Título original: The Kaiju Preservation Society
Año de publicación: 2022
Traducción: Gemma Benavent
Valoración: está bien
Estoy segurao de que no hace falta que empiece la reseña explicando lo que son los kaiju, pero bueno, por si la lee alguien que haya estado demasiado ocupado/a con a lo largo de su vida por razones más urgentes y prosaicas (comer, procrear, encontrar recursos suficientes para comer y procrear...), un test rápido: ¿habéis visto alguna vez pelis de Godzilla o Pacific Rim? ¿Al menos sabréis quien o qué es Godzilla, supongo? Vale, pues eso es un kaiju: un bicharraco gigante capaz de destruir una ciudad (preferentemente, Tokio). El afamado escritor de Ciencia-Ficción John Scalzi plantea en esta novela la existencia de un mundo paralelo a la Tierra, en el que esos kaiju representan no sólo la cumbre de la cadena trófica, sino auténticos ecosistemas con patas -y alas- que reinan sobre un mundo en el que los seres vivos han evolucionado de una manera totalmente distinto al de nuestro planeta. Como las explosiones nucleares debilitan la barrera entre estas dos Tierras paralelas y, además, los kaiju se sienten atraídos por las explosiones atómicas, puesto que ellos mismos utilizan la energía atómica para vivir, se creó la Sociedad por la Preservación de los kaiju, que, trabajando en bases situadas en su mundo, investiguen a estos "animales" y cuiden de que no pasen al otro lado. En esa organización acaba, por casualidad, puesto que se encontraba trabajando de repartidor de comida en Nueva York durante la pasada pandemia, un joven llamado Jamie Gray, que vivirá una aventura en el "lado kaiju" como nunca hubiera imaginado.
Como se puede imaginar cualquiera, la novela es más un divertimento que cualquier otra cosa; de hecho, como simple entretenimiento funciona muy bien, por lo lúdico de su argumento, el humor que desprenden la mayoría de los diálogos y, sobre todo, la rapidez con la que se puede leer con capítulos cortos y prosa ágil, sin florituras; pocas o ninguna descripción, ni de los personajes ni apenas de los lugares en que desarrolla la acción. Al menos de los que transcurren en la Tierra 1, digamos (claro, que tampoco hace mucha falta describir la ciudad de Nueva York, por ejemplo), porque el mundo alternativo kaiju merece mucho más la atención del autor que, además, se explaya con gusto sobre la biología de los kaiju, el funcionamiento de la base de la SPK, etc. Este entusiasmo friki, por decirlo así, junto con, ya digo, la facilidad de lectura y el buenrrollismo millenial (o centennial, ya no sé) que desprenden sus protagonistas. Aunque, claro, también hay algún malo malísimo, no creáis- hacen que sea una novela de un carácter eminentemente divertido y que no plantee conflicto alguno.
Sólo hay una objeción que le pongo a un libro que, al no tener demasiadas pretensiones, tampoco puede resultar decepcionante en modo alguno... Y me vais a perdonar por tenerla, ya que soy consciente de que voy a sonar de lo más "pollaviejuno" (aunque esperad a leer mi reflexión hasta el final antes de decidirlo): en la novela aparecen personajes gays, no binaries, racializados -se supone, por sus nombres, porque ya digo que el autor no dedica ni una línea a la descripción de nadie, no sé si de forma intencionada o no-, de países y culturas diferentes y, por supuesto, mayoría de mujeres ocupando los cargos de dirección y autoridad. Toda una oda a la diversidad, vaya. Ojo, que no tengo nada en contra de la inclusión de esa diversidad en la literatura, pero me gustaría que si aparece un personaje gay o no binarie y esa circunstancia se menciona, tenga también alguna importancia no digo ya en la trama, sino simplemente en el desarrollo del personaje, porque si no, llamadme loque, pero suena más bien a pegote para cubrir el expediente. Más aún cuando al protagonista, Jamie o a su jefe y amigo Tom les podemos suponer blancos (supongo que si fueran de otra raza, el autor lo habría mencionado), cisheterosexuales -también es verdad que en este libro los únicos que parecen tener interés por las actividades amatorias son los kaiju- y, sobre todo, norteamericanos.
Algo parecido ocurre con el internacionalismo del personal de la SPK ¿Qué sentido tiene poner nombres inuit, indios o maoríes a los personajes, si luego parece que se han criado todos en algún suburbio residencial de EEUU y hecho el doctorado en alguna universidad de la Ivy League? Ni una referencia a otras culturas, ni un modo de pensar y actuar diferente al de las películas más trilladas de Hollywood. Todo, eso sí, con mucha preocupación por demostrar que son buena genete -bueno, hay un par de personajes que se comportan de una forma un poquito más taxativa, pero son del lado de los buenos-, para que no se alarmen los potenciales lectores millenials, centennials o quienes sean que leen este tipo de libros, hoy en día...
Vale, pues vomitada ya mi bilis de señoro mayor indignado por la decadencia de Occidente (os lo agradezco) abandono el modo Perreteverte para finalizar con que, en todo caso, el wokismo buenrrollista y pop que impregna la novela tiene una explicación: por lo visto, según cuenta él mismo en un posfacio, Scalzi la escribió en 2021, tras haber pasado un 2020 dificilillo... ya sabéis por qué, en el que, además, tuvo que abandonar el libro en el que se hallaba trabajando y para el que ya tenía fecha de entrega. Escribir La Sociedad por la Preservación de los Kaiju, sin más complicaciones ni expectativas ambiciosas le sirvió para superar esa mala época con esta "terapia" más bien lúdica y que, de paso, nos lo hacer pasar chupete a los lectores. Siempre que no nos tomemos la novela demasiado en serio, eso huelga decirlo...
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