Título original: Lob des Sports
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 2005
Valoración: muy recomendable
Este libro es peculiar por varias razones. En primer lugar, porque se trata de un "elogio". Gumbrecht se ve obligado a justificar eso en un capítulo entero: resulta que un académico no puede escribir un ensayo "en elogio" de nada. Se entiende que un teórico debe ser alguien desapasionado, incluso distante, que trate cualquier tema como si llevara guantes de látex. Ya estemos ante una extensión del ethos del laboratorio a todos los campos del saber o, más probablemente, ante una mala comprensión del ideal a-valuativo de Weber, lo cierto es que no hay por dónde pillarlo. A todos nos apasionan las cosas que nos interesan, y a un teórico -es un suponer- debe de apasionarle mucho un tema para dedicar cientos de horas a su estudio. Lo más que puede hacer, entonces, es disimular esa pasión.
Bueno, pues Gumbrecht no sólo se niega, reclamándose continuador de una larga serie de elogiadores clásicos, sino que además se empecina en exhibir un interés sin duda censurable en la academia: el deporte. Pero no el deporte como opio del pueblo e instrumento de poderosos, ni el deporte como expresión o signo del espíritu de su tiempo. Gumbrecht habla del deporte porque le apasiona, y se propone glosar esta pasión y tratar de contagiarla al lector. Elogiarlo, en fin. Diré que de antemano no comparto esa pasión con Gumbrecht, pero es cierto que ciertas páginas me transmitían unas ganas locas de asistir al primer partido de béisbol que tuviera a mano. La perspectiva y el tono son los de un aficionado al deporte, y esto se agradece.
Ahora bien, eso no significa que se trate de un libro sin ambiciones teóricas. Una especie de anecdotario del hincha emérito. Esto tendría poco interés en un entorno distinto del de Estados Unidos, puesto que de allí proceden casi todos los ejemplos de los que habla Gumbrecht (que da clase en Stanford desde hace muchos años). Lo que se propone aquí es una lectura estética del deporte, que presenta el juego como el desarrollo interactivo de una forma que se desvanece en el tiempo. Este tratamiento estético del deporte creo que consigue, en efecto, captar una parte importante de su atracción masiva, pero sólo una parte.
Gumbrecht parece obviar lo más duro (y lo menos elogiable) de esa atracción: la asimilación del espectador en una comunidad enfrentada a otra. Ningún deporte de equipo se entiende sin esa apelación a "los colores" del club. Tampoco convence el itinerario histórico que ensaya Gumbrecht. Pese a todo, se trata de un ensayo ameno y muy bien escrito, que aporta una perspectiva novedosa y argumentada. Merece la pena.
También de Gumbrecht: En 1926.
Creo que su principal virtud es incentivar el entusiasmo por hablar o escribir sobre deportes desde otra perspectiva y en mi opinión alcanza su objetivo. ¡Un saludo!
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