Idioma original: inglés
Título original: Men Who Hate Women: from incels to pickup artists, the truth about extreme misogyny and how it affects us all
Traducción: Paula Zumalacárregui Martínez (ed. en castellano, Capitán Swing)
Año de publicación: 2021
Valoración: entre recomendable y muy recomendable
Título original: Men Who Hate Women: from incels to pickup artists, the truth about extreme misogyny and how it affects us all
Traducción: Paula Zumalacárregui Martínez (ed. en castellano, Capitán Swing)
Año de publicación: 2021
Valoración: entre recomendable y muy recomendable
Esta lectura no va a ser fácil. Ni placentera. Pero sí necesaria.
Los que nos hemos acercado al feminismo desde hace un tiempo (sea cual sea, seguro que es poco) hemos querido entender el movimiento, comprenderlo y actuar en consonancia con sus valores basados en la igualdad. Pero, a veces, ocurre que para entender su alcance y necesidad en profundidad, uno debe adentrarse en lecturas duras, contundentes y diríamos que incluso aterradoras. Porque en ocasiones vemos solo el resultado de las ideas misóginas, a veces vemos únicamente la superficie, pero estas se crean, se amplifican y se reproducen en el tejido virtual que suponen las redes sociales a los que todos estamos (quizá demasiado) atrapados.
Laura Bates, escritora y activista comprometida con la igualdad, creó hace años una página web llamada «sexismo cotidiano», un lugar en el que «la gente (de cualquier género) podía relatar sus vivencias en materia de sexismo y desigualdad». Pero la autora, tras recibir constantemente amenazas y ver cómo la opinión sobre las mujeres y el feminismo se transformaba a nivel social, decidió ir más allá. Así que, tal y como cuenta en el prólogo: «a lo largo de un año, indagué en esas comunidades para averiguar cómo está sucediendo todo esto y desenmascarar una fuerza poderosa, alimentada por el odio». Y el resultado es esclarecedor a la vez que aterrador.
Empieza el libro de manera contundente: describiendo un mundo atroz en el que «anualmente se viola, apaliza, mutila, maltrata y asesina a miles de mujeres por el mero hecho de serlo. Imaginemos un mundo en el que se fomenta de manera activa el odio hacia las mujeres mediante comunidades de hombres cada vez más numerosas especializadas en alimentar y avivar la causa (…) No hay necesidad de imaginar ese mundo: es el que habitamos». Con este preámbulo, la autora sitúa de manera clara el escenario del ensayo y lanza una crítica contundente a los hombres que defienden una masculinidad tóxica, pues «describen una ideología y un sistema que presiona a los niños y a los hombres de nuestra sociedad, de nuestra familia, para que se atengan a unos ideales impracticables, insalubres e insostenibles. Los aplastantes estereotipos de género perjudican a los hombres a nivel individual, además de a la sociedad en la que viven» y aclara, para que no haya ninguna duda, que «eso no quiere decir que tratemos a todos los hombres como enemigos: al revés. Significa abrazar a las legiones de hombres que están al pie del cañón, a los activistas y educadores volcados en combatir el problema».
