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jueves, 9 de octubre de 2025

Íngrid Guardiola: La servidumbre de los protocolos

Idioma original: catalán
Título original: La servitud dels protocols
Traducción: Cristina Zelich en castellano para Arcàdia
Año de publicación: 2025
Valoración: recomendable


En los tiempos actuales donde la IA y las plataformas sobreocupan nuestras vidas, y a pesar de haber leído últimamente no pocos ensayos sobre el tema, la publicación de este libro por parte de Íngrid Guardiola brindaba una buena oportunidad de conocer qué nos presentaba después de su más que interesante ensayo «El ojo y la navaja».

Ya en su comienzo, la autora nos habla del protocolo y su significado, afirmando que «se trata de una pauta informática que permite que dos máquinas se comuniquen entre ellas, o una pauta humana que hace posible que un humano se comunique con otro humano a través de un dispositivo o un acuerdo». Así, «los protocolos pueden adoptar un carácter sociocultural (…) o constituir una obligación, tener un carácter normativo» lo cual, aplicándolo a términos prácticos, nos lleva a «un ensayo que parte de la pregunta sobre qué consecuencias tiene el hecho de automatizar cada vez más todas nuestras decisiones, relaciones, intercambios semióticos o afectos a través de dispositivos tecnológicos, pero también de la maquinaria administrativocultural que fomenta la rivalidad social, el rendimiento extremo y las dependencias de la tecnología y sus aplicaciones», de tal manera que «la servitud de los protocolos aborda la relación entre la tecnología y el cuerpo, los gestos y lenguajes con los cuales nos expresamos como individuos y como masa: pero, a la vez, habla de la necesidad de volver a desear».

Visto el propósito del ensayo, Guardiola aborda este campo desde diversos ángulos en los que los protocolos acaban (redi)rigiendo nuestro comportamiento en lugar de estar a nuestro servicio. Unos protocolos orientados a guiarnos hacia donde quienes los implementan quieren: un entorno cada vez más competitivo, capitalista y consumista. Por ello y parafraseando a Deleuze, la autora afirma que «la rivalidad se justifica a través de la meritocracia. Cuando la corporación sustituye la escuela, entonces el “perpetual training” (la formación permanente) se instaura como modelo educativo principal, con su control continuo». Así, Guardiola ahonda en esta línea cuando asevera sin tapujos que LinkedIn y su sistema de recomendar «gente a la que puede que conozcas, de manera que funciona de celestina, selecciona objetos de deseo, personas con perfiles y rangos sociales similares, y los dispone en la bandeja del timeline. La diferencia entre la gente que puedes conocer y la que tendrías que conocer no es clara. ¿Quién lo dictamina? El algoritmo hace de prescriptor, confirma la coincidencia (…) esta cultura del casting actualiza las antiguas historias del patito feo (…) genera unas dinámicas de castigo y recompensa, violenta los cuerpos y el ánimo», pues «de hecho, hace de la rivalidad un motor social» a lo que Guardiola sentencia al citar a John Bergen quien en 1972 afirmó que «la envidia es un motor social, y la tarea de la publicidad es producirla, modificar las relaciones sociales».

La autora catalana incide en el perverso diseño que las compañías tecnológicas hacen de en productos pues claramente van destinados únicamente a conseguir la atención del usuario de manera que «el capitalismo aplica métodos de adiestramiento conductistas próximos a los domadores de animales, juega con las esperanzas y las recompensas. El algoritmo se adapta a las circunstancias de cada uno y opera como una máquina de refuerzo positivo o negativo, de manera que, al final, ya no podemos hablar de adaptación al entorno sino del hecho que es el algoritmo quien acaba creando el entorno y las circunstancias de los usuarios. El gran hallazgo de las plataformas sociales es hacer de la información y la comunicación el nexo de todas las relaciones humanas y hacer posible la extracción económica de todo este proceso comunicativo y emocional» y todos somos sufrimos las consecuencias a la vez que somos la causa tal y como constata la autora citando La Boétie y su discurso ‘La servitud voluntaria’ (1576) donde se preguntaba por la razón de ser de los tiranos y afirmaba: «‘de dónde ha sacado los ojos con los que os espía, si no se los habéis entregado vosotros’?. El tirano tipo que describe podrían ser hoy en día las grandes compañías como Apple, Facebook, Microsoft, Google, Amazon o Alibaba». Así, «el capitalismo de hoy en día, que podríamos denominar narcocapitalismo o neurocapitalismo, expropia la energía de los ciudadanos a través de todo tipo de mecanismos (plataformas sociales, gimnasios, aplicaciones diversas, IA…) y la utiliza como materia prima. La recompensa del individuo es neurológica: la segregación de endorfinas, también denominadas ‘hormonas de la felicidad’ a cambio de conexión, de interacción virtual».

Y, cómo no podía ser de otra manera en un ensayo en los que se trata el uso, función e intereses de las plataformas digitales y el entorno tecnológica que las conforma, la autora también lanza un aviso sobre la IA y la necesidad de legislarla con sentido humanista y prudente, pues «los algoritmos trasladan el perfil genérico, étnico y sociocultural de quien los ha programado». Asimismo, avisa del riesgo de abusar de ellas pues nos empobrece a nivel cognitivo y evolutivo, pues «la velocidad de los cambios históricos prevé que nos lleve a posicionar mejor las máquinas que los humanos en la comprensión de los contextos, pero los humanos tienen la experiencia y la posibilidad de una búsqueda más errática, la cual puede afrontarse con más profundidad en los márgenes» de manera que, paradójicamente, es nuestra capacidad de equivocarnos (o al encontrar resultados menos adecuados a lo que buscábamos) lo que nos hace superiores a las máquinas pues a veces es justamente en los márgenes del conocimiento donde entendemos la complejidad y el alcance de lo que estamos tratando de entender. Igualmente, nos habla sobre las herramientas de la IA para modificar y analizar los rostros, los peligros que conlleva no únicamente a nivel personal con relación a la aceptación de uno mismo sino también policial con los múltiples datos biométricos que almacenan las grandes corporaciones.

Por todo lo que expone y de la manera como lo trata, y a pesar de que, como en todo ensayo en ocasiones hay cierta reiteración de ideas (que por otra parte ayudan a su ahondamiento) este ensayo es recomendable, pues analiza, de manera profunda pero accesible el entorno tecnosociológico en el que nos encontramos y los riesgos a los que estamos sometidos y que, justamente con nuestro comportamiento y uso, estamos alimentando.

También de Íngrid Guardiola en ULAD: El ojo y la navaja

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