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jueves, 9 de junio de 2022

Irati Elorrieta: Luces de invierno

Idioma original:
euskera
Título original: Neguko argiak
Año de publicación: 2018
Traducción: Jon Gerediaga e Irati Elorrieta
Valoración: está bien

Antes de empezar a leer, esta novela venía con varios avales previos. La versión original en euskera, por ejemplo, había ganado el Premio Euskadi de narrativa en 2019; y la versión castellana, recién publicada por Galaxia Gutenberg, inauguraba una colección dirigida y seleccionada por Edurne Portela, cuyas recomendaciones suelen ser siempre fiables. Tenía también, es verdad, algo en contra: con el escaso tiempo que tengo últimamente para leer, cualquier novela de más de 200 páginas (y esta tiene 300) tiene que hacer muchas cosas bien, por no decir casi todas, para justificar el esfuerzo. En este caso, confieso que ha sido una experiencia que se ha quedado a medias, aunque sin duda le reconozco méritos a la novela, y sé que habrá lectores que la disfruten más que yo.

Para situarnos, Luces de invierno nos cuenta la vida de dos chicas, Añes y Marta, que se han mudado recientemente a Berlín después de haber convivido también previamente en París. Marta está embarazada de Martin, un abogado alemán, y Añes ha terminado una relación poco satisfactoria con Bruno, que era su novio y jefe en Berlín. Juntas, pero independientes, ambas intentan rehacer su vida junto con un universo de personas que van construyendo su nueva familia: Xuan, Claire, Lasse, Emiko, Kai... personas llegadas de diferentes partes del mundo y que han encontrado en Berlín un nuevo hogar, temporal o permanente. Además, Añes también lleva consigo otra compañía: la del recuerdo de Esteban, un amor trágico y nunca concretado del que no consigue (o no quiere) desprenderse.

Más allá de este conjunto de personajes y sus interacciones, no se puede decir que exista propiamente una trama: Añes y Marta se juntan, entre ellas o con los restantes personajes, y así vamos conociendo sus vidas, aquel pasado del que algunos han huido pero que insiste en hacerse presente, a través del recuerdo o de las personas que lo habitan. También se reconstruye el pasado de la ciudad de Berlín, y de París, y la vida de algunos de los habitantes que vivieron en los pisos donde ahora viven los protagonistas, y que dejaron en ellos sus huellas... No hay duda de que la idea de la memoria, junto con la de la migración y la relación con el propio origen (familiar, geográfico o cultural) están en el centro de esta obra, por lo que no me extraña que le haya gustado a Edurne Portela. Y también por la presentación de una (o varias) relaciones sentimentales tóxicas, o de mal trato, que eran también el tema central de Formas de estar lejos, de la propia Edurne Portela.

Solo que hay un aspecto que a mí personalmente me ha sacado bastante de la novela, sobre todo al principio: el que los personajes, en general, parecen responder más al estereotipo del expat (término que detesto) y no tanto al del migrante económico: son todos personajes cultos, interesantes, artísticos, que nunca parecen tener problemas de dinero o de trabajo, comen sushi y beben té y vino, ven películas de Agnes Varda o de la nouvelle vague (ellos propios parecen personajes de una película de la nouvelle vague), y se mueven de una capital europea a otra como peces en el agua, sin que parezcan tener nunca problemas de integración, ni siquiera a causa de la lengua (y estamos hablando de Alemania y del alemán...). Sé que la propia Irati Elorrieta es también migrante, precisamente en Berlín, y quizás su experiencia haya sido esa, pero la impresión que me da es la de que se trata de una experiencia muy específica, y muy idealizada, a la que le faltan muchas aristas y complejidades. 

En conjunto, quizás por esta dificultad para empatizar con los personajes, la novela me ha dejado bastante frío, como su título parece sugerir. Le reconozco, insisto, sus méritos, sobre todo en la creación del universo de personajes principales y secundarios, y también en la construcción de Añes y Marta, y su intermitente pero intensa relación a lo largo de los años. Pero me ha faltado algo más, algo de punch, un hilo narrativo más claro o, también, un estilo más personal (no sé cómo será en la versión original, en la traducción resulta prácticamente transparente) para atraparme y subir la nota. Sin ser una mala novela, esperaba más, y no lo he encontrado.

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