Año de publicación: 1923
Valoración: Recomendable
Este libro que hoy os presentamos es, si no el único, uno de los escasos testimonios directos del Desastre de Annual. Enmarcado en la Guerra del Rif, conflicto absolutamente olvidado y arrinconado en la historiografía patria, el desastre de Annual fue una dolorosa derrota (más de 8000 soldados fallecidos) de las tropas españolas a mando de los "rebeldes" rifeños liderados por Abdelkrim y supuso un cambio en la estrategia hasta entones empleada por el ejército español en la Guerra y una modificación en la percepción que del amigo Alfonso XIII tenia parte del pueblo y de la clase política.
Quien nos habla del desastre es el coronel Eduardo Pérez Ortiz, testigo y narrador de la derrota y posterior cautiverio que sufrió junto a centenares de compañeros. Como curiosidad, Pérez Ortiz fue alcalde de Ceuta en tiempos de la Segunda República. Igual el hombre era algo gafe, no sé.
Centrado más en la exposición general de los hechos que en la personal interpretación o valoración de los mismos, el texto de Pérez Ortiz tiene una doble cara: la de crónica militar como la de crónica del encierro.
Marcada, al menos en su inicio, por un estilo algo rígido y anacrónico del que el autor se va separando en páginas posteriores, la crónica militar me resulta algo confusa. Pasada esa confusión inicial, el asedio de Monte-Arruit eleva el nivel del texto. Comienzan a asomar pinceladas de voluntad literaria en las metáforas, las imágenes resultan más logradas y el hacinamiento, el hambre, los temores se hacen más patentes, etc. Sirva como ejemplo este párrafo, en el que se refiere a dos aviones que les lanzan ayuda y vuelven a Melilla:
Allí van a Melilla como pareja de espantadas cigüeñas, y no seguramente del peligro corrido, que siempre fueron intrépidos, sino de nuestra apurada situación
La crónica del encierro resulta, en mi opinión, más interesante para el lector. A ciertas veleidades antropológicas o psicológicas se suma una mayor plasticidad del texto, una mayor carga crítica (siempre más velada que explícita) y una mayor "implicación emocional".
Por último, llama la atención en estos tiempos la mirada que se los "moros" tenían la oficialidad o los soldados españoles de 1920. Y no tanto porque esta mirada haya cambiado o no (Koldo, cállate que mañana mismo te citan en la Audiencia Nacional), sino porque hoy en día sorprende ese lenguaje políticamente incorrecto para nuestros estándares. Ni magrebíes ni norteafricanos ni árabes ni gaitas: MOROS. O, directamente, indígenas, brutos, bestias, gorilas, salvajes, etc. Y para más inri, y salvo excepciones, ladrones, embusteros, hipócritas y cínicos.
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