Como avanza la autora ya en la introducción, «en este libro exploraremos los eslabones de la cadena (…) y su existencia como una especie de ecosistema vivo y palpitante en estrechas y simbióticas relaciones con otras comunidades virtuales, como los supremacistas blancos y los trolls. Analizaremos los métodos de expansión de esos grupos, que tejen una amplia telaraña de páginas web, blogs, foros, chats, grupos y cuentas en las redes sociales y revelaremos lo fácil que resulta que los jóvenes se tambaleen por los márgenes de esa telaraña, que se vean atrapados y por fin atraídos al centro con sutil eficacia». Porque la comunidad incel ha ocupado la machoesfera, creando una comunidad en la que obtienen refugio hombres insatisfechos, sin novia, y en la que es fácil convencer a sus miembros que la culpa de su situación es una sociedad en la que las mujeres son «las que tenían privilegios, las que tenían la sartén por el mango y las destinatarias de todas las prerrogativas», una red cada vez más amplia de páginas web, blogs, foros,’podcasts, canales de YouTube y chats (…) Esa subcultura incel, que recuerda a una hidra y es casi sectaria en su desarrollo de una ideología vehemente misógina, ha alumbrado una detallada visión del mundo violentamente antifeminista y a menudo delirante» que cree que desde el Gobierno hasta la sociedad en general han diseñado un mundo andrófobo que está en contra de los hombres y que beneficia a las mujeres por encima de ellos. Por ello, «el pujante movimiento feminista tiende a considerarse una amenaza. Los antifeministas interpretan y describen deliberadamente el reciente interés de nuestra sociedad por la igualdad como una crítica a todos los hombres (…) La machoesfera va un paso más allá: subvierte por completo la narrativa de los privilegiados y las víctimas. Le dice a los hombres que están sufriendo y que la culpa es de las mujeres (…) Sus partidarios son de lo más variopintos: adolescentes ingenuos, defensores de la violación, ermitaños vulnerables, misóginos violentos… (…) Lo que sí parecen tener en común es el anhelo de pertenencia. Y esa necesidad la satisface con creces una comunidad a la que se le da de maravilla transmitir una sensación tribal de cohesión» pero que parte con una premisa altamente contradictoria: «se denigra a las mujeres por acostar-se con hombres y, al mismo tiempo, por negarse a hacerlo». Así que «el problema no es que las mujeres tengan relaciones sexuales, sino que tengan poder de elección sobre con quien mantenerlas». Ese ansia de poder, dominación y control es el núcleo de su ideología. Por ello, la autora constata que «muchas de las palabras adoptadas en los últimos dos años por la derecha reaccionaria proceden realmente de la comunidad incel» que se encuentran en Reddit, Facebook y otras webs y que debería regularse, pues el hecho de no hacerlo entraña un gran peligro debido a que, erróneamente, «tendemos a pensar que el mundo virtual y el real son ámbitos diferentes y alejados, separados por una sólida línea divisoria. Se da por hecho que lo que ocurre en internet es virtual, irreal y, de manera implícita, inofensivo. Pero el impacto en el mundo real de los asesino que se han creído a pies juntillas la ideología incel (…) es la prueba demoledora de que una suposición como esa no podría estar más lejos de la verdad».
Por ello, la autora Laura Bates, después de años hablando sobre sexismo y explorando las comunidades virtuales más hostiles contra las mujeres, ha escrito este ensayo que, a través de diez capítulos que giran en torno a la misoginia y a la masculinidad tóxica, trata el problema desde los siguientes ángulos:
- Íncels y la machoesfera, sobre las comunidades que acogen, nutren y expanden las ideas misóginas así como también radicalizan el mensaje animando a la violencia hacia las mujeres o hacia sus propios miembros.
- Gurús de la seducción, personas que describen y entienden a las mujeres como meramente objetos de placer, como presas , pues sostienen que «hay que superar la inconveniente resistencia de las mujeres con el fin de dominarlas y controlarlas». Por ello, cita los principales «artistas de la seducción» y su ideología (alguien a quien encarnó perfectamente Tom Cruise en «Magnolia» emulando a Ross Jeffries), pues usan «la pseudociencia y la psicopalabrería para cimentar una base impresionante que suene académica para lo que, en realidad, es misoginia empaquetada que se vende a los hombres; en este caso, como una receta aceptable y prácticamente infalible para mantener relaciones sexuales» y que recurren si hace falta a la apología del acoso, la violación y de la agresión sexual.
- Hombres que siguen su camino, que forman un número muy superior a los incels y en aumento a raíz del #MeToo y lo constituyen aquellos hombres que eligen renunciar a cualquier tipo de relación con las mujeres en una práctica menos violenta que los incels o los artistas de la seducción pero igualmente peligrosa, pues tiene consecuencias negativas reales en la vida y la carrera profesional de las mujeres debido a que las consecuencias de evitar a las mujeres en un mundo patriarcal son desastrosas ya que impiden desarrollar su carrera profesional lo cual «legitima un discurso que en realidad constituye una misoginia extrema».
