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lunes, 12 de octubre de 2015

Emmanuel Carrère: El Reino

Idioma original: francés
Título original: Le Royaume
Traductor: Jaime Zulaika
Año de publicación: 2014
Valoración: Recomendable

Este es uno de los libros más esperados, después del éxito de Limonov, que transformó a Carrère en una celebridad en España (aunque en Francia ya lo era antes de eso). Bueno, pues es un libro extraño; un buen libro también, sin duda, pero un libro extraño que sospecho que desconcertará a muchos de sus lectores.

Para empezar, es un libro sobre Jesucristo, San Pablo, los primeros años del cristianismo y sobre el evangelista Lucas. No parece el tema más candente en un momento en el que el Islam es la religión que está en boca de todos, incluso de aquellos que no tienen ni idea de lo que es el Islam. (Houllebecq, con más sentido de la actualidad y quizás más voluntad de polémica, acaba de publicar Sumisión este mismo año). Pero a Carrère le interesa es el cristianismo, porque es la religión a la que él pertenece por cultura, y porque durante un breve periodo de tiempo fue un cristiano convencido y fervoroso.

Porque esa es otra: no es solo que el tema de este libro parezca algo demodé: es que es un libro muy difícil de clasificar. La primera parte (que, por cierto, se lee de un tirón) cuenta un episodio de la vida del propio Carrère: una crisis espiritual que le llevó, durante unos pocos años, a abrazar la fe cristiana y dedicarse devotamente a la lectura y comentario del Evangelio de San Juan. En esta primera parte se nos cuenta su depresión, su descubrimiento de la fe, la ardua tarea de glosador evangélico, su posterior desencanto y su vuelta al estado original de descreído cinico.

Pero a partir de ahí el libro se transforma, y pasa a ser una reconstrucción, todo lo minuciosa que permiten las fuentes, de la vida de San Pablo, de los primeros años de vida de las comunidades cristianas, y de Lucas el Evangelista, un personaje con el cual Carrère claramente se identifica, por su labor de cronista y su situación en un modesto segundo plano. Así, en esta segunda (y tercera y cuarta) parte, ya no es Carrère el protagonista -aunque sigue estando muy presente en el texto, con constantes comentarios y puntualizaciones, o recuperando ocasionalmente el primer plano-, y el género cambia de la autobiografía al ensayo... o la historia... o la exégesis bíblica...

Y aunque la segunda parte del libro, la dedicada a San Pablo, también se lee de un tirón (porque San Pablo es, como el propio Carrère dice, un personaje muy "dostoievskiano"), a partir de la tercera parte el interés decae bastante, por varios motivos: primero, porque a partir de aquí el texto sigue más de cerca el Evangelio de Lucas (aliñado con historia de Roma, con episodios de la vida del propio autor y muchos otros elementos que le dan variedad al texto); después, porque Lucas, el cronista, es un personaje mucho menos interesante que Pablo, el predicador enfurecido; y también porque el propio texto se vuelve algo repetitivo, con su repetición de ciertas anécdotas y de ciertos recursos (por ejemplo, comparar la expansión del cristianismo bajo el Imperio Romano, con la expansión del yoga y el budismo en nuestros días en los países occidentales).

El Reino tiene valores indudables: el primero, el conocimiento profundo que Carrère demuestra de la vida en el primer siglo de nuestra era, en Jerusalén, en Grecia, en Roma; en segundo lugar, la honestidad con la que deslinda lo que está estrictamente basado en fuentes fiables, lo que se puede intuir a partir de ellas, y lo que, simplemente, él se inventa porque no hay ninguna documentación al respecto; y por último, y esto para el lector es muy importante, el humor y el tono despreocupado con el que está escrito el libro, que trata a Jesús y sus discípulos con respeto, pero también con ligereza irreverente. Los lectores más postmodernos también apreciarán el la autoreferencialidad del texto, que desde la primera página hasta la última se muestra en proceso de ser escrito.

No cabe duda de que El Reino es por todo ello una trabajosa obra de investigación, erudición y divulgación bíblica, que hablará especialmente a quienes estén interesados por estos temas. En cambio, para quienes ya conozcan razonablemente bien los evangelios y sus parábolas, o para quienes simplemente no tengan ningún interés por ellos, resultará una obra decepcionante. Para ellos, lo que queda es la lucha de Carrère contra sí mismo, y su búsqueda honesta de una respuesta en cuanto a su propia fe o falta de ella; quizás no sea suficiente para hacer el libro atractivo, pero sin duda provocará algunas preguntas.


