Parásitos perfectos agrupa trece relatos de distinta extensión escritos por el colombiano Luis Carlos Barragán Castro. En todos ellos hay elementos de ciencia ficción, toques weird o una interesantísima mezcla de ambas cosas. Algunos de ellos comparten escenarios o premisas.
¿De qué van? En "No es un metro, pero es algo" asistimos a un perturbador reencuentro. En "Simbiosis", al periplo de un adicto después de caer en las garras de una mafia. En "Cefalomorfos", a la reconciliación entre un hombre y su difunta hermana. En "Carretera negra", a la liberación que experimenta una profesora obesa tras adquirir un vehículo y unirse a una tribu de inconformistas. En "Maschalagnia", a las fantasías sexuales de dos individuos obsesionados con las axilas. En el relato que da nombre al conjunto, a un estudiante de PhD de Biología que se une a los «bio», un grupo que infesta voluntariamente sus cuerpos. En "Om-Phalos9", a dos pilotos eunucos que inician una relación. En "Centípode azul", a una anciana tiene la oportunidad de enfrentarse a su difunto marido. En "Túneles", a un hombre que intenta sobreponerse al hecho de que su pareja le dejara. En "La Cara", a un militar cuya reconstrucción facial le permite controlar a los demás. En "Amor de Gulgrumbo", al advenimiento de unas extrañas criaturas que surgen tras el consumo de una droga. En "Teología de los campos de fuerza", a un reducto de civilización en el que los religiosos ostentan el poder. En "Tinnitus", a un conflicto entre dos facciones presente en dos líneas temporales distintas.
Como decía antes, Siempre hay un toque de ciencia ficción o weird adornando estas premisas. La adicción de "Simbiosis", por ejemplo, es a memorias ajenas. La reconciliación en "Cefalomorfos" se da gracias a la mediación de unos hongos que adoptan la forma de cabezas humanas y tienen poderes telepáticos. La tribu de "Carretera negra" se dedica a entrenar a sus carros y a cazar y devorar otros. En "Túneles", la gente abandona sus vidas tediosas y sus responsabilidades sociales atravesando a un «módem».
Algunos de estos relatos comparten mundo. Un mundo para nada futurista, pese a las diferencias geopolíticas y avances tecnológicos que le diferencian del nuestro. Un mundo en el que existe Bogotá2 y Plutón ha sido conolizado. Un mundo en el que insectos de todo tipo se usan de mil formas distintas: como APF Decoder, como vehículo, como método adelgazante, como teléfono móvil, como compañero sexual, como cafetera y un largo etcétera.
En casi todos los relatos, compartan el mundo de los insectos o no, el worldbuilding es muy detallado. A fin de cuentas, cada mundo tiene modas, profesiones y moneda propias, por ejemplo. Asimismo, Barragán Castro explora a consciencia los conceptos barajados hasta exprimir todas sus posibilidades; gracias a esto se nos presentan ideas extremadamente ingeniosas, como por ejemplo las ONG que rehabilitan a «humanos-animal», el rol de los profesores cuando «los niños de 16 saben conceptos avanzados de mecánica cuántica y son capaces de reproducir las formulaciones matemáticas que dan origen al sistema de estándar de la física de partículas» o el grupo de apoyo de Pilotos Eunucos Asociados y Anónimos.
Las influencias de Barragán Castro son, en ocasiones, evidentes. Está claro que "Om-Phalos9" le debe mucho a la novela Crash de J. B. Ballard; asimismo, "Maschalagnia" o "Parásitos perfectos" parecen beber de mangas ero-guro de Shintaro Kago sobre fetiches y parafilias. También a Kago recuerdan algunas de las ilustraciones interiores del volumen (de las cuales hablaré en breve), así como la imaginería de "La Cara". Sin embargo, Barragán Castro logra encauzar todas estas referencias hacia un estilo propio y aportar su enfoque particular.
Mis relatos favoritos del conjunto son los más longevos. A fin de cuentas, permiten a Barragán Castro poner a sus imaginativas premisas al servicio de búsquedas temáticas (la precariedad de los inmigrantes, la drogadicción, la corrupción política, la violencia de género, el desencanto vital, la frustración sexual, etc...).
Los relatos breves, a excepción de un par, no me han gustado tanto. Y es que se limitan a entregar una idea creativa que, o bien carece de enjundia, o bien no es llevada al límite. A eso hay que sumarle que pueden antojarse un tanto reiterativos; a fin de cuentas, varios de ellos narran cómo una especie de parásitos se aprovecha de los humanos para expandirse, o relaciones homosexuales en las que alguna razón dificulta la intimidad sexual. Aun así, incluso estos relatos más flojos funcionan por la viveza de sus escenas, muy explícitas, turbias y desagradables.
Resumiendo: Parásitos perfectos es una antología irregular, pero personal, imaginativa y efectiva en líneas generales que gustará especialmente a los amantes de la ciencia ficción, el weird y el erotismo decadente. Yo mismo releeré sin duda algunos de sus relatos; seguramente los logradísimos e intensos "No es un metro, pero es algo", "Simbiosis", "Carretera negra", "Om-Phalos9" o "Teología de los campos de fuerza".
Ah, no puedo terminar esta reseña de Parásitos perfectos sin alabar las ilustraciones de cubierta e interiores que engalanan el volumen. Se las debemos, al igual que los relatos, a Barragán Castro y, sin ser excepcionales, destacan por la creatividad que dejan entrever; asimismo, el formato de las interiores, dispuestas al final de cada relato a modo de páginas de enciclopedia, resulta bastante pertinente.
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