Idioma original: español
Año de publicación: 2023
Valoración: se deja leer
Que yo haya leído este libro tiene una pequeña intrahistoria que los compañeros de blog saben y que podríamos resumir en la sutil frase de los cabronazos apropiacionistas de LaSexta tienen que dar por el saco hasta por pasiva.
Pero para no aburriros prestando atención a quien no lo merece, paso a hablar del libro. Inma Chacón es hermana gemela de Dulce Chacón, fallecida hace unos años, a la que nunca he leído. El cuarto de la plancha es una especie de autobiografía con ciertas licencias literarias entre las que se incluye el eludir escrupulosamente el nombre de los familiares que van desfilando. La escritora esboza en varios momentos el argumento e incluso parece que piensa que sus lectores vayan a olvidar dicha circunstancia. Este es un primer factor repetitivo del texto, aunque hay muchos otros, que describiría tenue y amablemente como "qué buenos y guapos son todos los de mi familia" cuestión que puede sonarnos a algún otro escritor, aunque he de decir que Chacón, a pesar de su reiteración, ha conseguido no resultarme tan lastimosa en su narración. Quizás porque su sinceridad surge más de la necesidad de compartir que de la apelación mercantilista de la nostalgia. Y a pesar de que muchos pasajes del libro dan muchas ganas de dejar la cosa, abrumado por esa especie de perfección post-guerra que planea sobre todo el relato, simplemente el hecho de haber aguantado hasta el final (cosa, por cierto, muy diferente de "mantener la atención") ya me permite otorgarle cierto mérito relativo.
Que es muy diferente que recomendarlo, por cierto.
Porque la verdad es que uno no le ve el sentido a tanta adulación, a esa especie de continua letanía de anécdotas nostálgicas, de enumeración de situaciones que yo diría que son muy comunes a todos los mortales, pero que la autora encuadra en un marco que no deja de ser curioso: todo suena muy humilde pero un alcalde de un pequeño pueblo en el franquismo puede permitirse tener montones de hijos y disponer de servicio, y todo queda como muy reivindicativo de esa juventud contestataria de los años sesenta, pero las menciones a la beatitud más rancia son constantes y justificadas, su círculo de conocidos incluye personajes de cierta clase social.
Insisto, al menos la narración no me ha repelido aunque este libro es territorio predilecto de un cierto tipo de lector (sobre todo, muy poco exigente) que yo no tengo inconveniente en reconocer que no soy para nada. Incluso las descripciones propias del dolor, de la añoranza (la constante rememoración de la pérdida de la hermana gemela, de la unidad-disociación de la personalidad), aunque sean lógicas en este tipo de obras, se hace cargante y repetitiva y al libro, siendo benévolo, le sobran la mitad de las páginas, en especial las dedicadas en exclusiva la hipérbole y la autocomplacencia. Aún así, no soy capaz de cargar más las tintas.
Un error lo tiene cualquiera. O será que me hago mayor.
Vaya... Qué reseña literaria más sincera... No sé cómo será la novela (que puede que a mí me guste si la leo), pero la reseña a mí me ha sorprendido por su honestidad.
ResponderEliminarDe esta autora sólo he leído "La princesa india", pero no recuerdo absolutamente nada de ella (de hecho, he tenido que buscar el título porque no me acordaba tampoco). Mala señal. De su hermana Dulce, leí "Cielos de barro", que me gustó en su momento, y "La voz dormida", que me satisfizo algo menos quizá por lo trillado de su argumento. En fin, vista tu reseña, y con todo lo que hay por leer ...
ResponderEliminarLa voz dormida, de su hermana Dulce Chacón, me pareció una buena novela, además de necesaria.
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