Idioma original: inglés.
Título original: Jonathan Livingston Seagull, a story.
Año de publicación: 1970.
Valoración: Está bien.
Recuerdo haber leído esta novela en mis años de colegio.
Por aquel entonces me fascinó. Encontré en ella múltiples sugerencias y me conmovió la historia de Juan Salvador, esa gaviota rebelde con la que no me costaba identificarme.
Esta fábula nos presenta a una joven gaviota que no quiere limitar su vida a buscar alimento, como hacen la mayor parte de sus compañeras. Disfruta volando alto, ejecutando difíciles piruetas en el aire... y se esfuerza muchísimo por hacerlo cada vez mejor.
A pesar de la oposición e incomprensión de todo el mundo, incluso de sus más allegados, Juan Salvador logra alcanzar "un plano más elevado de existencia". Aprende, por ejemplo, a moverse a tal velocidad que es capaz de aparecer, de forma casi instantanea, en cualquier lugar del universo.
A pesar de saberse un ser privilegiado, o tal vez por eso mismo, el protagonista de esta historia no deja de preocuparse por las gaviotas que aún están en la tierra y que desean aprender a volar mejor. Por eso regresa, para servirles de guía e instructor.
La verdad es que al releer esta novela ahora, años después, no puedo evitar pensar que es una alegoría bastante evidente y un tanto simplista.
Pero, en cualquier caso, me sigue pareciendo un librito interesante sobre la búsqueda de la identidad personal, el esfuerzo por ser más libre, el empeño en ser uno mismo pese a todo y a todos.
Creo que es una de esas lecturas que merece la pena recomendar a los más jóvenes; especialmente a aquellos que demuestran ciertas inquietudes filosóficas o espirituales.
Para hacernos una idea del tono de la novela, basta reproducir unas palabras de la Gaviota Mayor:
"Cada uno de nosotros es en verdad una idea (...) ilimitada de la libertad (...) y el vuelo de alta precisión es un paso hacia la expresión de nuestra verdadera naturaleza. Tenemos que rechazar todo lo que nos limite."
Buf, qué peligroso me suena a mí todo eso.. Lo de bajar desde la altura para servir de guía a los que se arrastran en el lodo ha sido una constante desde la caverna de Platón. Y a él, al menos, le condujo a hacer la rosca de manera bochornosa a Dioniso, de profesión tirano. En cuanto a lo de rechazar todo lo que nos limita, hay en eso, en el mejor de los casos, una suicida inocencia.
ResponderEliminarOtra de mis lecturas pendientes (anda por casa, así que algún día lo engancharé).
ResponderEliminarÚltimamente no sé qué me pasa con los pájaros, pero allá donde voy, escucho o veo algo inquietante relacionado con ellos...Sin ir más lejos, el otro día, abrí la ventana de mi cuarto para ventilar, y pasó por delante de mis narices una gaviota, lo más normal del mundo viviendo en plena ciudad, vamos...
PD: en cuanto pueda escribo un par de reseñitas, es que estoy de trabajo y compromisos hasta los topes...
Sí, todo el mundo habla de la creciente presencia de gaviotas en la ciudad. Siguen un patrón migratorio diario: hacia las 8.00 entran desde el puerto en dirección, precisamente, hacia tu casa, y se vuelven al atardecer. En serio, yo lo he visto.
ResponderEliminarEn un estanque que hay al lado de mi casa ya no queda un solo pez: se los han comido todos.
Bueno, Buda también hablaba de los bodhisatvas al mismo tiempo que Platón de la caverna...y todavía se cree en ellos;-)
ResponderEliminarQué revuelto está el cielo...Cualquier día me entra un cóndor en el cuarto.
ResponderEliminarEsto me recuerda a un documental que he visto hace poco, "Cuervos en Tokio", impresionante...Allí, los cuervos parecen animales caseros, y como los japoneses les quieren, no dan tanta grima...En fin, cierro el pico, que esto parece un blog de ornitología.
Pues no seré yo. (El que todavía cree en ellos, digo.)
ResponderEliminardesde luego, vuestros comentarios han resultado mucho más interesantes que mi post..
ResponderEliminarpor cierto, qué recuerdos me trae esa "veta de terror" ornitológico ;)