Idioma original: japonés
Año de publicación: 2003 (en castellano: 2011)
Valoración: Recomendable
Esta es la segunda novela de la autora publicada en castellano. En ella manifiesta la misma preocupación que en la primera, Out, por el efecto que las estructuras y convenciones sociales producen en las mujeres japonesas. Aquí juega además con la idea del determinismo biológico. Así, la genética (los rasgos físicos e intelectuales, incluso los rasgos éticos, por ejemplo: la maldad como fenómeno congénito) se confronta con la influencia social: estructuras educativas y laborales, diferencias de clase etc.
Al principio nos introduce en la vida familiar de la protagonista y luego va ampliando el enfoque: el pasado, el colegio, otras familias. Fenómenos como el fanatismo o el binomio determinismo / libertad se convierten en motores de la trama. Pero el factor que motiva las conductas es la competitividad en el ascenso social, a ella se subordina todo cuanto ocurre. Los efectos son, lógicamente, nefastos: envidia, complejos, odio, frustración, esfuerzos desproporcionados, dramas familiares y vidas destrozadas desde el principio. En definitiva, un omnipresente fracaso, tanto personal como de convivencia.
La narradora y protagonista, además de presentar los hechos, pone a disposición del lector una serie de documentos (diarios, cartas, un expediente policial que incluye el testimonio del acusado), que amplían la perspectiva colocándonos frente a un panorama más que revelador y que la mera confesión del personaje no nos permitiría entender.
Lo peor de la novela – y quizá también su mayor mérito – consiste en que la naturaleza arquetípica de los personajes así como la libre sucesión de los hechos han sido lastrados por las tesis de Kirino, viéndose a la vez compensados por su clarividencia. A mí me ha mantenido intrigada y he disfrutado de verdad. Es cierto que pasan muchas cosas, pero también contiene muchas reflexiones, incluso intenta encontrar una base científica para explicar lo que sucede. En sentido estricto, no se puede considerar novela negra ya que, para empezar, le falta acción. Por eso, el genuino consumidor del género o cualquiera que busque un ritmo trepidante se puede sentir decepcionado con un argumento en el que el descubrimiento del culpable no es más que un mero trámite y donde los asesinatos son un mero pretexto, en este caso, como en otros mucho más ortodoxos, funcionan a modo de lupa de la que se sirve la autora para observar la sociedad más fácilmente . Pero, para mí, la mejor novela negra es la que cumple este requisito, por eso Kirino me gusta tanto.
En el penúltimo capítulo, ya avanzado el diario de Kazue (la segunda víctima) comienza a perder fuelle. Se alarga demasiado, no añade mucha más a lo ya narrado y resulta inverosímil en algunos momentos. Aunque no se puede negar que retrata magníficamente la progresiva degeneración física y mental de quien lo escribe y su irremediable caída en la demencia. Luego, a medida que progresa el capítulo y se acerca la fecha de los crímenes, va mejorando y, antes de que acabe, vuelve a remontar. Lo que le salva son las mentiras (las de Kazue, Zhang, Yuriko, las de su manipuladora hermana mayor) que, junto a las del resto de capítulos, forman un conjunto de hilos con el que se teje la red que nos acerca a la verdad.
La versión que podemos leer en España es una traducción del inglés. Tengo entendido que el final se ha modificado para adaptarlo al gusto americano, así que no sé si criticar la incoherencia de la autora o renegar de sus traductores. Lo que no puede negarse es que las cuestiones que plantea le preocupan realmente – algunas, incluso, llegan a obsesionarla –, que no están concebidas como meros artefactos comerciales ni sus enrevesados argumentos han sido ideados pensando en el éxito de ventas. La trama transpira sinceridad y eso es de agradecer.
Amarga, pesimista, desesperanzada, cargada de tonos sombríos. Si existiese alguna luz para nosotras, parece decir la autora, sólo la encontraríamos más allá de la muerte, nada hay peor que seguir cumpliendo años siendo mujer. También es un lamento por la constante dominación masculina, aunque a veces se diría que la ensalza. O, quizá, la absoluta sumisión de los personajes femeninos constituya una crítica. Resulta difícil saberlo. De cualquier forma, el mundo sórdido y triste de la prostitución se presenta en toda su crudeza y, a pesar de una inconsistencia innegable (ese empeño en identificarla con la liberación femenina no sé muy bien cómo encajarlo), se ve que conoce bien el terreno que pisa, está llena de pasión y, sobre todo, de preguntas.
También de Kirino: Out
Muy buena la reseña, muy exhaustiva :-)
ResponderEliminarNo puedo evitar decir una cosa (es de-formación profesional ;-): estoy bastante segura de que la idea de adaptar el final "al gusto americano" tendría poco que ver con los traductores, pobres pringadillos míos que ni pinchan ni cortan. Atufa más a decisión editorial yanqui.
Y, por cierto, me parece de una vergonzosa falta de ética profesional. ¿Imagino que un final y otro son drásticamente diferentes, que no es una alteración mínima?
Completamente de acuerdo En realidad, sólo estaba pensando en la traducción, sin personalismos profesionales. Pero a veces intentas que suene bien la frase y pecas de imprecisa sin darte cuenta. Por supuesto, el traductor hace lo que le encargan, en este caso no está en su mano decidir.
ResponderEliminarLo peor del asunto es que, según parece, alegaron que el desenlace era demasiado largo. Por tanto, no cambiaron un "detallito de nada" (que siempre sería importantísimo porque lo que pone el autor es sagrado) sino que cortaron muchísimo texto y seguro que el sentido del desenlace no tiene nada que ver con el de las versiones inglesa y castellana.
Hablando de otra cosa, Paula. el truco del que hablaba en mi comentario a tu Estampa se refería a la mía. Lo aclaro porque creo que me expliqué fatal y no se entiende muy bien.
Sí, sí, entendí que lo del truco se refería a tu entrada. Estoy intrigada... Imagino que será cosa onírico-poética.
ResponderEliminarSolo quería puntualizar lo de los traductores porque bastante poco se nos quiere ya... Supongo que se entendía bien, pero por si acaso :-)