Año de publicación: 2021
Valoración: mediocre
Me perdonaréis cierta insistencia (atribuidlo a cierta manía con el producto de proximidad) con ciertos autores. Enésimas oportunidades y vuelvo a recaer en Amat, en Cercas, ahora en Zanón. Pero es que me da que hay cierta nebulosa endogámica que hay que contrapesar. Carlos Zanón, por ejemplo, resulta casi omnipresente en sus colaboraciones en prensa, en radio, empieza a formar parte de cierta élite mediática (junto a Santi Balmes o David Carabén) que parece tener muchas oportunidades de manifestarse por cauces adicionales a aquellos por los que se dieron a conocer. Aunque en el caso de Zanón, digamos que siempre ha escrito, y que ahora simplemente se ha hecho con cierta celebridad. Cosa legítima, claro, cada uno se busca la vida y más cuando a raíz de la progresiva degradación de la industria cultural, es decir, de sus rendimientos económicos, empieza a parecer que una sola actividad no da para lo básico o para el tren de vida que cada uno piense que tiene que llevar. O sea, que Zanón está aprovechando su tirón y va publicando, y sus dos últimas obras, Taxi y una especie de intento de relanzar el personaje de Pepe Carvalho, las dejé pasar, escarmentado de las poco gratas experiencias previas. Y lo que se dice de Love Song, aunque sea fruto de reseñas en los medios que suelen emplearlo, y en las sempiternas notas de contratapa, parece prometer.
Bueno, no.
Ahora fue él quien sacó el brazo por la ventanilla del automóvil. Tocó el frío lomo del auto como si fuera un dragón. Quizá estuviera más borracho de lo que creía. Pero quería estarlo más. Quería bebérselo todo. Llegar hasta la inconsciencia. El reto siempre fue ése. Beber, comer, follar, drogarse, tocar, meterte en la boca del Gran Lobo hasta el límite de la resistencia: el estómago girado, los dedos sangrando, la cabeza agujereada. Pasarlo bien, destrozarte para que cuando el Lobo cierre las mandíbulas, encuentre tu cuerpo en el peor estado posible y así se enfade y te diga gritando: ¿esto qué es? ¿Qué mierda me das? Todo deteriorado, inservible: cuerpo y afectos. ¿Para eso he corrido toda la vida detrás de ti, hijo de puta?¿Para este despojo he ido detrás toda la vida, Cowboy?
Todos los tópicos que se acumulan en las trescientas páginas largas de este libro están aquí. Bueno, faltaría el cuero y los tattoos. Pero todos los capítulos regresan a ellos de una manera u otra. La narración de tres músicos que van de gira acompañados de un chófer en una furgoneta y que recorren los clásicos locales decadentes de la costa mediterránea y sus reflexiones y actos (muy superficiales) en lo que parece el ocaso de sus carreras. Y el párrafo citado no es particularmente mediocre en el sentido literario. Es tópico y es recurrente, y ese es el lastre del libro. Que es una narración que debería fluir con naturalidad y Zanón la anquilosa interponiéndose como autor y no dejando que ningún personaje se defina sin apelar a los estereotipos que fascinan al escritor. Así que asistimos a una constante mención de influencias musicales y de elementos del mundillo del rock, claro hábitat (os recuerdo que Zanón tituló uno de sus libros Yo fui Johnny Thunders) del escritor, y sucede que cada uno de esos cortos capítulos, en vez de aportar coherencia a la historia, la va enmarañando y lastrando, incluso a veces da la sensación de que Zanón ha convertido una ocurrencia en una parte de la novela. Así que la historia se dispersa y se hace eterna. Cuando estamos ante una novela de esencia rock'n'roll (subgénero a batirse en retirada) esta Love Song muestra una alarmante carencia de ritmo narrativo. Los personajes resultan tan confusos e intercambiables en ese trazado de triángulos que cualquier concursante de First Dates resulta más estimulante a nivel narrativo. Zanón tira de todo recurso, jugueteando con la novela negra - otro despropósito - para que eso arranque, pero en un punto, partir de la mitad del libro, ya resulta imposible. Y vuelvo a referirme a L'endemà de Tuli Márquez, como demostración de que se puede narrar con solvencia el proceso de decadencia de las rock-stars. A todo eso, esta novela opone la ristra de tópicos de rigor, página tras página. No hay libro donde se emplee con tanta profusión el verbo follar y todo resulte tan poco sensual. Pero es una más de entre tantas cuestiones inexplicables. Solo el amiguismo justifica cualquier elogio.
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