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viernes, 13 de diciembre de 2024

Aldous Huxley. Las puertas de la percepción/Cielo e infierno

Idioma original: inglés.

Título original: The Doors of Perception. Heaven and Hell
Traducción: Miguel de Hernani.
Año de publicación: 1977.
Valoración: casi necesario

Al margen de que cada cierto tiempo se recupere el consabido debate público sobre la legalización de las drogas (en especial cuando algún gobierno progresista incorpora normas que afrontan el tema con alguna laxitud), libros como este me parecen esenciales no en su estricto valor literario, sino por lo que suponen desde un punto de vista de enriquecimiento cultural. Un escritor mítico hablando en primera persona de experiencias con drogas alucinógenas, escribiendo (o concibiendo el texto) bajo su influencia y revelándola, sin que el primer juicio - supongo que en su día sería diferente - sea una acusación de proselitismo o de mojigatería.

Por cierto, para los amantes de la memorabilia, este texto toma su título de un fragmento de un poema de William Blake, y a su vez la banda norteamericana The Doors tomó su nombre de esa misma referencia. Así que el enlace está tejido entre la cultura beatnik y los movimientos culturales influidos por la psicodelia tendría en textos como este un obvio eslabón. No siempre para bien, por eso. La poderosa carga intelectual que puede desprenderse de la experiencia de un creador literario de primer nivel como Huxley queda algo diluida en algunos pasajes en que se alude a aspectos místicos, mitológicos, espirituales, y en este sentido la narración carece de un profundo aspecto descriptivo en el sentido sensorial. Obviamente se trata de ensayos y estos quieren esquivar las cuestiones más subjetivas y buscan centrarse en su interpretación en profundidad, así que nos encontramos en un terreno extraño, casi irreal, donde pasamos de describir el efecto químico puro, la actuación sobre el sistema neuronal de sustancias como el peyote o la mescalina a, en cuestión de páginas, entregarnos a un difícilmente digerible ejercicio de enumeración algo desordenada de sensaciones. 

Aquí, insisto, el poderío intelectual de Huxley interviene como un tamiz y el texto se desestructura y combina sensaciones ante impactos como la visión de un cuadro con elucubraciones que nos sitúan en la cultura oriental, tan en boga en la época, pero nos impide (cosa muy coherente con la propia concepción del proyecto) ponernos exactamente en la piel de la experiencia en primera persona, cuestión que no sé si este libro pretendía o no. Porque décadas después, en una sociedad que cuenta, aparte de las absurdas drogas legales y toleradas, no solo con un acceso a esas sustancias sin la mayor dificultad, sino incluso con una experiencia minuciosa de sus usos y utilidades, quizás, voluntarios no faltarán, convendría disponer de alguien con talento (y algo de valentía) para actualizar el catálogo.

Obras de Huxley reseñadas en ULAD: aquí

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