Traductora: María Pérez de San Román
Año de publicación de este volumen: 2018
Valoración: Recomendable
La Biblioteca de Carfax me ha vuelto a sorprender, esta vez con una antología de terror victoriano. En El rostro en el espejo y otros relatos góticos, la editorial nos obsequia con una ilustración de cubierta espléndida, un prólogo luminoso y seis de los mejores textos de Mary Elizabeth Braddon, autora best-seller que en su época llegó a vender más que el mismísimo Charles Dickens, y que fue realmente polémica debido a su peculiar estilo de vida y a su defensa del igualitarismo.
Veo que la mayoría enmarca las narraciones de El rostro en el espejo y otros relatos góticos dentro del subgénero terrorífico de fantasmas, y no les culpo; a fin de cuentas, muchos de los ingredientes de los que Braddon se sirve para gestar estas piezas remiten a ese tipo de historias. Por ejemplo: jóvenes hermosas que languidecen, pretendientes relegados a la friendzone, amigas de lealtad inquebrantable, eruditos escépticos, criados supersticiosos, casas embrujadas, objetos malditos o maldiciones proferidas en el último suspiro. No obstante, tengo que advertir que, pese a los clichés empleados en estos relatos, todos escapan gozosamente de lo convencional. De modo que nadie acuda a ellos (o los evite) pensando que al leerlos se va a topar con relatos de fantasmas al uso, plagados de tópicos de manual. No, no, no. Aquí se le da un enfoque distinto, menos complaciente, al subgénero. Ya veréis.
También querría destacar los puntos negativos de estas historias. Irrisorios, vale, y condicionados por el momento histórico en que fueron escritas, pero que no he podido dejar de notar. En primer lugar, ciertos pasajes ampulosos de la prosa de Braddon. No los hay en exceso, y la mayoría de las veces están justificados: por ejemplo, cuando aparecen en cartas escritas con voluptuoso entusiasmo (me voy a poner rococó yo también, venga). Sin embargo, en un par de ocasiones encontramos estos pasajes en diálogos, de modo que las conversaciones se sienten poco naturales, forzadas. Otro punto negativo sería la previsibilidad de algunas historias. Eso no es culpa de la autora, innovadora hasta cierto punto, sino nuestra, ya que tenemos un bagaje demasiado grande, con lo cual es difícil sorprendernos...
Aclarado esto, vayamos al contenido. Empezamos con "El rostro en el espejo". Es una historia interesante, y, como todas las demás, bien escrita. En especial, debo destacar su premisa (esos protagonistas que van a la caza de espectros) y su atmósfera, ambas muy conseguidas. Va seguida de "Ella", relato que aborda el mismo elemento sobrenatural que el primero, un espejo fatalmente profético, desde un enfoque complementario, y no repetitivo. A continuación tenemos a "La sombra en la esquina". En una mansión embrujada entra a trabajar una joven, que perderá la vida debido al escepticismo de su señor y la tozudería de un criado. Luego viene "La buena lady Ducayne". El más pulp del conjunto, pues tiene incluso una reminiscencia a esos médicos sin escrúpulos que parecen salidos de las revistas de la década de los cincuenta (y que conste que no lo digo como algo negativo). Para colmo, "La buena lady Ducayne" revisita el mito del vampiro, lo cual siempre es de agradecer. "Su última aparición" cubre a una desdichada actriz de teatro, que en su inocencia se ha casado con un canalla. Menos mal que tiene a un solícito caballero que la admira, dispuesto a matar por ella. ¿O quizás no es afortunada por ello? En "El visitante de Eveline", dos primos se baten en duelo por una mujer. El ganador será atormentado por el espectro del perdedor en sus momentos de mayor felicidad. Esta narración tiene una de las mejores frases del libro: «si los hombres tuvieran el poder de vengarse a sí mismos, la tierra estaría poblada de fantasmas». ¡Flipa con la sentencia lapidaria!
También querría destacar los puntos negativos de estas historias. Irrisorios, vale, y condicionados por el momento histórico en que fueron escritas, pero que no he podido dejar de notar. En primer lugar, ciertos pasajes ampulosos de la prosa de Braddon. No los hay en exceso, y la mayoría de las veces están justificados: por ejemplo, cuando aparecen en cartas escritas con voluptuoso entusiasmo (me voy a poner rococó yo también, venga). Sin embargo, en un par de ocasiones encontramos estos pasajes en diálogos, de modo que las conversaciones se sienten poco naturales, forzadas. Otro punto negativo sería la previsibilidad de algunas historias. Eso no es culpa de la autora, innovadora hasta cierto punto, sino nuestra, ya que tenemos un bagaje demasiado grande, con lo cual es difícil sorprendernos...
Aclarado esto, vayamos al contenido. Empezamos con "El rostro en el espejo". Es una historia interesante, y, como todas las demás, bien escrita. En especial, debo destacar su premisa (esos protagonistas que van a la caza de espectros) y su atmósfera, ambas muy conseguidas. Va seguida de "Ella", relato que aborda el mismo elemento sobrenatural que el primero, un espejo fatalmente profético, desde un enfoque complementario, y no repetitivo. A continuación tenemos a "La sombra en la esquina". En una mansión embrujada entra a trabajar una joven, que perderá la vida debido al escepticismo de su señor y la tozudería de un criado. Luego viene "La buena lady Ducayne". El más pulp del conjunto, pues tiene incluso una reminiscencia a esos médicos sin escrúpulos que parecen salidos de las revistas de la década de los cincuenta (y que conste que no lo digo como algo negativo). Para colmo, "La buena lady Ducayne" revisita el mito del vampiro, lo cual siempre es de agradecer. "Su última aparición" cubre a una desdichada actriz de teatro, que en su inocencia se ha casado con un canalla. Menos mal que tiene a un solícito caballero que la admira, dispuesto a matar por ella. ¿O quizás no es afortunada por ello? En "El visitante de Eveline", dos primos se baten en duelo por una mujer. El ganador será atormentado por el espectro del perdedor en sus momentos de mayor felicidad. Esta narración tiene una de las mejores frases del libro: «si los hombres tuvieran el poder de vengarse a sí mismos, la tierra estaría poblada de fantasmas». ¡Flipa con la sentencia lapidaria!
En fin, que estamos ante un libro que contiene relatos innovadores y astutos, recuperados tras un injusto olvido. Es, en definitiva, una buena oportunidad para estrenarse con Braddon, o para conocer el trabajo de La Biblioteca de Carfax, que ha editado con oficio y cariño a partes iguales a la autora.
Se agradece que cada vez deis más visibilidad a autoras que no son tan conocidas :)
ResponderEliminarDices "el momento histórico que fueron escritas", pero esta vez no me sirve la fecha que has puesto. Será que coinciden las 2 últimas cifras? 1918? 1818?
ResponderEliminarGracias por sacarme de dudas. Ciao
Val
Saludos a las dos, y gracias por comentar.
ResponderEliminarLectora, últimamente he descubierto a varias autoras que desconocía, y realmente valen mucho la pena. He escrito reseñas de libros de todas ellas: Joan Lindsay, Verity Bargate y Shirley Jackson, además de la aquí arriba reseñada Mary Elizabeth Braddon. Decir que es un placer interesar a los demás en estas escritoras.
Val, la fecha de publicación hace referencia al año en que la editorial La Biblioteca de Carfax ha editado estos relatos. Originalmente, pero, estos se publicaron en la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX. Espero haber solucionado tu duda.