Título original: The corrections
Idioma original: Inglés
Año de publicación: 2001
Valoración: Muy recomendable
Aún no consigo aclarar de manera definitiva si el canal HBO anda o no en la adaptación (con la colaboración del autor) de esta novela para una de sus magníficas series, o si se ha descartado el proyecto debido a dificultades en el proceso, parece ser que debido a la complejidad de su puesta en imágenes.
Lo cual me parece una cuestión interesante acerca de este libro. Primero, porque, aunque se trata de una obra con un magnífico valor literario, uno no puede evitar, a medida que la lee, revestirla de aspectos visuales, proyectarla en esas imágenes asociadas al american life-style, pintarla de colores ligeramente pastel, y llenarla de actores semi-desconocidos, pero con prometedoras carreras ante sí.
Las correcciones es la novela que precedió a esa otra maravilla, ya reseñada aquí, que es Libertad, y sus similitudes son innegables, aunque hay que descartar intención de Franzen de establecer paralelismo. Ésta es pre-11-S y la otra es post-11-S. En términos estadounidenses, esa diferencia no es poca cosa. Las correcciones es, igual que Libertad, la historia algo épica de las vicisitudes de una familia americana, familia que responde a criterios más o menos stándard. Esta vez la familia se apellida Lambert, y el punto de partida de la novela es un ya duro primer capítulo, duro, eso sí, entre detalles de humor ligeramente ácido, sobre el Parkinson y cómo éste está afectando a Alfred, marido de Enid y patriarca de la familia. Extenderse en detalles es inútil y poco respetuoso hacia el trabajo de Franzen. Hay que leer esos párrafos, esas descripciones casi domésticas:
"Últimamente le había dado por hacer que su máquina calculadora imprimiese grandes columnas con números de ocho cifras, totalmente desprovistos de sentido. Cuando Alfred dedicó toda una tarde, o casi, a calcular cinco veces seguidas los pagos a la seguridad social por la señora de la limpieza, obteniendo cuatro resultados diferentes, y al final se quedó con el número que le había salido repetido (635,78 dólares, cuando la cifra exacta era 70,00), Enid organizó una incursión nocturna en el archivador de Alfred y lo despojó de todas las carpetas relativas al pago de impuestos, lo cual habría contribuido notablemente al más eficaz funcionamiento de la casa, si no hubiera sido porque las carpetas encontraron el modo de meterse en una bolsa de Nordstrom, con unos cuantos Good Housekeeping engañosamente antiguos bajo los cuales se ocultaban documentos más relevantes, pérdidas de guerra que trajeron como consecuencia que la señora de la limpieza se ocupase ella misma de rellenar los formularios y que Enid se limitara a firmar los cheques, mientras Alfred meneaba la cabeza ante lo complicado que era todo"
Ésta es una muestra, no más allá de las diez primeras páginas, de la prodigiosa prosa de Franzen. Bueno, de la prosa y de la imaginación y del sutil trabajo de perfil de la personalidad de los miembros de la familia y, en el fondo, de toda la labor necesaria para la puesta en escena de las grandes obras de Franzen. A medida que esas 734 páginas se despliegan, conoceremos a su esposa y a sus hijos, sus relaciones, sus proyectos fracasados y exitosos, y las circunstancias que han marcado y regido sus existencias.
Los conoceremos en toda suerte de situaciones y viviremos sus vidas en una especie de viaje donde no faltan los momentos surrealistas (una escena escatológica, una consulta médica a bordo de un crucero) ni las situaciones más cotidianas, ni esos lapsos marca de la casa que Franzen aprovecha para cargar las tintas ideológicamente contra el sistema establecido. Sí, ya entonces, ya antes de la crisis global y el asunto de Lehman Brothers, y el de Enron, y el de Fanny Mae. Porque si una palabra puede definir a Franzen como escritor es, como a Houellebecq, ambición. Bueno, haré trampas, y que sean dos: ambición y maestría.
Donde no se corta este novelista (la novela es su hábitat natural, no puedo evitar pensar que sus ensayos andan algún escalón más abajo) es donde muchos otros no llegan, por falta de agallas, de bagaje cultural, de capacidad de documentarse, de imaginación, de lo que sea. Jonathan Franzen es un escritor con una enorme convicción en que sus obras no pueden ser un pasatiempos más. Su vocación de alejamiento de best-seller no es sólo actitud. No es el caso, por millones que venda y galardones que obtenga (este libro en concreto fue premiado con el National Book Awards ). Puede que ése sea el motivo por el que tarde casi décadas en acabarlas.
Pero cuando uno se enfrenta a la suntuosidad de sus mejores momentos (porque no hay que negar que 734 páginas dan para ligeros altibajos, lo contrario sería inhumano), comprende que cada página, que cada interludio, cada mención de éste u otro detalle, ha estado calculado, meticulosamente insertado con la finalidad de alcanzar el efecto deseado. Sea un programa de TV visionado, o una marca de detergente usado, o una suscripción a una revista concreta. Franzen no dejó nada al azar en Las correcciones. Los impactos, a pequeña o a gran escala, deben aportar su resultado. Como pasa, y vuelvo al canal HBO que mencionaba, con series como The Sopranos, las novelas de Franzen son viajes vívidos y apasionantes tras los cuales, normalmente, las cosas nunca vuelven a parecer lo mismo.
