Idioma original: español
Año de publicación: 1554
Valoración: Imprescindible
El Lazarillo es, desde hace tiempo, uno de mis libros favoritos. Me parece una verdadera maravilla, que reúne la importancia histórica (como elemento de enganche entre las recopilaciones de relatos con marco, al estilo del Decameron, y la novela moderna; y por supuesto, como fundadora de la novela picaresca) y el puro entretenimiento, por lo menos en algunos capítulos. Es verdad que el Lazarillo es una obra muy irregular, tanto que parece inacabada, o apenas esbozada, en su segunda mitad; y sin embargo, aún así, lo que tenemos es una obrita preciosa, divertida, ácida y de una ambigüedad magistral.
Probablemente, lo más conocido del Lazarillo son los cuentecillos que construyen las aventuras del "mozo de muchos amos" con el ciego, con el cura o con el escudero. Quién no ha leído alguna vez, en algún manual de secundaria, la aventura del ciego y la longaniza, o la del racimo de uvas, o la de la cabezada en el toro... Mi favorito es, probablemente, el capítulo del escudero, un personaje caricaturesco y satírico, pero tremendamente humano al mismo tiempo.
Pero no es ahí, creo, donde está el mayor mérito del Lazarillo (además del estilo, que por momentos es sencillamente brillante): lo más genial, y lo que hace que esta novela sea una novela, es el marco narrativo general: como se nos explica en el prólogo, la historia de Lázaro está contada desde el final de su vida ("la cumbre de toda mi buena fortuna"), para explicar "el caso" (al final descubriremos que se trata de acusaciones de adulterio y amancebamiento de su mujer) a una "Vuesa Merced" de la que poco o nada sabemos, para que "se tenga entera noticia de [su] persona", y de paso, para que "consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto".
Ese hilo conductor (el aprendizaje de Lázaro a lo largo de su vida) y esa escisión narrativa entre el Lázaro que vive las aventuras, y el Lázaro mayor que las narra, es el que le da unidad y sentido a la obra, y lo dota de una ambigüedad moral y narrativa que aún hoy divide a los críticos: ¿es el Lazarillo la historia de un fracaso (porque Lázaro pasa de hijo de ladrón a marido de amancebada) o es verdaderamente una historia de aprendizaje y ascenso social (porque Lázaro consigue sobrevivir por sí mismo y sacar adelante una familia)?
Ah, y por cierto, todavía pervive el misterio de la autoría del Lazarillo, por mucho que cada año salga un especialista que diga haberlo resuelto "definitivamente". Lo más probable, salvo que se vuelva a producir otro milagro como el de la edición desconocida que apareció escondida en una pared, es que nunca lo sepamos con total certeza. Y a quién le importa...
Es genial: la anterior entrada sobre la saga "Crepúsculo" mereció nada menos que 19 comentarios de los lectores del blog (eso sí, plagados de "uff", "pfff" y "aggg"). En el momento en que escribo (son las 17:25) nadie ha opinado acerca del "Lazarillo de Tormes"; igual es porque nadie se atreve a decir que es un petardo...
ResponderEliminarY por favor, no me pidáis que sea más explícito acerca de lo que pienso yo !!!!!!!
Jajaja, yo también lo he pensado, se ve que o todo el mundo está de acuerdo, o tienen miedo de soltarse. Venga, Orlando, no te cortes, di lo que piensas del Lazarillo. A mí de verdad que me encanta, pero entiendo que no todo el mundo tiene por qué compartir mi entusiasmo... :P
ResponderEliminarBueno, bueno... que conste que ha sido Santi quien me ha retado a soltarme la melena y a decir qué pienso... aunque no creo que mi opinión suponga ninguna sorpresa para quienes seguís el foro y habéis leído anteriores comentarios míos acerca de los "clásicos".
ResponderEliminarVeréis, los clásicos me parecen, en general, infantiles. Yo creo que, aunque las grandes pasiones que mueven al ser humano son intemporales (por supuesto, podemos destacar el amor) la perspectiva desde la que se analizan va cambiando y hace que algunos enfoques nos puedan llegar a resultar muy lejanos. Ya he puesto estos ejemplos con anterioridad, así que perdonad aquéllos para quienes me repito: madame Bovary, Ana Ozores y la Karenina se mueven por amor pasional, eso es indudable, pero... ¿habrían hecho lo que hicieron a día de hoy, en pleno siglo XXI? ¿tendría una mujer de hoy los complejos, las dudas, los escrúpulos morales que tienen esas famosas tres infieles? El amor y la pasión están ahí, pero qué raros resultan, qué acartonado parece todo !!!!
Ya conté también aquí que hace poco, siguiendo la recomendación de un amigo, me dispuse a disfrutar de "Huckleberry Finn". Dios mío, qué latazo, qué aventuras tan inanes, qué previsible era todo... El día que lo compré lo elegí frente a un volumen de relatos de Fogwill y me arrepentiré toda mi vida.
