Título original: The Lesser Dead
Traducción: Óscar Mariscal
Año de publicación: 2014
Valoración: Recomendable (sobre todo para interesados)
Muertos de segunda, de Christopher Buehlman, ganó en 2015 el Premio a la Mejor Novela de Terror de la American Library Association. Aunque yo no la elevaría a clásico vampírico instantáneo, creo que el tiempo la situará en un lugar privilegiado dentro del canon. Y es que no sólo es tan entretenida como eficaz; también se inscribe en la tradición al mismo tiempo que aporta su granito de arena.
Su descripción de los vampiros, por ejemplo, es bastante estándar. Sin embargo, modifica algunas de las reglas que los aficionados del subgénero dábamos por sentado. A saber: resulta que los no-muertos sí se reflejan en los espejos pero salen borrosos en fotografías, y que las cruces sólo dañan a los que anteriormente creían en ellas.
De las múltiples virtudes de Muertos de segunda, destacaría la principal: tiene muy claras sus pretensiones. Quizá su parte reflexiva quede un tanto coja, pero la obra deja claro en todo momento que prima la acción, la casquería y el humor negro al fondo.
Por otro lado, la voz del narrador, aunque algo irregular, es siempre carismática y divertida. Desde el inicio nos advierte que no debemos fiarnos de todo lo que dice y confiesa que es un poco cabrón, y aun así le cogemos cariño. A eso hay que añadir el encanto del léxico que emplea, salpicado de coloquialismos y palabras propias («costrosos», «pelar», etc…).
Igualmente remarcaría que en estas páginas se despliegan escenas cojonudas. Entre las terroríficas, me encantan aquélla en la que Margaret atormenta a un Joey todavía humano, la de la incursión de éste en el castillo Belvedere o la que muestra fugazmente el verdadero aspecto de los niños.
Ah, y cómo olvidar ese final. Ciertamente, es efectista; sin embargo, recontextualiza toda la obra y juega cruelmente con nuestras expectativas, así que buen trabajo, Buehlman.
Dicho esto, la novela no es, ni de lejos, perfecta, mas advierto que unas cuantas de las cosas que consideraba defectos mientras la leía se revelaron, durante el mentado final, en tanto que decisiones estilísticas o argumentales deliberadas. Pero bueno, excusarlas o no dependerá de cada lector y lo mucho o poco que le convenza el desenlace.
En primer lugar, señalaría que la extensión de Muertos de segunda me parece exagerada. Pese a uno lee el libro sin reparar en el número de páginas, de tan adictivo que es, lo termina con la impresión de que había pasajes redundantes o que se desviaban del núcleo principal en direcciones poco interesantes.
Asimismo, creo que tiene un elenco demasiado grande. Eso no sólo provoca que cueste recordar los nombres de todos los personajes, amén de su ubicación en la historia; también hace que muchos de ellos apenas se desarrollen, o desaparezcan abruptamente.
Por último, le reprocharía que la lógica interna que establece es a veces inconsistente, y que no saca partido a sus escenarios a nivel atmosférico ni aprovecha ciertos elementos (por ejemplo, los «nunchakus» del protagonista).
En resumen: Muertos de segunda es una novela entretenida que cumple holgadamente su cometido. Hará las delicias a los amantes de la literatura vampírica; sobre todo a aquéllos que no acudan a ella con más expectativas que pasar un buen rato y consumir saludables dosis de casquería y humor negro.
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