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domingo, 14 de diciembre de 2025

Élisabeth Filhol: Doggerland


Idioma original:
francés

Traducción: Rubén Martín Giráldez

Año de publicación: 2020

Valoración: está bien

Por supuesto que cualquier reivindicación es válida para armar una novela a su alrededor. Doggerland toma su nombre de la franja de terreno, hoy sepultada bajo las aguas del Atlántico, que hace miles de años unía el archipiélago británico con el continente europeo. Simplemente el hecho de titular a la novela ya viene a tener un cierto efecto ligeramente de denuncia. Las aguas de los glaciares, conforme estos se deshicieron, subieron de nivel y lo que fue un terreno habitable, parece incluso que fértil y próspero, ahora es el lecho marino. Y se convierte en un protagonista secundario, inerte, de la novela, un punto de apoyo que actua como palanca de la coartada ecologista, que parece erigirse en la trama argumental de la novela. Estamos en el Norte de Europa y una borrasca, Xaver, se acerca amenazadora ante el interés de los meteorólogos, colectivo profesional que saliva con fenómenos que a tantos dan miedo. Filhol empieza a situar piezas en el tablero, y aquí ciertas cuestiones se abordan. Cómo ingenieros, geólogos, arqueólogos, se ven obligados muchas veces a elegir entre algunos de los principios por los que empezaron sus estudios y las suculentas nóminas que empresas de prospección y explotación (hablamos del petróleo del Mar del Norte, de las plataformas que proliferan) ponen a su disposición.

La trama, entonces, se sitúa en la relación entre Margaret, avisada por su hermano Ted de los riesgos de desplazarse por el continente conforme la borrasca se acerca, y Marc, ingeniero de la industria petrolífera, antigua pareja. La autora nos procura diversos rasgos de sus distintas personalidades, de sus carreras profesionales, de eso tan socorrido llamado momento vital  en que se encuentran y que los hace coincidir en lo que parece ir a ser un escenario dantesco, quizás trágico, una conferencia en Dinamarca sobre ese Doggerland de la introducción. Y surge la contradicción intrínseca del libro. Que, como lector, he encontrado más excitantes e interesantes esos pasajes de conocimiento, esas descripciones de los procesos que llevaron a la configuración geológica de la zona, esa especie de ensayo documental escrito con rigor y cierto sesgo de denuncia (sí, esta es una novela que podríamos ya adjetivar como ecologista) que esa trama de reencuentro, que esa tensión emocional ya algo trasnochada consistente en demostrar cuánto pueden alejarnos las decisiones que tomamos en nuestra existencia, todo ello entiendo que insertados como tramas complementarias, como aspectos que tienen que avanzar cada uno por su lado pero que, insisto, lo hacen de una manera desigual, con lo que novela se escora y desequilibra hacia su, reitero, loable y respetable sesgo de denuncia. 



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