Titulo original: Lean Fall Stand
Traducción: Concha Cardeñosa
Año de publicación: 2022
Valoración: está bien
Jarvis Cocker dice que esta es la obra más apasionante que ha leído en mucho tiempo. En la contratapa del libro, y en un párrafo resaltado después de otro, de otro medio, que dice que La palabra para rojo (absurda traducción al castellano del título) es una obra maestra. Del autor no sabía nada en absoluto y de hecho uno de los incentivos de esta reseña, que esto es un blog y a veces somos así de evanescentes, era especular sobre si esta podía ser la primera reseña etiquetada como escritores bermudeños. Hasta eso me ha fastidiado la reseña, que dice que este es uno de los grandes autores de la literatura inglesa.
Centrándonos en la novela, esta es la historia de un expedicionario a la Antártida que sufre uno de esos episodios trágicos (de esos que Krakauer tan bien relata en sus libros) en medio de una zona inhóspita a temperaturas bajísimas, ventisca, nieve, aparatos de localización que dejan de funcionar o se quedan sin batería, etc. Con varias líneas que avanzan de forma algo dispar: la adaptación de la esposa a una nueva realidad, diferente que la del marido que se ausentaba por meses para las expediciones, ahora Robert ha sufrido un ictus y sus capacidades, en especial la del habla, han quedado ostensiblemente mermadas. La propia de Robert como víctima de la situación, riesgo asumido por su elección vital, y la de la investigación sobre las circunstancias de los hechos, ya que otro miembro del equipo expedicionario resultó fallecido. Resulta que McGregor no acaba de resolver ninguna de esas líneas, y la novela se hace especialmente larga en su parte final acudiendo a ese desenlace que no es tal. Lo siento, pero McGregor me ha parecido un escritor bastante normalito aunque en sí no es que la trama de la novela dé para mucha especulación. Quiero decir, sabemos que es un drama humano y sabemos que es el sacrificio implícito a ciertas actividades. Sabemos de lo exigente que puede ser para las familias. Pero me ha resultado particularmente irritante el tesón de McGregor en mostrar las secuelas de la afasia, en una parte final (la de Robert acudiendo a grupos de tratamiento con otras víctimas de ese tipo de dolencias), intentando aportar diálogos entre personas en proceso de reaprendizaje del habla. No pocos quebraderos de cabeza la habrá dado a la traductora. En ese momento, y sin desdeñar el valor que ello puede aportar en lo meramente narrativo, la poca fluidez, el ritmo ya algo calmado de la novela se estanca, y esa intención demostrativa se convierte en un inconveniente, acaba teniendo, no se me malinterprete, un ligero efecto grotesco, donde Lançon en El colgajo era eficaz en la descripción de un proceso de recuperación, McGregor casi lo caricaturiza.
Lo leí a principios de año y estoy bastante de acuerdo con la reseña. Es un libro bastante normalito y muy irregular. El planteamiento y las primeras páginas prometen mucho pero pierde ritmo rápidamente.
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