatrices: Pacté con mi madre un tatuaje en el cuello./ Las dos compartiríamos marca,/ las dos/ el sello de tinta que nos une./ Sin embargo, ahora/ una cicatriz en el lugar íntimo/ separa nuestras nucas para siempre., explica en "Sailor's Grave", poema que da título a esta colección de textos.
Si interpretamos la cicatriz como símbolo de madurez, estaríamos también ante la muerte simbólica de la joven que entra en la edad adulta, teme, siente celos, se independiza, se muda, vive y dibuja su árbol genealógico de las cicatrices (abuelo, abuela, madre, padre, amante). Pero es consciente de que, para ella, estas cicatrices acaban de empezar: Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,/ aceite, tiempo quemado:/ un rasguño.
En alguna ocasión, el poemario cae de nuevo en el verso efectista y la repetición de la que ya hablábamos al reseñar Pensamientos estériles, y, aunque en el caso de algunos poemas sus versos no lleven a más, sean demasiado evidentes (nos referimos por ejemplo a "Coma diabético": Tú me diste una boca./ Mi madre me dio este páncreas./ La Ciencia me dio insulina./ Dios no me dio nada/ salvo miedo/ en un puñado de azúcar) o se queden simplemente en el poema idea ("Convivencia": Tejo contigo/ el terror a la disputa), en la mayoría de sus textos supera la simplicidad del puro efecto y ofrece un poema que no nos deja indiferentes ("Quimioterapia": El miedo solo afecta a la piel de los párpados./ Si los corto: no siento./ De qué sirve mirar si nos separan.).
De todas formas, es en sus poemas en prosa donde la poeta profundiza y elabora los mejores poemas. Es ahí donde reside su fuerza y donde arrastra. Donde investiga, desarrolla, rompe y se atreve. Y, lo más importante, donde nos apetece seguir leyendo y aguardando su próximo poemario. Así como Luna lleva la imagen de un ancla tatuada en su piel, su prosa poética lleva tatuada en sus páginas el trazo de la buena poesía, aunque todavía queden algunos poemas por pulir. Afortunadamente, es evidente que la autora conoce el mapa de navegación y el viaje promete.
También de Luna Miguel en ULAD: Pensamientos estériles
En La tumba del marinero encontramos un conjunto de poemas más extenso que los anteriores que presenta una mayor densidad y reflexión en comparación a obras anteriores. Se trata de Un diario de aventuras donde anoto mis descubrimientos, mis obsesiones, mis recetas, mis opiniones, tal y como señala la autora en una entrevista concedida a la revista Koult.
Es cierto que muchos de los temas propios de su poesía se repiten (literatura, amor, sexo, referencias a la muerte, la presencia de la enfermedad, la juventud perdida o a punto de, las drogas), pero ahora se trabajan desde otra perspectiva, se ahonda más y aparecen temas nuevos o, al menos, un nuevo tratamiento de los antiguos. Está por un lado el extrañamiento ante el cuerpo de la persona amada, como en el caso de la voz poética que se interroga en el caso del poema "Historias de la vida en común": A mi lado un cuerpo dormido. Un cuerpo dormido que no responde al beso. Que no responde a la caricia. Que agita la mano disgustado si poso el labio en su mejilla. A mi lado el subconsciente. A mi lado la ficción soñándose a sí misma. En qué mundo estará. En qué mundo habita ahora el hombre que me ama. ¿Es el hombre que me ama esto que respira?
Están también la presencia de la muerte, de la enfermedad (el cáncer, la cicatriz, la diabetes), pero en este caso, estos conceptos ya no se perciben como un juego, reto, desafío o incluso provocación, sino que se aprecia una experiencia directa, un proceso de aceptación que lleva a Luna Miguel a mirar de frente, directamente, y a poetizar esta experiencia. La muerte no puede ser experimentada ni por los vivos ni por los muertos pero sí por los enfermos, dice, y acto seguido, se arranca la piel de cuajo y sus dedos sangran, tal y como lo hace su poesía. Decir enfermedad es decir locura, continúa, y sustituye los tatuajes que aparecían en Pensamientos estériles por cicatrices: Pacté con mi madre un tatuaje en el cuello./ Las dos compartiríamos marca,/ las dos/ el sello de tinta que nos une./ Sin embargo, ahora/ una cicatriz en el lugar íntimo/ separa nuestras nucas para siempre., explica en "Sailor's Grave", poema que da título a esta colección de textos.
Si interpretamos la cicatriz como símbolo de madurez, estaríamos también ante la muerte simbólica de la joven que entra en la edad adulta, teme, siente celos, se independiza, se muda, vive y dibuja su árbol genealógico de las cicatrices (abuelo, abuela, madre, padre, amante). Pero es consciente de que, para ella, estas cicatrices acaban de empezar: Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,/ aceite, tiempo quemado:/ un rasguño.