- Activistas por los derechos de los hombres, aquellos que creen que, como indica la autora: «desde una perspectiva feminista, “igualdad de género” ha llegado a significar dominación femenina y subyugación masculina. Ha provocado que se invierta la discriminación: donde antes se marginaba a las mujeres, los hombres denigrados han tomado su lugar».
- Trolls, quienes se encargan de acosar a las mujeres víctimas de agresiones a través de la «técnica de acoso llamada “doxeo”, que consiste en que tus datos de contacto personales se divulguen y se publiquen en internet junto con invitaciones a que se te bombardee a insultos y amenazas», culpando a las mujeres en los casos en los que hombres han abusado de ellas siendo expertos en ciberacoso y en provocar a otros usuarios para que sus respuestas sean cada vez «más emocionales, airadas o defensivas» algo constatado en «una investigación llevada a cabo con cuatro mil mujeres de ocho países diferentes concluyó que casi una cuarta parte de las mujeres de entre dieciocho y cincuenta y cinco años han sido víctimas de insultos o ciberacoso; en los Estados Unidos, la cifra supone el 33 por ciento de las mujeres. Más de una cuarta parte de las que han experimentado esa clase de acoso ha recibido amenazas de agresión física o sexual, y una de cada seis ha sido “doxeada” con consecuencias como estrés, ansiedad y ataques de pánico. Con ello, se expulsan a las mujeres de los espacios públicos virtuales, imprescindibles para las personas jóvenes para «organizarse a nivel político y participar en los debates».
- Agresores y maltratadores físicos, aupados por aquellos medios de comunicación afines que les protegen y suavizan su imagen. Por ello, en este capítulo trata también sobre el papel de los medios a la hora de informar sobre estas noticias, con tendencia al blanqueamiento del agresor y a la (doble) victimización de la víctima.
- Hombres que se aprovechan, en el que habla nuevamente de los «gurús» y de cómo en lugar de apoyar aquellos que no saben cómo disfrutar de experiencias románticas se aprovechan de ellos vendiéndoles cursos y seminarios cargados de misoginia, pues «es fácil entender que los artistas de la seducción (…) hayan pasado de campamentos de adiestramiento para ligar a seminarios de “autoayuda”. Les permite seguir explorando al mismo público, solo que de una forma nueva». De esta manera, en este capítulo se explica también la cadena de generación de odio desde las altas esferas (políticas, comunicación) hasta las «auténticas víctimas, los hombres que se ven envueltos en el odio y los estereotipos rígidos y anticuados con los que trafican sus ídolos en beneficio propio».
- Habla sobre cómo algunos hombres creen que se ha orquestado contra ellos una caza de brujas a raíz del #MeToo y, con ello, afirma irónicamente que «los hombres actuales están aterrados. Viven en un mundo en el que se los persigue y amenaza. Cualquiera de ellos: con independencia de sus actos i relaciones pasadas, corre el peligro de ver destruida su felicidad y diezmada su carrera sin previo aviso. Las mujeres furiosas, mentirosas y manipuladoras están en pie de guerra y ningún hombre está a salvo».
- Hombres que no saben que odian a las mujeres, en el que habla sobre adolescentes que, a través principalmente de internet, se empapan del mensaje misógino y se «educan» sexualmente a través de las redes y webs con contenido pornográfico. Con ello, la autora expone el peligro que suponen las redes y plataformas como YouTube (representa el 37% de todo el tráfico de internet móvil), pues opera en él una gran red de influencers de ultraderecha; Bates denuncia su práctica de recomendar vídeos una vez termina el que ves actualmente, pues el algoritmo funciona de manera que los siguientes vídeos son cada vez más radicales porque es la manera con la que consiguen que la gente de enganche y genere más tráfico. La autora explora este efecto y expone el gran peligro que supone pues los jóvenes son grandes consumidores de YouTube y con ello «se empieza a crear un espacio para el adoctrinamiento virtual, un problema especialmente acuciante en el caso de un grupo de edad de semejante vulnerabilidad potencial (…) los jóvenes son más susceptibles de verse influidos en sus ideales políticos». La autora concluye, de manera taxativa, que «cuanto más subestimemos a la machoesfera, mayor será el riesgo de que les sirvamos a nuestros jóvenes en bandeja».
