Idioma original: inglés
Año de publicación: 2008
Valoración: Recomendable con reparos
En 1903, los judíos de Kishinev (Chisinau), capital de la actual Moldavia, sufrieron un progromo terrible. Lázaro Averbuch tenía 14 años entonces. Huyendo de la traumática experiencia, emigra a Estados Unidos y, cinco años más tarde es asesinado por el jefe de policía de Chicago cuando se presenta en su vivienda para entregarle una enigmática carta. Poco después, el subjefe encuentra, junto al cadáver acribillado a tiros, el sobre que su superior nunca llegó a abrir. Saca el papel, lo lee, se lo guarda en el bolsillo. El lector no olvida este dato, durante páginas y páginas espera ansiosamente que se le informe del contenido. Una expectativa abierta.
Lázaro soñaba con escribir artículos de prensa. De momento se dedicaba a empaquetar huevos y a perfeccionar su inglés. Como no era muy habilidoso, siempre se le rompía alguno, lo que para el dueño no suponía ninguna pérdida ya que le obligaba a comprarlos y se los vendía más caros que a nadie. Un siglo más tarde, Vladimir Brik, joven bosnio residente en Chicago desde el 92, con doble nacionalidad por contrato matrimonial, desempleado, soñador a tiempo completo y aspirante a escritor sin nada que lo avale, topa casualmente con la crónica de esos hechos y decide ampliar el material con vistas a un futuro libro volviendo a su lugar de origen. También al de Averbuch. A través de sus ojos revivimos la vida de Lázaro, pero ¿cómo conoce Brik las circunstancias que recrea si apenas se molesta en documentarse? Él no valora la exactitud ni el rigor, en realidad le importa todo muy poco. Hemon, en la entrevista que se incluye al final del libro, le califica de depresivo. Puede que esa fuese su intención al crearlo, pero lo que ha conseguido es un personaje algo desorientado por los bruscos cambios de ambiente, bastante escéptico, con poca confianza en sí mismo y ningún espíritu de lucha, un superviviente que va renqueando a costa de lo que sea, vive el presente y ni siquiera sabe si desea regresar a su país de adopción. Allí tenía una vida que no le satisfacía por demasiado ordenada. Probablemente, no lo haga nunca.
Artefacto metaliterario cuyo mayor sentido reside en la fabulación por sí misma. De todos los personajes, y aunque se dé a entender que lo suyo solo son las imágenes, el verdadero contador de historias es Rora, el fotógrafo, testigo de la guerra en Sarajevo y acompañante de Brik en su periplo por el corazón de la tragedia. Este, en cambio, es un diletante nato, mientras Rora no cesa de tirar fotos a diestro y siniestro, él se lamenta de su suerte. La figura del periodista, con la excusa de informar a sus lectores, añade todavía más ficción. Uno de los grandes aciertos de esta obra consiste en la dualidad que se establece entre los hechos desnudos y su interpretación sobre el papel. El personaje, gran farsante, está soberbiamente retratado, también la forma en que manipula la opinión del público.
El paralelismo entre las dos vidas produce algunas coincidencias. Los reporteros de ambas épocas llevan el nombre de Miller. Las resonancias bíblicas del de Lázaro, así como determinadas insinuaciones dispersas por la trama, dan a entender que acabará resucitando, y en cierto modo lo hace. También se repite la figura de la hermana, la pérdida y duelo que ambas experimentan. Los trazos más vigorosos se reservan para la histórica. Víctima indiscutible de los acontecimientos, Olga trabaja todo el día en un taller de costura por un salario mísero. Tras el fallecimiento del chico, el dueño del taller, un tal Goldblatt, la despide, según dice temporalmente, para protegerse de habladurías. Ella es además la única heroína. Acosada por la policía, ignorada por la comunidad judía, ridiculizada en la prensa, sin trabajo, sin su hermano y compañero de fatigas, obsesionada por la obligación moral de informar a la madre pero sin valor para hacerlo, con su autoestima por los suelos al verse forzada a representar una farsa, zarandeada por los intereses de unos y otros y con la losa de un futuro cadáver pesando sobre sus hombros –el del amigo de su hermano, fugitivo por puro azar de una persecución que no le corresponde– ha de tomar una determinación urgente. Y lo hace, consigue llegar al acuerdo que considera más justo: representar el papel exigido por los agentes de la ley a cambio de una vida joven e inocente.
Prosa más bien uniforme –sobre todo en los fragmentos contemporáneos– sin altibajos emotivos ni sorpresas, con algún hallazgo metafórico de vez en cuando y unas cuantas sentencias oportunas. La abulia congénita del protagonista, seguramente, habrá conducido al autor a adoptar ese tono, pero contrasta abruptamente con el panorama que presenta.
La tensión se va diluyendo según volvemos páginas para convertirse finalmente en poco menos que un envoltorio vacío. Si lo que deseaba Hemon era dormir tranquilo, tenía que haber buscado otro tema menos peliagudo, algo que desembocase en una novelita amable. Como lectora siento cierta decepción, se me ha colocado en pleno centro del drama, que me estalló en toda la cara apenas abrí el libro, y lo que quiero es emocionarme, que para eso he llegado al final.
Hola! Estás nominada a unos premios en mi blog.
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