Título original: The Crucible
Traducción: Ramón Espejo Romero
Año de publicación: 1953
Valoración: Recomendable
Traducción: Ramón Espejo Romero
Año de publicación: 1953
Valoración: Recomendable
Será una deriva de lo más natural que tras leer una obra que reflexiona sobre un hecho histórico, empiece una a querer leer todo lo relativo a ese mismo hecho hasta conformarse lo más parecido a una idea propia. En ese sentido, quizá lo «natural» no hubiera sido empezar con la magnífica novela gráfica con perspectiva de género, si no por esta archiconocida y archiversionada pieza teatral de Arthur Miller. Una obra tan universalizada que, sospecho, ha suplantado los verdaderos acontecimientos en el imaginario del gran público.
Resumen resumido: Nueva Inglaterra, 1692. Un grupo de niñas, lideradas por la joven Abigail Williams, son sorprendidas de noche en el bosque, en medio de unas danzas y ritos extraños. Ante el terror de ser castigadas, se hacen pasar por víctimas de algún tipo de maleficio y acusan de brujería a varias conciudadanas. Lo que empieza como una descabellada huida hacia adelante acaba convirtiéndose en una gran bola de nieve que muchos tratan de dirigir para satisfacer sus propias venganzas y anhelos. Abigail Williams, por su parte, acusará de brujería a la esposa de John Proctor, con el que está obsesionada desde que tuvieron un encuentro carnal clandestino.
La obra de Arthur Miller no pretende ser una crónica ficcionada de los verdaderos acontecidos. El interés del autor al poner el foco en este episodio histórico tiene mucho que ver con otro episodio de «caza de brujas» perpetrada durante los años 40 por McCarthy, que arrasó con el panorama artístico e intelectual de los EEUU en busca de supuestos comunistas a sueldo del gigante rojo. Incluso a día de hoy seguimos empleando la expresión «caza de brujas» para referirnos a una vulneración sistemática del principio de presunción de inocencia. La batería de juicios y la convulsión social que generaron son un denominador común en ambos momentos históricos y que la obra recoge perfectamente. Miller sufrió la «caza de brujas» en sus propias carnes sin que ello llegara a truncar su carrera definitivamente, como sí les sucedió a otros amigos y compañeros. Y ese hecho biográfico sumado a la vis política que siempre imprime en todas sus obras, fue un claro detonante a la hora de abordar la escritura de este texto. Eso en cuanto al marco y al tema de la obra.
En cuanto al conflicto (la redención de la culpa personal a través de la autoinmolación universal) y al héroe (John Proctor) también existe un vínculo biográfico muy potente: Arthur Miller le había sido infiel a su esposa con la estrella del momento, Marilyn Monroe, y la culpa lo estaba reconcomiendo. Sin ir más lejos, «El crisol» está dedicado a su esposa Mary. Este hecho se filtra en la trama del matrimonio Proctor y le otorga a su conflicto una profundidad emocional arrolladora. Y aunque la deriva de la obra acabe por separarlos, su momento de reencuentro y perdón mutuo en el ojo del huracán de la tragedia, es muy verosímil y de una belleza que pone los pelos de punta. (*)
El texto de la obra resulta natural y verosímil, los personajes se interrumpen, se solapan, tal como sucede en la vida real. Todos los personajes principales tienen un recorrido coherente y dramático, el ritmo en el que se van sucediendo los hechos hasta llegar al despropósito judicial con el mezquino juez Danforth a la cabeza, funciona muy bien. No se puede añadir mucho más, quizá me han sorprendido especialmente algunas acotaciones excesivamente largas, como las explicaciones de un narrador editor que desea intervenir demasiado en las sensaciones que deben llegarle al lector (o al director y a los actores).
Sobre el título, la definición de «crisol» es cavidad en la parte inferior de un alto horno donde se recoge el metal fundido. Me gusta pensar que Arthur Miller eligió ese término para referirse al resultado de ejercer la opresión y persecución en el seno de una comunidad: una masa caliente y peligrosa contenida en una pequeña cavidad. Pero seguro que hay estudios rigurosos que se extienden páginas y páginas a este respecto.
De todos los subproductos (léase en el buen sentido) derivados de la obra teatral, destacaré la película de 1996, cuyo guion fue escrito por el propio Arthur Miller, lo que se hace patente por la cantidad de frases y diálogos extraídos directamente del texto original. Y funcionan. Las variaciones para adaptar la historia a la gran pantalla son mínimas aunque haya que sumarle los peajes para el cine mainstream. No hay más que mirar el cartel. En mi opinión personal, a Daniel-Day Lewis la intensidad de Proctor le viene al dedo, Joan Allen está excelsa como su esposa Elizabeth y Winona Ryder interpreta una Abigail un poco pasada de vueltas. Eran los 90 y a toda película le venía bien una «Lolita» ni que fuera con cofia.
Y hablando de subproductos en el buen sentido, y en este caso basados en los hechos reales, no en la obra de Miller, el compañero Juan reseñó esta curiosidad sobre Tituba, primera señalada, esclava del reverendo Parris (tío de Abigail y colaborador necesario en el esperpento de lo acontecido).
Así que Muy recomendable y especialmente esta edición de Cátedra, que tiene un prólogo muy interesante y completo, escrito por el que también es el traductor, Ramón Espejo Romero, y que profundiza (con rigor y sin aburrir) en las cuestiones técnicas de la obra, así como en el marco histórico.
(*) Y por cosas como esta, Arthur Miller es un genio, por ser capaz de trasladar emociones y conflictos reales y muy complejos al papel, a las tablas o a la pantalla. Por otra parte, podemos deducir que o bien su sentimiento de culpa o bien la paciencia de Mary no eran tan grandes, y Arthur Miller acabó casándose con Marilyn Monroe. También podemos saber (si recurrimos a la extensa bibliografía sobre la vida de Marilyn Monroe) que Arthur Miller se portó con ella como lo que viene siendo un jabalí doméstico.
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