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martes, 26 de abril de 2022

Salman Rushdie: La decadencia de Nerón Golden

 Idioma original: inglés

Título original: The Golden House

Año de publicación: 2017

Valoración: Imprescindible



Tardaré en reponerme de una lectura como esta, en el buen sentido, claro. Ya he comentado mi admiración casi incondicional por Salman Rushdie. ¿Salman o Nerón, por dónde empiezo? Creo que dejaré volar las teclas y que ellas decidan. Este espacio literario que he habitado durante casi veinte días, ¿o debería admitir que me ha abducido? es una de las pocas lecturas dónde me gustaría irme a vivir, al menos por una temporada. No es que aspire a compartir las experiencias de los personajes, ni hablamos de un idílico lugar donde pasar las vacaciones, es más bien como… lo que hace el narrador (y personaje relevante) de esta compleja trama. Observar, incluso espiar, acercarse o alejarse según conveniencia, incluso mimetizarse a veces y hasta participar en la acción según convenga. Pero sin tener que involucrarme tanto como él, ya que René, al fin y al cabo, vive realmente ahí dentro y no puede permanecer siempre al margen, en cambio el estatus de lector me protegería de cualquier salpicadura ocasional. De René hablare más adelante, él es quien explica los hechos pero detrás de él, y de todos los demás, está la mano expertísima de un escritor que sale y entra de la realidad según le convenga con toda naturalidad y un punto de arrogancia que le perdonamos porque puede permitírselo.

Comprendo que a muchos no acabe de atraerles ese simbolismo constante, la fusión de realidad y fantasía, un sarcasmo que utiliza lo esotérico, la mitología, la confrontación real/irreal junto a la realidad más cruda para hacer una feroz crítica social. Y esa ausencia de cortapisas, su costumbre de dar rienda suelta a una imaginación desbocada así como el señalamiento de nuestros defectos y vicios con la mayor crudeza posible tiene poco de comercial. No es fácil leer la obra de Rushdie porque exige un esfuerzo constante y, de alguna forma, nos arañan por dentro. Hasta yo, que he disfrutado tanto con sus novelas, tuve que abandonar una de ellas porque tanta alegoría me sobrepasaba una poco. Pero aquí se da un cambio apreciable: no existen dos planos, el argumento es absolutamente realista, las pinceladas de irrealidad son un mero adorno, una rúbrica de autor. Encontramos también más humanidad, afecto hacia los personajes, valores positivos, planteamientos éticos directos, empatía, incluso amor del bueno (y de varios tipos) junto a la crueldad, dolor e injusticia que suponen una llamada a la catástrofe y que no pueden faltar en este autor sin desvirtuar su auténtica esencia. Así que, en caso de estar dispuestos a abordar sus más de quinientas páginas, no se lo piensen mucho y conozcan a este Nerón Golden y a toda su familia. Van a disfrutar y a sufrir, van a amar a unos y odiar a otros. Y eso es lo que se espera de esas grandes historias cuya mayor virtud es, quizá, su capacidad de engancharnos a poco que estemos disponibles.

El acaudalado industrial del título se ha metamorfoseado junto con toda su familia, cambiado de nombre, nacionalidad e idioma. Su identidad, pues, es otra. (Este tema de la identidad, en sus diferentes facetas (religión, estado, sexo etc,) se contempla a lo largo de estas páginas, con mayor o menor detalle, desde varios ángulos distintos. Aunque originarios de la India, sus nombres de pila están todos tomados de la Roma clásica (Petronio, Apuleyo, Dioniso y Vespasiano son los nombres de sus hijos por orden de edad, su autor sabrá el por qué de este guiño entre tantos). Me consta que le interesa situar en primer plano la tragedia griega, ¿será esa la razón por la que habla todo el tiempo de romanos? El mundo clásico, es cierto, está muy presente, pero también la mentalidad y política estadounidenses, vida y fisonomía de Nueva York, hechos históricos, el arte, lo hindú, problemáticas recientes –como la absurda polémica del género fluido, que el autor acaba resolviendo con su lógica implacable sin eludir el dramatismo que implica–, haciendo gala de una erudición más sorprendente aún si pensamos que abarca los mundos oriental y occidental y en ambos parece sentirse igualmente cómodo. 

“Tendríamos que haber adivinado que un hombre que se había puesto el nombre del último de los Julio-Claudios de Roma y luego se había instalado en una domus aurea estaba reconociendo públicamente su propia locura, sus fechorías, su megalomanía y su inminente final trágico, y también riéndose en la cara de todo aquello; un hombre así estaba arrojando un guante a los pies del destino y chasqueando los dedos en la cara de la Muerte al acercarse esta…”.

En India, Nerón había perdido a su primera mujer, víctima de un terrible atentado, pero no tardará en aparecer Vasilisa, la cazafortunas joven, bella y arpía (¡cómo no! otro mito que no podía faltar), cuyo papel es fundamental en el desarrollo de los hechos. Y si la riqueza atrae a los ambiciosos, el culebrón que acabo de esbozar es un imán para un joven creador, el mencionado René, vecino de la cómoda zona residencial donde viven, que cree haber encontrado en la Casa Dorada el guion perfecto para triunfar en el mundo del cine. Como solo conocemos su punto de vista, forzosamente tiene que caernos bien, aunque su hipocresía sea más que evidente para el lector y gracias a ella capte la confianza de los Golden y de todo su entorno. El desarrollo no es lineal, abundan los cambios de registro, la alternancia entre primera y tercera personas, apuntes para ese futuro guion, flash backs ocasionales y digresiones varias. Historias dentro de historias, metaliteratura como ingrediente indispensable que no puede faltar en un guiso cocinado por Rushdie. Los recuerdos de Nerón Golden, en plena decadencia y cercano ya el desenlace, servirán para dar sentido a todo lo anterior, gracias a sus confidencias comprendemos que la clave del misterio se encuentra en la mafia. Como todo ese material está en manos de un narrador que, además, es cineasta, imaginen cuántos títulos y escenas salen de su cabeza y se convierten en el vehículo que da forma a su relato. 

El climax de la acción tiene lugar en la época inmediatamente anterior a las elecciones que acabará ganando Trump, y que René vive con auténtico pavor como ciudadano y como documentalista cuyo principal deber es informar. La gran tragedia griega que se venía anunciando culmina finalmente, de todo aquel esplendor solo quedan las cenizas, y sin embargo, sorprendentemente, se produce cierta justicia. Poética, no religiosa, no se premia a los buenos y se castiga a los malos, muchos malos caen, también algunos buenos, tal como sucede en la vida, pero unos pocos, por sorprendente que parezca, pueden disfrutar de un final feliz.

Traducción: Javier Calvo

También de Salman Rushdie: Dos años, ocho meses y veintiocho noches, Los versos satánicos

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