Idioma original: euskera y español (edición bilingüe)
Título original: Artikoa/ Ártica
Fecha de publicación: 2012
Valoración: Imprescindible
Tras apostar por autores como Raúl Zurita, Valerie Mejer, Andrés Fisher o
Reynaldo Jiménez, la editorial Amargord ha acertado una vez más con la edición
bilingüe Artikoa/ Ártica de Izaskun
Gracia Quintana (Bilbao, 1977). Por un lado, por presentar, tal y como indica
Pello Otxoteko en el prólogo a la obra, este grito silente que nace de la ruptura profunda y llega a la fragilidad
de la belleza, consiguiendo en el camino, poco a poco, sacudir el equilibrio
del lector. Y, por otro, por decantarse por un proyecto tan interesante
como el de la edición bilingüe. En una nota al final del libro, la escritora
explica que algunos poemas de este libro aparecieron en euskera; otros,
en castellano. Poco a poco, todos acabaron entremezclándose. En este
sentido, es llamativo el equilibrio que se da entre español y euskera, ya que,
independientemente de la lengua en que se conciba y lea el texto, la voz
poética es una, pura, y esto es muy difícil de lograr en el caso de escritura
bilingüe.
Artikoa / Ártica encierra una poesía de la carencia, de la
búsqueda y del desasosiego generado ante la perspectiva de que nada parece
cambiar. Una poesía que se trastormenta y vuelve a nacer o se cose al cielo para
dar rienda suelta a las ansias de volar. Para ello, la poeta hace uso de un
lenguaje depurado y de una estructura muy meditada que ya se advirtiera en
poemarios anteriores como fuegos fatuos
(accésit en el certamen poético Centro Juvenil Latina, 2003), eleak eta beleak (XVII Premio de Poesía Ernestina
de Champourcín, 2007) o saco de humos (XIX
Premio de Poesía Villa de Aranda, 2010). La obra no incluye una estructura
inicio-núcleo-desenlace. Sin embargo, la disposición de los poemas, de cada una
de las palabras, los espacios o los silencios es precisa. Nada sobra. Nada
falta. Nos hallamos ante una poesía exacta, tensa, donde la autora templa el verso
y da a luz una obra perfecta. Cerrada.
El mundo conocido comprime y cerca, pero Izaskun Gracia se acerca a la
grieta y observa, analiza. Calla. Bosqueja paisajes en los que sobrevuela héroes
agotados, ventanas cegadas, cuerpos de los niños muertos que yacen bajo una
higuera, se pierde, el vuelo se detiene en un templo, dios la llora y el cuerpo
cae en astillas. Tras poner en duda todo lo aprendido, entiende el relámpago, embiste la tormenta a
través de los ríos que parten de ella y, acuática y silente, abandona sus
apóstoles, arde los templos y, a falta de dios, busca en sus muertos la
respuesta a sus nombres. Reconstruye. Acto seguido, deshace telares y ocupa
entonces el cuerpo en otro compás que trastormenta y dirige sus pasos sin agua.
Porque, al fin y al cabo, no vale la pena agotarse […] que el momento ha llegado y por nada luchar
vale ya/ la pena.
No todo es su decir. También está aquello que calla, la sugerencia, el
juego de la ambivalencia que introduce valiéndose de la ausencia de puntuación
y de una exactitud y concisión admirables en el manejo de la palabra. Versos de
una voz poética luminosa que ha visto mucho y que a veces se duele (min ematen dit munduak/ eta ulertzen ez
dudan bizitzak/ y tus intentos por volvernos habitables en una tierra que nos/
regurgita impasible mientrasla piel se cubre de/ cicatrices a medida que pasa
el tiempo) y, sin embargo, se empeña, terca, en encontrar el norte en mitad
de una avenida gélida, ártica, que cubre la piel de cicatrices y que la voz
recorre una y otra vez con el fin de no olvidar quién es, con el fin de
encontrar más postigos con los que cegar todas las ventanas para, sabiéndose
exiliada, dejar la estancia sin resquicio de su vuelta y evitar así la
tentación de volverse atrás: han de
cambiar los pasos, advierte la poeta, porque
adelante ya no es un/ sentido/ el norte desaparece de los mapas que aterida
dibujó la/ consciencia/ y en el proceso queda la duda que no desaparece/
sempiterna e innata como el sabor de la piel hasta la muerte/ o hasta volver a
la tierra siendo ya polvo años después de/ haber muerto.
Así como existe un movimiento punk, una generación ni-ni o un grupo de
poetas gafapasta obsesionados con lo postmo, debería existir una generación izaskungracia que declamara sus versos
por la calle, que declamara por ejemplo eta
erbesteak beste lur batean esnatu ninduen hegalditik/ non gorputza ez zen egin
jausteko baizik eta ezpalak/ eta orduek ez zuten itxaron gu prest egon arte,
o que se tatuara enredé en catálogos de
imposturas y hallé la adecuada/ alumbré otro cuerpo y salí/ y el mundo se abrió
calle e incertidumbre de mañana a la altura del tobillo o en las corvas,
que escribiera en las paredes
sakrifizioan irekita larrugorritu nintzen me desnudé abierta en sacrificio
husturik vaciada
eta poliki-poliki ez daukadanak bihurtu y poco a poco lo que carezco
ninduen harresi] me volvió muralla]
husturik vaciada
eta poliki-poliki ez daukadanak bihurtu y poco a poco lo que carezco
ninduen harresi] me volvió muralla]
Qué tremenda reseña, Uxue.
ResponderEliminarTiene buena pinta, "izas". Y como su calidad sea directamente proporcional a esta vehemente reseña, espero lo mejor.
ResponderEliminar¡Felicidades por haber editado!
Descubrir vuestro blog ha sido una agradabilísima sorpresa. La reseña, desde luego invita a leerlo, y yo no he podido evitar hacerlo tras tropezar con él en mi librería habitual. Mi enhorabuena a la poeta.
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