Título original: Suzuran
Traducción: Robert Joan-Cantavella
Año de publicación: 2019
Valoración: está bien
“Los Temerarios” es una banda mexicana de música grupera y de baladas románticas, de esas con la que los borrachos se ponen a tomar cuando la fiesta ya está en las últimas. Es uno de los grupos musicales más reconocidos de México… hace 30 años. En México ya nadie los escucha, pero su agenda está llena de conciertos en Estados Unidos. ¿Por qué? La respuesta es sencilla para quienes conocen la situación migratoria de México: esos mexicanos que cruzaron la frontera ilegalmente y no pueden regresar a su país, siguen viviendo en el México que dejaron atrás.
Aki Shimazaki nació en Japón, pero lleva viviendo en Canadá desde hace más de 40 años. Me sorprende que la mayoría de sus novelas estén escritas en francés, su segundo idioma (con lo difícil que es escribir en el propio idioma). A diferencia de Ishiguro, que para algunos está demasiado “occidentalizado”, las novelas de Shimazaki hablan de Japón. Basta ver los títulos para darse cuenta de que Shimazaki extraña su tierra. Pero, como aquellos mexicanos que escuchan a “Los Temerarios” con nostalgia, Shimazaki vive en un Japón que ya no existe.
Suzuran es la historia de dos hermanas. La mayor, ambiciosa, hedonista, calculadora. La menor, la protagonista de la historia, sensible, empática, muy unida a su familia. Esta última, Anzu lleva una vida indolente, alejada de las pasiones. Dedica su vida a criar a su hijo, y a su vocación desde niña, la alfarería. Pareciera que el proceso de moldear y cocer la arcilla le permite dar forma sus ideas, a sus sentimientos, a sus frustraciones. Cada pieza lleva un nombre. Su jarrón favorito, Suzuran, será una especie de fetiche, que le servirá a Anzu de anclaje para evitar ser arrastrada por el desbordante pasado con su hermana.
A pesar de haber pasado décadas fuera de Japón, Shimazaki conserva una conexión profunda con su tierra natal, evidente su sensibilidad para captar las sutilezas del comportamiento humano. A través de sus personajes y su narración llena de metáforas, Shimazaki nos presenta temas como la identidad, la familia y el paso del tiempo. Esta habilidad para mantener viva su herencia cultural, mientras se expresa en un idioma adoptado, es testimonio de su maestría literaria. Sin embargo, y retomando mi introducción. Ese país al que Shimazaki hace referencia, es un mundo alterado y embellecido artificialmente por su nostalgia. La forma de vida y las tradiciones de dicho mundo parecen propias de una ensoñación, en el que los personajes parecen movidos por fuerzas externas, llamémosle fatalidad si se quiere, aunque por momentos parecen estar a la deriva. Tengo que aceptar, no obstante, que la mezcla de esa nostalgia idealizada y la realidad cruda es lo que hace que sus obras sean, si no auténticas, tan conmovedoras.
Rant: ¿Por qué las editoriales se empecinan en hacernos tragar las novelas japonesas como algo exótico, evitando traducir ciertas palabras? El ofuro es una bañera, el kamataki es el horno donde se coce la cerámica, yakimono no es otra cosa que cerámica, y la lista sigue. A mi parecer, solo hace que se pierda el foco del texto y acabe siendo otra “novela japonesa”.
Me brindaste alegría con la analogía a Los Temerarios, nunca había pensado en porque esas bandas siguen teniendo tanto auge en Estados Unidos, de hecho un conocido es líder de el club de fans en New Jersey y para colmo, nunca ha tenido la posibilidad de acudir a un concierto de ellos, por diversas adversidades, ha sido tal su mala suerte con estos eventos, que ha llegado a mencionar sentir miedo por verlos, ya que siente que sería el final de su vida.
ResponderEliminar