Traducción: Alberto Moyano
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable
Si nos centramos en el envoltorio del texto, podríamos decir que "El mar vivo de los sueños despiertos" es una "distopía (no demasiado lejana, por otra parte) ecologista" o un relato "mccarthyano" (de Cormac, no del senador) en la onda de La carretera. Pero si vamos al meollo del asunto, creo que está novela no es otra cosa que un terrible relato de amor y de culpa.
Estamos en una Tasmania, con algún que otro viaje a Sydney o Melbourne, que arde sin control y en la que tres hermanos asisten al progresivo deterioro de la salud de su madre. Sensación, por tanto, omnipresente de fin del mundo, de fin de la vida y ante la que los hermanos actúan de diferente forma.
Así, Anna, Tommy y Terzo se convierten, en este orden, en los principales protagonistas de una novela basada en unos personajes muy bien construidos (y en el caso en Anna también deconstruido) que han de enfrentarse al presente cargando con la pesada mochila del pasado y con un futuro, como mínimo, incierto.
Por lo tanto, parte fundamental (y para mi la más destacada) de la novela es la indagación del autor en las relaciones familiares (maternofilial, entre los hermanos...) y la influencia de estas en las decisiones sobre la vida y la muerte. Y pese que el riesgo de caer en el melodrama siempre ronda este tipo de texto, Flanagan lo esquiva y ofrece páginas memorables cargadas de intimismo, ternura y dolor.
Pero la novela tiene otros planos paralelos, que no independientes. Al plano psicológico acompañan la ya citada "distopía ecológica" y un aspecto que podríamos vincular al realismo mágico. Ya digo que no son independientes a la "línea principal": de hecho, son fundamentales en el devenir de la misma, pero me queda la sensación de que si la novela se hubiese circunscrito a su aspecto más íntimo o psicológico, esta habría quedado más sencilla y (aún) más potente.
En cualquier caso, nada empaña la sensación final de haber leído una recomendable novela que aúna luz y oscuridad, ternura y desasoiego.
También de Richard Flanagan en ULAD: El camino estrecho al norte profundo
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