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domingo, 26 de febrero de 2023

Fernando Navarro: Todo lo que importa sucede en las canciones

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración: Está bien


Pocos serán los que no han oído, e incluso utilizado, la expresión la banda sonora de mi vida porque, a poco que uno le guste la música, seguro que hay unos pocos grupos o intérpretes cuyas canciones nos sabemos de memoria y que han resonado en momentos o etapas especiales a los que quizá han quedado vinculadas para siempre. Obviamente, cuando en mi librería favorita vi el libro (cubierta pertinente y edición digna y cuidada, sin excesos, como siempre en la riojana Pepitas de Calabaza) no hizo ni falta echar el primer vistazo para saber que en el interior había algo relacionado con alguna banda sonora vital. 

Reconozco que no sabía quién era Fernando Navarro (periodista y crítico musical), que es quien nos va a presentar el tracklist no sé si de su vida o más bien de un periodo determinado, ya sea del autor o de su personaje, que tanto da. Lo presenta Navarro envuelto en el relato de una separación de pareja, ambos más o menos treintañeros, con una vida en común relativamente larga y un hijo pequeño. La separación no tiene apariencia cruenta, es más bien amistosa, quizá consecuencia del lento desinflarse de los sentimientos más ardientes y el aterrizaje en lo cotidiano y las obligaciones que esto conlleva. Algo así como el paso definitivo de la juventud a lo que se supone que es la vida adulta, un proceso que nuestro protagonista no parece haber completado del modo correcto.

Él es consciente de haberse quedado enganchado en esa transición, poseído por algunas turbulencias que intenta superar visitando a una psicóloga, y aquí aparece la música como una fuerza superior que no está claro si es lo que ha tumbado su relación de pareja, lo que le mantiene secuestrado dentro del mundo juvenil, o es justamente lo que le ayuda a superar la ansiedad al verse perdido. En todo caso, la música es una especie de droga, omnipresente, quizá anestesiante o quizá causante de una insatisfacción perpetua. Pero como aquí no somos psicólogos, nos quedamos ahí, con nuestro personaje sumido en la desorientación y solo capaz de encontrar placer en sus discos favoritos.

Y aquí tenemos una nómina de grandes nombres que van desfilando por el libro: Bob Dylan, Tom Waits, Springsteen, Patti Smith, Orbison, Tom Petty, Elvis, Aretha… Cada uno con una canción (bueno, Dylan lleva dos) que encabeza cada capítulo, ligándose a un acontecimiento o una perspectiva de ese periodo doloroso y confuso: el nacimiento del hijo, el recuerdo de una temporada en Nueva York, una nueva relación algo peculiar que aparece de improviso, la muerte de la madre, conciertos, fiestas y relación con el grupo de amigos. A todo lo que importa y va dando vueltas por la cabeza del protagonista, recuerdos, dudas, noches de alcohol, queda adherido uno de estos clasicazos del rock, música que a lo mejor ha acompañado un momento clave, o que ha servido para liberarse en un episodio de confusión o rabia (o quizá para alterarse más).

Ese ponerle música a la vida, trasladado al libro, es un planteamiento más o menos original, e incluye comentarios a veces interesantes sobre aquellas canciones y sus autores, conciertos míticos, origen o circunstancias personales o profesionales de estos músicos. Está claro que Navarro domina la materia y la explica bien, es la parte que más me ha gustado. Porque la capa propiamente narrativa, ese cuadro del treintañero recién separado y sorprendido de su nueva situación, aunque está bien desarrollado, resulta algo reiterativo al terminar siempre abocado a tal o cual tema musical. Es el espíritu del libro, claro, pero me ocurre algo parecido a ciertas apelaciones a los libros o el arte: termina por resultarme algo agobiante, sobreactuado, salido de madre. Puede que mi perspectiva en torno a todo esto sea, digámoslo con crudeza, algo burguesa. Soy aficionado a la música, conozco bastantes discos de memoria y tengo mis favoritos de toda la vida. Muchas canciones me gustan mucho o muchísimo, las disfruto una y otra vez, me emocionan, me animan, me traen recuerdos o me hacen sentir cosas, pero son canciones, no me remueven las entrañas ni me hacen estallar la cabeza. Ninguna de ellas ha cambiado mi vida (puede que hubiera sido preferible que lo hiciera, nunca se sabe) ni me ha servido para salvarme o para hundirme, como parece que le ocurre a Fernando Navarro o a su personaje.

Esta sobrevaloración, que insisto también ocurre con el cine o los libros, este ubicar arte o entretenimiento, como ustedes quieran, en una órbita superior donde son decisivos en una vida, me parece consecuencia de un entusiasmo exagerado. Pero, claro está, solo es una opinión basada en mi propio punto de vista. En cambio, si a usted le interesa mucho el tipo de música del que aquí se habla, y su sensibilidad está a un nivel parecido al de Fernando Navarro, el libro puede resultarle muy atrayente. En caso contrario el conjunto me parece que funciona solo regular, pero bueno, por qué no probar.


3 comentarios:

  1. Me encanta cómo Fernando Navarro explora la conexión emocional que tenemos con la música en su libro "Todo lo que importa sucede en las canciones muchas de las canciones que escuchamos se convierten en la banda sonora de nuestras vidas, y están vinculadas a momentos especiales o etapas de nuestras vidas.

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  2. Hola, Carlos, buena reseña.
    Creo que la sensación que te ha producido este libro es muy similar a la que me produjo a mí "Vives en las cintas que me grabaste", de Rob Sheffield. Y es que debe ser muy difícil intentar emular algo parecido a lo que hizo Hornby con su grandísimo libro "Alta fidelidad". Pero, aunque sea por el tracklist, una ojeada a estos libros tampoco va mal.
    Saludos
    Marc

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  3. Yo creo que a todos nos seduce oír hablar de todos estos músicos que efectivamente forman parte de nuestra vida, y esa conexión emocional que indica Cristian está bien descrita en el libro, probablemente igual que en el que cita Marc. Lo que a mi me agobia un tanto es el valor superlativo que se concede a esas viejas canciones. Puede que ante la intensidad que desprende el libro, involuntariamente me ha salido ponerle algo de freno, un poco por buscar el contraste (o por llevar la contraria? quizá).

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