En ULAD ya hemos tratado antes el tema de la traducción y la invisibilidad del traductor, en especial en esta metaentrada de Paula sobre la lectura de textos traducidos. Sin embargo, el tema volvió a plantearse, y de forma muy acalorada, después de que una lectora muy amablemente nos sugiriera que mencionáramos el nombre de los traductores de los libros que reseñamos. En la última semana hemos debatido bastante sobre el asunto, aunque me temo que no hemos llegado a una conclusión definitiva al respecto.
Conviene decir, para evitar dudas, que todos, absolutamente todos los que escribimos en ULAD reconocemos la labor de los traductores, su importancia como transmisores culturales, el carácter creativo y complejo de su trabajo y la escasa compensación que demasiadas veces obtienen por él, tanto a nivel económico como en forma de prestigio social o reconocimiento crítico. Varias de las personas que forman parte del equipo fijo de ULAD ejercen, han ejercido o aspiran a ejercer como traductores, de forma que estamos plenamente sensibilizados al respecto.
Sabemos también, a pesar de lo que decíamos en una de nuestras entradas iniciales ("¿Qué reseñamos?") que no existe eso que allí llamábamos "la obra en sí"; ninguno de nosotros es tan radicalmente platónico como para creer que existe un Hamlet perfecto, del que las ediciones y traducciones existentes son solo una pobre copia. Por eso, sabemos también, perfectamente, que la experiencia lectora puede ser muy diferente dependiendo de la traducción manejada (uno de nosotros recordaba, por ejemplo, una traducción de Rimbaud que rimaba "castillos" con "defectillos", y hasta donde sabemos el traductor no fue encarcelado).
También somos conscientes, como decía, de que nosotros mismos en el blog hemos contribuido o continuado esta invisibilidad del traductor de que hablaba antes, no mencionándolo en nuestras reseñas, tratando los textos como si los hubiéramos leído en el idioma original (lo que sucede a veces, pero no mayoritariamente, sospecho) y por lo tanto "naturalizando" esos textos traducidos como si hubieran sido escritos directamente en español; como si Kafka hubiera escrito La metamorfosis y no Die Verwandlung).
Ahora bien, una vez establecidas estas bases y entonado este mea culpa, nuestro debate es sobre todo de índole práctica. Porque este blog, efectivamente, y así lo dijimos en la metaentrada que mencionamos dos párrafos más arriba, no reseña una edición concreta o una traducción concreta, aunque obviamente el reseñista de turno casi siempre habrá leído una única versión del texto. Más bien, en este blog seguimos el uso común que consiste en referirse a los libros en abstracto, al margen de sus accidentes editoriales o traductológicos.
(Por ejemplo, podemos decir: "He leído Ana Karenina" o "No me gusta La Divina Comedia" sin necesidad de aclarar qué edición o traducción hemos manejado, y de hecho podremos discutir sobre Madame Bovary con personas que hayan leído una edición distinta a la nuestra, o que incluso hayan leído el original francés).
En definitiva, nos enfrentamos al siguiente dilema: cómo dar a los traductores el reconocimiento que creemos, que sabemos, que merecen, sin al mismo tiempo traicionar nuestra concepción y nuestra particularidad como blog. Y como decía al comienzo, no hemos llegado a ninguna conclusión. Más bien, como pasa en las cumbres internacionales sobre el clima, nos hemos tenido que contentar con una declaración de buenas intenciones.
Dicho en otras palabras: a partir de ahora intentaremos ser más cuidadosos en mencionar a los traductores de las obras que reseñamos, aunque la forma de hacerlo quedará a discreción del reseñista. En particular, cuando citemos frases o párrafos tomados de una traducción, nos comprometemos a hacer mención explícita de la traducción empleada. Esperamos contribuir así, aunque sea mínimamente, a la tan merecida y tan deseada visibilización del traductor.
Entiendo que muchas veces se reseñarán libros que se han leído hace tiempo y no se puede recordar el traductor o la edición concreta, pero yo sí que veo interesante reseñar el traductor, no sólo por hacer visible su trabajo (que me parece estupendo) sino también por orientar a la hora de una futura lectura. Muchas veces el que nos guste o no un libro (y sintiéndolo mucho, sucede) depende de la traducción que hayamos leído. Y cuando nos vamos a los clásicos, hojeando las primeras páginas de distintas traducciones parece que tengamos libros diferentes. Sí, podemos todos comentar qué nos ha parecido La odisea, pero dependerá tanto de la traducción que hayamos leído...
ResponderEliminarHace poco leí un libro (de reconocida casa editorial española de cuyo nombre no quiero acordarme) en el que varias veces pude leer una expresión que me pone enfermo "habían muchas personas", entre otras lindezas. Ni que decir tiene que afecto bastante a la valoración general que tengo del libro. Por lo tanto, la traducción de una obra extranjera es fundamental.
ResponderEliminar¡Anda que no os habéis hecho unas cuantas pajas mentales para escribir toda esa cantidad de chorradas!
ResponderEliminar1. ¿Qué es traducir?
a. La mera reproducción del texto original en otro idioma.
b. El arte de adaptar un texto en otra lengua a la nuestra teniendo en cuenta en cada momento nuestra idiosincrasia particular.
¿Por qué los libros infantiles traducidos al español son tan malos?
- Porque lo hacen al modo a.
!Un gallifante para el caballero!
¿Cómo sabemos que estamos ante una buena traducción?
- Por comparación con otras obras (bueno esto es lo que haría el maestro, quien pone un número a cada libro...). Es broma, es broma (lo que está acotado no lo es).
Juzgo esencial la cuestión de la traducción y, aun mas, creo que la experiencia de lectura oscila sensiblemente entre una traducción bien trabajada y puntillosamente revisada, a otra llevada adelante por puro mercantilismo. Esto se manifiesta marcadamente en traducciones hechas desde idiomas no tan "cercanos" al nuestro (las de raíces indoeuropeas como las latinas o las sajonas no presentan tan gruesas dificultades). En Argentina, mi país natal y de residencia, puedes conseguir a los clásicos en las "revisterías" de la calle a precios en extremo módicos. Son traducciones ya sin reclamos de derechos de autor (algunas, datan de 300 años). Recomiendo a quien tenga a bien comparar, a modo lúdico, no deje de hacerlo. Quienes leen esas obras así traducidas, están leyendo otra cosa, que nada, absolutamente nada tienen que ver con la originalidad literaria del título en cuestión.
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