Título original: Sweet Valley Twins
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1986 en adelante
Valoración: estabienparaniñasdediezaños
No, no os habéis equivocado de blog. Sí, estáis en Un libro al día. Y sí, estoy reseñando los libros de Las gemelas de Sweet Valley. Y no, no estoy loca; por lo menos, no del todo... Y es que si me preguntan qué libros leía de niña, de muy niña, no puedo responder cosas tan dignas como El hobbit o La historia interminable. No me gustaban los libros de fantasía o ciencia ficción —a excepción de los Animorphs—, ni tampoco los de miedo. Leía Los cinco, Los siete, Las torres de Malory y otras cursiladas "para niñas"; y, sobre todo, seguía con fruición las historietas de las gemelas Wakefield, que como veréis NO son exactamente —aunque casi ;)— las mismas odiosas adolescentes que las de aquella serie de televisión.
Quizás lo mejor de estos libros, ambientados en un pequeño pueblo de California, es que eran libros para niños —más bien, niñas— pero escritos de tal modo que parecían libros para más adultos, o quizás esa sensación me daba a mí. Además había tantos y eran tan baratos que tenía acceso ilimitado a ellos. En los 118 libros la autora tiene tiempo para tratar todo tipo de temas desde diferentes perspectivas, ya que hay un amplísimo espectro de personajes secundarios: aparte de las gemelas Elizabeth y Jessica, sus padres y su hermano Steven, tenemos a los compañeros de instituto. Cada uno de los libros se centra en algunos personajes, aunque por supuesto las gemelas y sus amigos más cercanos siempre aparecen.
Las gemelas de Sweet Valley me ayudaron a crecer en muchos sentidos. Resulta —ahora me entero— que esta serie que yo leía es en realidad un spin-off de la serie original (a decir verdad, me estoy haciendo un lío y ya no sé cuál era la original...). Lo que tengo claro es que "mis" gemelas estaban en sexto grado (es decir, sexto de primaria), y que cuando empecé a leerlas me parecía que eran muy mayores, con lo cual quizás yo estuviera en segundo, tercero o cuarto de primaria, hasta que llegó un momento en que yo me hice mayor que ellas y sus aventuras perdieron interés para mí. Por lo tanto, me acompañaron durante varios años, básicamente desde que aprendí a leer.
A pesar de ciertos defectos —especialmente, ese tufillo a sueño americano—, los libros de las gemelas de Sweet Valley me inculcaron ciertos valores. Las dos niñas, pese a ser físicamente idénticas, tenían personalidades opuestas (yo, por supuesto, me identificaba muchísimo más con la estudiosa y ávida lectora Elizabeth que con la engreída y caprichosa Jessica), pero las diferentes vicisitudes que vivían en los libros les ayudaban a mejorar y a superar cada una sus propios defectos y limitaciones, muchas veces propiciadas por ciertos prejuicios que los libros trataban de desmontar. Recuerdo especialmente la historia de Mandy, una compañera del colegio muy poco popular a la que le diagnostican cáncer; a lo largo de la novela, los demás niños van digiriendo lo que esto significa, y finalmente Jessica y el resto del selecto Club de las Unicornio dejan de lado sus absurdos prejuicios y prestan a la niña todo su apoyo.
¿Cuántos libros para niños hay que traten temas tan delicados y aparentemente tan lejanos de la vida infantil como la enfermedad y la muerte? En contra de lo que podría parecer, historias como esta, y otras similares, lograron empezar a concienciarme de ciertos asuntos de los que se suele intentar mantener a los niños apartados. Y me parece que es un gran logro que haya libros que consigan calar tan hondo en una niña de 9 o 10 años sin crearle, a cambio, ningún tipo de trauma en absoluto. Más bien, al contrario.
Fue una serie de televisión horrible,casi traumática.
ResponderEliminarDesconocía que hubiera un libro, investigaré
Me acabo de acordar que yo con 12 y 13 años estaba enganchadisima a estos libros. Entonces me encantaban, ahora me da verguenza reconocerlo. Pero si que estaban bien para esa edad en aquella época (finales de los 80).
ResponderEliminarSí, la serie de televisión era horrorosa... Y tampoco es que los libros sean la octava maravilla, ni mucho menos. Pero, como dice Patricia, "estaban bien para esa edad en aquella época".
ResponderEliminarA mí también me da cierta vergüenza reconocerlo, pero es que es la pura verdad: con 9, 10, 11 años los devoraba, y aprendí muchas cosas con ellos. Tan grabados los tengo que, mientras redactaba esta reseña, me di cuenta de que un relato que escribí hace unos dos años estaba basado en uno de los libros. ¡Y ni me había dado cuenta!