En alguna ocasión, el poemario cae de nuevo en el verso efectista y la repetición de la que ya hablábamos al reseñar Pensamientos estériles, y, aunque en el caso de algunos poemas sus versos no lleven a más, sean demasiado evidentes (nos referimos por ejemplo a "Coma diabético": Tú me diste una boca./ Mi madre me dio este páncreas./ La Ciencia me dio insulina./ Dios no me dio nada/ salvo miedo/ en un puñado de azúcar) o se queden simplemente en el poema idea ("Convivencia": Tejo contigo/ el terror a la disputa), en la mayoría de sus textos supera la simplicidad del puro efecto y ofrece un poema que no nos deja indiferentes ("Quimioterapia": El miedo solo afecta a la piel de los párpados./ Si los corto: no siento./ De qué sirve mirar si nos separan.).
De todas formas, es en sus poemas en prosa donde la poeta profundiza y elabora los mejores poemas. Es ahí donde reside su fuerza y donde arrastra. Donde investiga, desarrolla, rompe y se atreve. Y, lo más importante, donde nos apetece seguir leyendo y aguardando su próximo poemario. Así como Luna lleva la imagen de un ancla tatuada en su piel, su prosa poética lleva tatuada en sus páginas el trazo de la buena poesía, aunque todavía queden algunos poemas por pulir. Afortunadamente, es evidente que la autora conoce el mapa de navegación y el viaje promete.
También de Luna Miguel en ULAD: Pensamientos estériles
Después de leer su primer poemario, Luna Miguel es más de la mediocridad y provocación que rige en esté país.
ResponderEliminarEsta autora tiene malísima prensa en el mundo de los blogs literarios. Yo personalmente no he leido nada suyo, pero vamos, que con 23 años se atreva a escribir sobre la juventud perdida me parece de una falta de perspectiva absoluta.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con cities. Su primer libro fue una impostura, el pero de mi biblioteca, sin duda. Escribe a libro por año, amén de dedicarse a antologar¡¡¡???? Dios nos libre si esta es la poesía del XXI.
ResponderEliminarQuizás me repita, pero ya comenté que se aprecia una evolución. No podemos quedarnos simplemente con el primer poemario de una autora (a mí tampoco me gustó mucho). Es verdad que en este último poemario los textos varían en lo que a calidad se refiere, pero, insisto, la mayoría de sus poemas en prosa me parecen buenos. Es en ese ámbito donde mejor se desenvuelve. ha encontrado una voz poética que promete y es en este punto donde se desarrolla, libre.
ResponderEliminarEs cierto también que se ha hablado mucho de ella en los blogs, pero yo le daría una oportunidad a este último poemario. Insisto, aunque la calidad no se mantenga en todos los textos, los algunos en verso y la mayoría de los escritos en prosa me han gustado mucho.
Sobre lo de que se atreva a escribir sobre la juventud perdida, pienso que cada poeta, cada creador, puede escribir sobre aquello que más le apetezca, eso es lo bueno del arte, de la literatura, ¿no? La libertad creativa.
En lo que el tema lo elige el autor, tienes toda la razón. Eso no es enjuiciable. Supongo que habrá mejorado poéticamente, pero si no tuviese el apoyo editorial, ese premio en su primer libro, polémica social, posiblemente fuese otra poeta más...No obstante te agradezco la sinceridad cuando dices que no te gustó mucho ese libro y, en general, cuando vuestra reseñas no tratan de asemejarse a la crítica oficial de papel, donde todo son bondades. O sea, al peloteo fácil.
ResponderEliminarPues para mí que una persona de 23 años escriba sobre la juventud perdida me parece ridículo. ¿Que es libre de hacerlo? Faltaría más. ¿Credibilidad? Más bien poca, al menos desde mi punto de vista. Es como escribir sobre la enfermedad cuando no has tenido un resfriado en tu vida. ¿De qué escribirá cuando tenga 35? ¿De la vejez y la decrepitud?
ResponderEliminarQue absurdo. Entonces nadie podría escribir, por ejemplo, sobre la muerte.
EliminarNo he leído a esta autora, así que igual me columpio, pero me parece que si solo pudiéramos escribir de aquello que hemos vivido directamente... se habrían escrito muchas menos obras de las que se han escrito. La poesía también puede ser ficción. Puede ser lo que el poeta quiera. Me pregunto qué impresión causarían esos poemas sobre la juventud perdida si se leyeran sin conocer la edad de la autora...
ResponderEliminarPara poder escribir bien, tendría que haber leído mucho, pero el problema de no haber leído, es que es superficial a morir.
ResponderEliminarA una década de trabajo su poesía y ahora también lo que hace en prensa, es simplemente lamentable. Habían dicho que no era bueno quedarse en las apreciaciones de su primera publicación, (digo publicación porque a eso no se le pueden llamar poemarios) y vale. Pero lo que vemos hoy es la conversión de su vida en un show mediático que se expone al público como poesía, o lo peor y más irresponsable aún, como periodismo! Y ya sé que como lectores simplemente podemos ignorarla y ya, pero que haces si te bombardean en facebook con cantidad de artículos en diferentes idiomas sobre la censura de la que fue supuestamente víctima!? Lo más natural es enfadarse, un lector sensato no lee más de dos páginas de sus publicaciones y eso porque lleguen casualmente a sus manos. Lo más indignante del caso es que se siga promoviendo a una figura tan hueca y superficial como el futuro de la literatura. Esto es como condenar a la literatura a una muerte lenta y dolorosa.
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