Título original: The master of Petersburg
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1994
Valoración: recomendable
El maestro de Petersburgo no es un libro fácil de leer. La habitual economía expresiva de Coetzee, que en otras novelas me ha fascinado por su precisión, aquí se me ha hecho frustrante por momentos, cuando el autor se resiste a hacer comprensibles las acciones que describe. A fuerza de parquedad narrativa, los personajes parecen moverse en una atmósfera como de ensueño, en la que actúan sin saber por qué. Esto podría volverlos irreales, si no fuera porque sólo los personajes literarios actúan siempre sabiendo por qué.
Coetzee recrea literariamente parte de la vida de Dostoyevski: cuando el escritor viaja a San Petersburgo en 1869 para averiguar las circunstancias que rodean la muerte de su hijastro Pavel. Sólo que Dostoyevski no viajó en esa fecha a San Petersburgo, y su verdadero hijastro le sobrevivió. Coetzee, por tanto, sólo toma esta excusa pretendidamente biográfica para contar lo que a él le interesa, que es el proceso de búsqueda del hijo perdido. Dostoyevski se instala en la habitación donde vivía su hijastro, viste su ropa, frecuenta sus amigos, lo busca, en fin, hasta la identificación.
El telón de fondo de la trama es una Rusia bastante revuelta. Como en otras novelas de Coetzee, el violento ambiente social sirve en realidad para poner de manifiesto las luchas internas de los personajes. Aquí las turbulencias sociales se interpretan también en términos de lucha generacional: los hijos se rebelan contra el orden de los padres, que se aferran a los hijos para tratar de agarrarse a la vida a través de una fuerza que no es la suya. Dostoyevski se aferra a Pavel a través de las mujeres que lo rodearon y, quizá, lo amaron. Su casera, Ana, responde a un tipo de mujer que también está presente en Hombre lento y, más lejanamente, en Esperando a los bárbaros: un ser sólido, atado a la vida y cargado de una intensa sexualidad, que sabe siempre cómo actuar por una especie de sabiduría instintiva. A su lado los hombres son meras marionetas de fuerzas que intentan dominar, en vano, sin comprenderlas.
Sé que pongo una valoración baja para una novela que suele reconocerse como una de las mejores de Coetzee. A mí no ha conseguido convencerme del todo. Como siempre el lenguaje es exacto, no sobra nada, y los personajes son complejos e interesantes. Pero creo que echo en falta una orientación más clara de todo el texto: muchas veces he tenido la sensación de estar totalmente perdido, y no saber hacia dónde estaba evolucionando el protagonista. No dudo de que esta fuera la intención del autor, pero a mí me ha resultado bastante desconcertante, la verdad. Supongo que ayuda también no haber leído nada de Dostoyevski y perderse los muchos homenajes intertextuales que aseguran que contiene.
Todas las obras de J.M. Coetzee reseñadas en ULAD: Aquí
Qué cosa tan rara e interesante:
ResponderEliminarun falso suceso protagonizado por el Padre de Todos los Atormentados utilizado por alguien tan preciso como Coetzee...
Pero por lo que cuentas, muchas veces las geniales ideas se quedan en agua de borrajas por utilizar estilos frugales y/o inadecuados para condensarlas en obras sólidas.
Uno más a la lista de Pendientes, pero teniendo en cuenta tus advertencias, eso sí...
Hola! A mí el libro de Coetzee que me encantó es Desgracia, es una obra maestra.
ResponderEliminarEn serio, Melissa te gustó desgracia? Lo que es a mí, no me convenció.
ResponderEliminarA mi parecer El Maestro de Petersburgo es un buen libro, me gusta el lenguaje utilizado y no me perdí. Debo confesar que no tenía idea de la existencia real de los personajes, hasta que googlié y me di cuenta que tanto Fiodor como Nechaev eran verídicos, luego de terminarlo, busqué algo al respecto de cada uno pero me dejó medio confundido: Fechas, personajes y si es que realmente todo era absolutamente real. Ahora comprendo que muchas cosas han sido manipuladas pero en sí, me gusta aunque me deja algo vacío el final.
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EliminarHola, ya sabemos varios de los autores que admira Coetzee como Ford Madox, Beckett, Kafka y Dostoievski. Éste último es quien sirve de referencia -y homenaje- en "El Maestro de Petersburgo", aunque Coetzee cambia parte de la historia porque lo que necesita es un personaje "atormentado por la pérdida del hijo". El motivo puede estar en que Coetzee perdió a un hijo, de poco más de veinte años.
ResponderEliminariba a decir lo que dijiste al final pero me ha parecido valiosísima tu reseña, tuve la misma experiencia que es la de Dostoiewsky mismo...
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