A mí "Las correcciones" también me gustó mucho. Y en algunos pasajes incluso me reí con ganas —cosa rara en una novela— y en otras me emocioné blandamente.
ResponderEliminarTengo pensado emprenderla pronto con "Libertad", sin embargo he oído que no está a la misma altura que esta obra. ¿?
En fin, veremos...
Gracias por el comentario. Yo diría que Libertad está a un nivel muy parecido. La estructura es similar, el nivel narrativo parejo, hasta su duración, rondando también las 700 páginas. Lo único que puede incidir es que leer las dos novelas en períodos relativamente cercanos, debido a la complejidad de situaciones y a la riqueza de tramas argumentales, puedan llevar a cierta confusión. Pero he disfrutado un montón con cualquiera de sus dos lecturas. Franzen juega en otra liga: te agradeceré que no me hagas juzgar qué grandes escritores americanos no llegan a su altura.
ResponderEliminarEn escritores americanos solo hay dos ligas: la Premier League, donde habita Scott Fitzgerald... y luego la de los demás.
ResponderEliminarUh! Faulkner, amigo? No merece la de más alto rango?. Yo me refería, por ejemplo, a que encuentro a Franzen superior a De Lillo. Por cierto, voy a intentar acabar un DeLillo y reseñarlo.
ResponderEliminarY Steinbeck? Y Capote?
ResponderEliminarSubmundo de Delillo es una joya. No he leido nada de Franzen.
Amigo... Faulkner no está hecho para mí. No le quito méritos a su escritura, pero me cuesta taaaaaaaaaaanto esfuerzo seguirla —y hablo de "El ruido y la furia"— que termina por no tocarme...
ResponderEliminarSi acaso, a la altura de Scott Fitzgerald está Steinbeck, como bien han apuntado. Sobre todo el Steinbeck de "Las uvas de la ira" y en menor medida el de "De ratones y hombres", que es una novela corta que personalmente me gusta mucho mucho mucho.
Si hay que elegir, entre Scott Fitzgerald y Faulkner escojo a Faulkner. Leer Absalón, Absalón para mí fue descubrir un nuevo mundo. A lo mejor Las palmeras salvajes puede ser una buena forma de empezar con él: es una novela preciosa, y más sencilla que otras suyas...
ResponderEliminarGracias a todos por los comentarios: quizás debamos dejarnos de divisiones y clasificaciones y aceptar que la literatura norteamericana (y no olvidemos a unos cuantos canadienses) tiene para dar y elegir. Steinbeck está en mi lista de pendientes, Franzen, curiosamente, tiene nuevo libro de ensayos en las tiendas (donde especula sobre los motivos del suicidio de Foster Wallace), y todos los demás mencionados aquí ostentarán sus merecimientos. Conclusión#1: el que no encuentra un libro que le guste es porque no le da la real gana. Conclusión#2: qué civilizada es la pasión por los libros. Conclusión#3 qué cursi es la conclusión#2.
ResponderEliminarGracias a todos por los comentarios: quizás debamos dejarnos de divisiones y clasificaciones y aceptar que la literatura norteamericana (y no olvidemos a unos cuantos canadienses) tiene para dar y elegir. Steinbeck está en mi lista de pendientes, Franzen, curiosamente, tiene nuevo libro de ensayos en las tiendas (donde especula sobre los motivos del suicidio de Foster Wallace), y todos los demás mencionados aquí ostentarán sus merecimientos. Conclusión#1: el que no encuentra un libro que le guste es porque no le da la real gana. Conclusión#2: qué civilizada es la pasión por los libros. Conclusión#3 qué cursi es la conclusión#2.
ResponderEliminar¿Cómo sabes si su prosa es prodigiosa si lo que has leído es una traducción?
ResponderEliminarRamón: la traducción al castellano revela una muy buena escritura. No tengo suficiente vocabulario en inglés para leerlo en versión original, pero confío que lo que me transmite la traducción es fiel al original, porque en otro caso sería que el traductor es un magnífico "adaptador". No puedo entrar en detalles técnicos porque no es lo mío. Lo mío, en estos casos, es leer un texto y explicar qué me ha parecido. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarAcabo de terminarla y me ha parecido un gran trabajo de Franzen. Y digo trabajo porque una novela de tal extensión y complejidad no se escribe sin un gran esfuerzo.
ResponderEliminarSaludos
He leído en el último mes las tres novelas de J Franzen. Nada añadiré al respecto porque coincido con gran parte de lo escrito. Sugiero leer, al terminar la lectura de Las correcciones, el pequeño ensayo “Nos vemos en St Louis”, antepenúltimo en “Cómo estar solo”.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarSiento no compartir el entusiasmo. No he podido con la novela, por la página 520 cuando viaja a Lituania he dicho basta.
La primera parte del libro sí me ha gustado. Me recordaba mucho a Tom Wolfe aunque a un nivel menor. Especialmente la vida de los dos hijos, y el crucero de los padres. Después se me ha hecho soporífera, con escenas sin sentido y artificiosas.
Como detalle, si un personaje es un chef de éxito, como mínimo que los platos tengan un mínimo de atractivo.
Si un listo monta un empresa en Lituania, que tenga un mínimo de credibilidad.
Y las escenas surrealistas (mierdas con vida propia) me han sobrado.
Lamento no haber disfrutado como el reseñista ni el resto de comentaristas.
Un saludo a todos
Gerónimo