Año de publicación: 2016
Valoración: Muy recomendable
Creo que ya se han hecho todas las comparaciones posibles en relación con Como si existiese el perdón, de Mariana Travacio: con la narrativa de Rulfo, con el género gauchesco y el Martín Fierro (en su versión pura, o en la versión filtrada por Borges), con el western, las novelas de Cormac McCarthy o incluso con Faulkner (aunque en este último caso el estilo es abismalmente diferente). Podría añadir, por mi parte, cierta narrativa de Jon Bilbao, que comparte con Travacio una cierta fascinación con la violencia y con el western. Lo que tienen en común todas estas referencias, que comparto aunque tema que caigan en el tópico hasta cierto punto, es que se sitúan en universos implacables, sin ley ni justicia, sin perdón (valga la referencia a la película de Clint Eastwood), donde la violencia se paga con violencia multiplicada, y una venganza lleva a muchas.
Como si existiese el perdón arranca de hecho con un acto violencia, arbitraria y evitable: un hombre llega a un pueblito buscando a una tal Pepa, no la encuentra, se reúne con otros hombres a beber unas ginebras y entre el alcohol, el calor y algún malentendido, como se suele decir, estalla el conflicto, llega la muerte, arranca la historia. Porque lo que sigue en el resto del libro son repercusiones, repeticiones, amplificaciones de esa violencia inicial, que se une al mismo tiempo a otras anteriores o paralelas, en una espiral de venganza que parece querer abarcarlo todo. En un escenario desolado, que sabemos que es Argentina porque los personajes vosean y una vez aparece la palabra "pibe", pero que podría ser también México, el salvaje Oeste estadounidense o Australia, los personajes deambulan, buscándose para matar o para que no los maten, en medio del polvo, el viento o, también, las tormentas y las lluvias torrenciales.
Resumido así, podría parecer que este libro es un guión de Quentin Tarantino, pero la novela tiene una contención y una vena poética que estaría más cerca de la filmografía de los hermanos Coen: con frases y capítulos cortos (de ahí que la comparación con Faulkner no acabe de funcionar), con una oralidad de los personajes que se combina, sin marcas, con la voz del propio narrador, y una capacidad poética para describir y crear ambientes, esta es una novela que se bebe, se devora. Yo me la leí, de hecho, en un par de horas, algo a lo que también ayuda, claro, el que sea una novela corta, de apenas algo más de 100 páginas, con muchos espacios en blanco por el medio.
Algo que sorprende, también, y que se habrá podido notar por las referencias y comparaciones incluidas en la reseña, es que esta es una novela muy masculina: todos los personajes principales son hombres; toda la acción gira en torno a dinámicas tradicionalmente asociadas a la masculinidad (la violencia, la venganza, los celos, el deseo de posesión). Los pocos personajes femeninos que aparecen tienen poca agencia, son madres, mujeres, hijas que sufren la violencia de los hombres y que o la soportan, o enloquecen, o mueren. Me pregunto si esta hipermasculinidad en una obra de autoría femenina se debe a los modelos heredados, o si es una decisión consciente para mostrar, de forma desnuda, precisamente a dónde puede llevar la masculinidad tóxica y agresiva.
Sea como sea, es, en todo caso, una novela concisa, tallada con cincel, que se disfruta, que engancha y que deja ganas de leer el resto de la obra de su autora. Yo, por lo menos, voy corriendo a comprarme Quebrada...
No he sabido apreciar sus virtudes. Bueno, sí: frase muy corta, precisa, que se adapta a la violencia que narra, léxico muy medido. Es un placer leerla. Y crea una tensión constante, una inquietud que te impulsa a seguir leyendo. Me gusta el título paradójico, contrario a todo el contenido de la novela.
ResponderEliminarPero no me gusta lo que cuenta. Una sociedad donde los hombres matan, se vengan, donde se mezcla el compañerismo con la sed de venganza. Las mujeres solo aparecen como rehenes pasivos de la violencia desatada. Los malos son brutales, locos, asesinos y violadores. Los personajes son los prototipos del oeste americano: el joven inexperto que quiere vengar la muerte de sus padres, el compañero de los padres que actúa como tutor, el viejo carpintero sabio. En realidad, es una fantasía de violencia totalmente inverosímil, que tendemos a aceptar solo porque responde a todos los tópicos de las novelas del oeste. ¿Dónde está Marcial Lafuente Estefanía?
Creo que me he perdido algo. Leeré “Quebrada”
Muchas gracias por regalarnos el trabajo de vuestro blog.