Año de publicación: 2020
Valoración: Está bien, supongo
Siempre que leo este tipo de thrillers, recuerdo inevitablemente aquellos trucos de magia que tanto me maravillaban cuando era niño. El asombro era genuino al ver cómo el mago adivinaba la carta que habías elegido o cómo hacía desaparecer una pelota debajo de un vaso para luego multiplicarla y hacerla aparecer en lugares totalmente inesperados. Esos trucos de magia aun me impresionan, pero por motivos diferentes. La habilidad manual de estas personas, resultado de muchas horas de práctica, es increíble, pero ya no me emocionan. Nunca mejor dicho, esos trucos han perdido la magia.
Algo similar ocurre con ciertas novelas de misterio y thrillers contemporáneos. Antes, estos relatos me cautivaban de inmediato, sumergiéndome en sus misteriosas tramas. Sin embargo, estas novelas no solo exigen el clásico pacto de credulidad que firmamos al leer ficción, sino que también requieren un segundo pacto particular: el de permitirnos ser sorprendidos. Es necesario convencernos de que los eventos narrados suceden en tiempo real y no han sido meticulosamente planeados con anterioridad por el autor, quien intenta esconder cuidadosamente los hilos que mueven la trama. Pero una vez que esos hilos son visibles, el encanto se desvanece. Y me atrevería a decir que ni siquiera es necesario ver esos hilos, sabemos de antemano que existen.
En El mentiroso, de Mikel Santiago, el protagonista despierta junto a un cadáver, con la mente en blanco y sin recuerdo alguno de las últimas 48 horas. Al tiempo que la policía investiga lo ocurrido, él comienza lentamente a recuperar fragmentos de su memoria en forma de flashbacks. Conforme avanza la historia, se da cuenta de que su implicación en la muerte es mucho más profunda y perturbadora de lo que inicialmente sospechaba, y que las circunstancias alrededor de aquel homicidio involucran a todo el pueblo. Realmente no podría decir más sobre la trama, y aquí vuelvo a mi idea inicial, una vez visto el truco, ya no hay nada más qué hacer. Por cierto, este gimmick donde el protagonista padece amnesia, le permite al escritor sacarse todos los libretazos que quiera con el pretexto de que nuestro héroe no recordaba lo ocurrido.
No me malentiendan, como esos magos, los escritores de thrillers Netflixables poseen un talento notable. Santiago es un autor que claramente sabe lo que hace: crear tramas ágiles, entretenidas y con giros capaces de mantener al lector interesado hasta la última página (una habilidad que admiro profundamente). Sin embargo, más allá del entretenimiento superficial, no encuentro una profundidad significativa ni una invitación a una segunda lectura más profunda o analítica. La novela se sostiene únicamente por aquello que desconocemos; una vez descubierto, pierde casi todo su atractivo (ayer hubo una venta de saldos de libros cerca de mi universidad, aquellas pilas de libros llenas de thrillers que nadie pretende releer me parecieron un desperdicio de papel).
El mentiroso es precisamente lo que promete ser: una novela entretenida y bien escrita, perfectamente adaptada para convertirse en una exitosa serie para hacer el Netflix and chill. Seguramente generó y seguirá generando ganancias considerables para su autor y cumplirá con creces el objetivo de distraer y divertir. Escribir un libro así está bien. Leer un libro así está bien. Somos testigos de un buen espectáculo, pero no hay magia.
(Lo más interesante de todo, quizás, es que esta reseña es completamente intercambiable para cualquier otra novela del estilo).
Ja, ja, ja. Total, la reseña es válida para cualquier otra novela negra. Has expresado muy bien lo que pienso de la novela negra en general, pero a su vez del porque no me gustan las escape rooms por ejemplo.
ResponderEliminarUn saludo