Con todo ello, Laura Bates ofrece una respuesta al problema que pasa por combatir los estereotipos de género en primer lugar, así como legislar a favor de la igualdad y contar con el apoyo de los hombres porque hay hombres que odian a los hombres que odian a las mujeres y que luchan contra los estereotipos rígidos y las estructuras patriarcales, así como proporcionar herramientas y conocimientos sobre consentimiento sexual y respeto. Afirma igualmente que «dar a los jóvenes la mayor cantidad posible de información fiable y permitir que saquen sus propias conclusiones es la mejor manera de combatir ese problema sin volverlos en contra ni tratarlos con condescendencia». Por ello, carga contra las empresas de contenidos y defiende que es necesario que «las propias empresas de redes sociales asuman la responsabilidad que les corresponde para lograr un cambio real en el ambiente de los “espacios virtuales tóxicos”» (algo que ya apuntaba Simona Levi en «Fake you» en relación a las FakeNews) porque «cuando vemos tantísimas amenazas de violación y muerte en las redes sociales, cuando observamos y registramos cómo las empresas de redes sociales se niegan activamente a suspender las cuentas de quienes envían amenazas, el mensaje que nos llega es que ese comportamiento, ese discurso, es aceptable». Y no lo es en absoluto porque «los miembros de la machoesfera defienden de manera explícita la violencia física y psicológica contra la mujer en la oreja para instaurar el orden y la disciplina en la esfera doméstica» (…) «en esencia, están usando la violencia y el miedo para intentar imponer roles de género tradicionales y estereotípicos (…) en otras palabras, la violencia de género es una forma de terrorismo, solo que es un terrorismo discreto, inadvertido y cotidiano».
El libro que ha escrito Laura Bates es duro, muy duro, y pone los pelos de punta. Porque no se trata de una distopía, es la realidad; una realidad que en determinados entornos queda muy oculta y sumergida pero existe y cobra fuerza. Y por ello, a pesar de tratarse una lectura que no es placentera y que en algunas ocasiones o apartados es excesivamente larga o nutrida en exceso de casos puntuales o ejemplos, sí es necesaria. Porque tal y como la aurora concluye: «no podemos combatir un problema si la gente ni siquiera sabe que existe. Y, una vez que lo sepamos, todos tenemos la responsabilidad de responder a una sencilla pregunta: ¿qué vamos a hacer para solucionarlo?». De igual manera yo lanzo el reto. Ahora ya sabemos lo que hay, por si había dudas. Mi respuesta: combatir con información, actitud y valores. Que cada uno elija su camino pero el resultado debería ser el mismo: conseguir un mundo más justo, más equitativo, más respetuoso: más feminista.
Sí, algunos estamos hasta el gorro de la extrema adulación a las mujeres, lo cual no nos convierte en misóginos. ¿Qué reivindica el feminismo cuando ya existe completa igualdad de derechos entre hombres y mujeres desde hace décadas? Bueno, yo soy de quienes tuvo que abandonar un puesto de trabajo para acudir a la mili, y qué duda cabe que en la actualidad las mujeres gozan de innumerables privilegios .
ResponderEliminarHola, Daniel.
ResponderEliminarNo me consta que haya una extrema adulación a las mujeres, sí un gran reconocimiento a sus capacidades. En todo caso, tampoco es algo general pues, de ser así, no serían necesarios libros sobre el feminismo.
Acerca de la igualdad entre de derechos entre hombres y mujeres desde hace décadas, es algo que se podría debatir sin duida aunque nos apartaríamos de la temática central de este libro.
Y, finalmente, lamento que tuvieras que dejar un trabajo para ir a la mili y lamento también que muchas mujeres tengar que hacer lo mismo para encargarse de los cuidados de la familia o la crianza.
Saludos, y gracias por leernos.
Marc
Espectacular respuesta, Marc. Tumbando cuñadeces con guante blanco. Un saludo :)
ResponderEliminarGracias, Ivan. Un saludo ;-)
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