Título original: The Men's Club
Año de publicación: 1981
Traducción: Nicolás Cañete
Valoración: entre recomendable y está bien
Puede que la alta expectativa generada (incluyendo la brillante introducción de Rodrigo Fresán), que venía a mostrar esta novela como la clásica obra cumbre de autor de culto haya obrado en contra. El club es una novela interesante situada en cierto contexto, pero una narración demasiado esquemática e incluso algo previsible en su desarrollo aislada de ese contexto. No negaré que la lectura de esa introducción y el prólogo, junto a alguna referencia tomada de la Red (simplemente una búsqueda rápida que permitiese ubicar un poco la novela) ya condicionó mi lectura.
El contexto al que me refiero. Esta novela corta es objeto de furibundas críticas debido a su planteamiento argumental: siete varones americanos (intuyo que todos ellos blancos caucásicos) de mediana edad afrontan la reunión inaugural de un club que han montado a instancias de uno de ellos, amigo por diferentes vías de los otros seis. Pretenden establecer una rutina de reuniones en las que hay pocas premisas: solo se reunirán hombres, mantendrán una cierta periodicidad (aunque la novela se restringe a ese primer encuentro) y básicamente se limitarán a aquello que se espera de lo que hoy se define como unos machirulos. Beberán y fumarán (tabaco y marihuana) y aportarán, básicamente, narraciones de sus experiencias con las mujeres de su vida.
Ahí es donde surge la polémica del libro, que me parece oportuna pero algo ajena al hecho de que es una novela y punto. No una proclama personal, ni una declaración de intenciones. De hecho, la trama daría perfectamente como obra de teatro o incluso como un happening, con los siete hombres encerrados en una casa, dialogando en el salón, a veces manteniendo conversaciones cruzadas que se van por otros vericuetos, a veces evocando situaciones del pasado que tienen sentido para ver cómo han acabado allí. Las profesiones son heterogéneas: hay profesiones liberales y hasta algún ex deportista. Hay hombres casados y separados, hombres obsesionados con una mujer y alguno obsesionado con todas las mujeres. Pronto se palpa una calma tensa lógica cuando algunos apenas acaban de conocerse y deben sincerarse ante extraños, con esa pulsión algo trasnochada del macho que no puede, no sabe mostrarse vulnerable ante los de su género. Como efecto colateral, esas conversaciones en que se habla sobre las mujeres de su vida podríamos apreciar que cosifican al género femenino, cuya presencia a lo largo de la novela es de una pasividad ostentosa, aunque al servicio de la trama. Solo la irrupción en la reunión de la mujer del anfitrión, y su reacción, la colocan en un primer plano. Pero la sensación no es para nada denigrante. Más bien es el género masculino el que queda en una patética estampa con un grupo de adultos maduros incapaces tanto de entregarse a confesiones sinceras como de evitar que las cosas suban de tono y se nos muestren como dos machos cabríos empecinados en dañarse mutuamente a cuenta de quién sabe qué.
Al margen de esa, para mí, inexplicable polémica, un texto directo y ameno que puede promover cierta curiosidad por la obra del escritor, pero en mi caso nada cercano a la urgencia.
Pues a mí me encantó. Que reflexiones más perturbadoras... Me llegue a reír y me dio la sensación de estar en una reunión de tipos afiliados al partido con nombre de diccionario.
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