Leí muchos "clásicos" entre los 16 y los 20 años y he cumplido. Y ahora quizá alguien se pregunte: ¿y este perturbado de Orlando salva a alguien en esta caza de brujas? Pues sí, cabecitas mal pensantes, sí: así, sin pensar mucho, salvo "En Busca del Tiempo Perdido". Pero Santi, el Lazarillo me temo que no, lo siento.
Yo creo que la mayoría no lo ha leído porque tiene prejuicios pero cree que lo conoce. Y si se arriesgaran más de uno se llevaría una sorpresa.
ResponderEliminarLo leí en la carrera (antes había leído, como todos, los trozos que ponían en los libros de texto) pero lo disfruté como si hubiera sido elección propia.
Muchas gracias por tu opinión, Orlando, tan extrema como provocativa, aunque ya puedes imaginarte que no estoy para nada de acuerdo. Claro, las circunstancias, las mentalidades, las realidades cambian, pero las pasiones y los conflictos fundamentales humanos (el amor, la envidia, la ambición, el deseo...) permenecen, y por eso precisamente los clásicos son capaces de conmovernos siglos después de que se escribieran.
ResponderEliminarPor retomar tu ejemplo de Madame Bovary, Ana Karenina, etc., probablemente hay en ellas una exageración posromántica (o se burlan, precisamente, de las exageraciones románticas) que ahora nos parece algo infantil; pero los conflictos básicos, es decir, el adulterio, la inocencia traicionada, la hipocresía de la sociedad, etc., ¿me vas a decir que han dejado de existir?
Sí estoy de acuerdo en que los clásicos exigen que el "pacto ficcional", por el que nos "tragamos" lo que leemos, sea más generoso por nuestra parte, porque tenemos que introducirnos en todo un mundo cronológica y (muchas veces) geográficamente distinto, pero eso no quiere decir que sean incomprensibles, ni mucho menos infantiles. He dicho. :D
Yo también tuve que leerla por obligación,y me gustó. No está entre esas obras que me sacan algún: "Oh, buenísimo!", pero tampoco me sacó ningún: "puff, zzzzzZ", jeje. En general, no abogo por clásicos o no clásicos, si me gusta el libro, me gusta, independientemente de si se trata del XVIII o se ambienta el el 5500 d.C. Madame Bovary me encantó y Kareninan me aburrió soberanamente...de todo hay;-)
ResponderEliminarHace mucho que no pensaba en este libro, Santi!
En la facultat de Filología tuve como profesor al grandísimo Alberto Blecua.Recordaré toda mi vida la punta que sabía sacar ya no sólo al "Lazarillo", sino a "La lozana andaluza",al "Quijote",al "Guzmán de Alfarache".Se partía de risa en clase y lo transmitía la mar de bien.Pero qué queréis que os diga, luego en casa, a solas con el texto...no era lo mismo, y con los años,sigo sin pillarles el punto...
ResponderEliminarSanti dice que soy extremo y provocador... y quizá sea cierto, pero tengo que decirlo: "El Quijote" es un auténtico e intragable tostón.
ResponderEliminarPor cierto, el otro día en un comentario pregunté si alguien había leído "Fin" de David Monteagudo, publicado por el Acantilado. A mí me gustó, pero se lo regalé a un amigo y le pareció horrible !!!!!!!!!!!!!
Que conste, Orlando, que lo de "extrema" y "provocativa" lo decía en el buen sentido, ¿eh?
ResponderEliminarCon estas novelas hay otro escollo más que superar, que es obviamente el lenguaje, que a veces construye una barrera de "extrañamiento" entre nosotros y la obra, que no existía obviamente para los lectores contemporáneos.
Pero vamos, se mire como se mire, para mí el Quijote y el Lazarillo son dos obras maestras de la narrativa universal...
No puedo decir que no esté en desacuerdo contigo Orlando.
ResponderEliminarA mi el Lazarillo no me resultó particularmente atractivo pero en cambio, "El Buscón" hizo que me riera a carcajadas. El capítulo del Domine Cabra me pareció espectacular.
Pienso en el Fausto de Goethe, en las tragedias de Shakespeare, en las metamorfosis de Ovidio, en el Criticón de Gracián, en la Historia de Heródoto... No me digas que son para leer entre los 16 y los 20...
Coño, Santi, la aclaración no era necesaria, no me lo había tomado a mal. Hoy he estado ligeramente provocador con mis zarpazos a los clásicos, pero en la discrepancia está lo divertido, si todos pensásemos igual...
ResponderEliminarY por hoy mejor no nos hablamos más a través de estos mensajes, que van a empezar a gritarnos eso de "que se besen, que se besen..."
Emmmmmm... ¿puedo decir que el Lazarillo me gusta?
ResponderEliminarAunque siempre he pensado que es más una recopilación que una novela, por decirlo así, tiene el encanto de los tiempos antiguos y te deja ver un atisbo de por donde iba a ir la novela. Es que a los clásicos más que leerlos, hay que captarles el ambiente, hay que olerlos, no me sé explicar mejor.
Y no me digáis que huelen a papel viejo, ya lo sé :)
Y reírme con un clásico, Rinconete y Cortadillo.