También de Emmanuel Carrère en ULAD: Aquí

8 comentarios:

  1. Pues he de decirte que soy "casi" un fan de Carrère, aunque también que, de los tres libros que he leído de él, con mucho lo que más desconcertó (léase como eufemismo de "me sobró") fue la última parte de la por otra parte excelente "El adversario". Donde empezaba a irrumpir cierto sentido de la espiritualidad casi moralizante, que me costó situar en contexto después de una lectura acerca de una vida tan poco ejemplar. A priori el argumento de "El Reino" me haría salir corriendo, pero habrá que concederle una atención. Buena reseña, Santi.

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  2. Bueno, El Reino no es propiamente un libro moralizante, pero la cuestión moral del bien y el mal aparece constantemente, junto con el de la fe y el escepticismo. Lo más interesante, por lo menos para mí, es precisamente cómo se entrelaza la cuestión religiosa con la vida y desventuras del escritor, includa la escritura. Cuenta, por ejemplo, que mientras escribía El adversario estaba también trabajando en una traducción del evangelio de Marcos, y que a veces comentaba con Romand sus dudas respecto a determinadas palabras...

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  3. Tiempo a que tengo la novela de Taylor Caldwell "Médico de cuerpos y almas" que trata exactamente sobre la vida de San Lucas y San Pablo. Publicado en 1958 es decir hace 56 años.
    Sera bueno hacer la lectura continuada de estas dos obras; separadas por el tiempo. 1958/2015

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  4. E incluso antes, en 1934, el portugués Teixeira de Pascoaes también escribe una biografía de San Pablo que hace algo parecido a lo que hace Carrère (aunque con mucho menos humor). Sería interesante saber si Carrère conocía alguna de estas obras, aunque de hecho no las cita en el texto, ni incluye ninguna bibliografía de obras consultadas...

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  5. Lector y disfrutador de Carrere, este libro me ha decepcionado. No hay "comunión" con Pablo o Lucas. Muy bien documentado a lo "pereezreverte", le falta alma en las más de 500 páginas. El episoiod (spoiler, atención ¡¡) de su afición al porno, es patético: "qué moderno soy, que hablo de San Pablo y de sexo hardcore en el mismo capitulo"

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  6. El libro me ha parecido entre bueno y muy bueno... pero por encima de todo extraño. No sé qué pretendía el autor en su investigación, cuáles son sus premisas, sus conclusiones,... Curiosamente recomendaría antes que éste cualquiera de sus cuatro libros de no ficción anteriores y sin embargo alguno de ésos no lo releeré mientras que 'El Reino' posiblemente sí. En cualquier caso siempre interesante Carrère y por encima de todo creo que 'Una novela rusa' pasa algo más desapercibido que el resto pero para mí se encuentra entre las mejores lecturas de mi vida, totalmente subyugante.

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  7. Pues sí, es un libro extraño; la primera parte es con mucho la mejor, la que tiene más fuerza; a partir del tercero, efectivamente, es como si estuviera cumpliendo con un encargo, y resulta algo repetitivo... La escena esa del porno la verdad es que está un poco traída por los pelos; hombre, entretiene, pero tampoco añade demasiado al libro, aparte de un poco de morbo.

    De Carrère solo he leído El bigote y esta; está claro que El Reino es una obra mucho más madura que El bigote, pero como lector disfruté más de esta última. Ahora tendré que leerme las otras que comentáis...

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  8. No puedo dejar de mencionar aquí “El Reino de los Réprobos”, del gran Anthony Burgess, inglés católico y borracho, que seguro que Carrere ha leído, y hasta diría que el título “Le Royaume” encierra una especie de homenaje, donde, igual, se van narrando, de froma novelada, los primeros escarceos de Pablo de Tarso para difundir la religión del Cristo, y, en paralelo, los excesos y desprópositos a los que ha abocado, a la vida romana, el culto a los antiguos dioses, el politeismo.

    Sabiendo, como se sabe, que Burgess es solvencia, creo que a los lectores de este otro reino, les convendría echar un vistazo en profundidad al, primeramente, concebido por el autor de Clockwork Orange.

    ¡Un saludo para todos!

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