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lunes, 10 de enero de 2022

Lucía Etxebarria: Selene y los cuatro elementos

Idioma original: español

Año de publicación: 2021

Valoración: De plena actualidad. Trepidante



La realidad está cambiando, aunque con más lentitud de lo deseable, gracias a la acción inteligente y decidida de quienes han llevado la peor parte hasta ahora y a pesar de la feroz resistencia de muchos grupos, aparentemente en las antípodas unos de otros, que se alían ante el enemigo común para constituir un ente reaccionario y multicéfalo que, combatiendo desde mil frentes, siempre con la complicidad del poder político y económico, pretenden retroceder a esquemas decimonónicos e incluso anteriores. Aún así, tal como decía, la evolución es un hecho, espero que imparable, y en ese contexto, donde las profesionales de éxito, dirigentes políticas, poseedoras de grandes fortunas, investigadoras al mando de grandes proyectos etc., empiezan a proliferar, las mitologías populares han dado un vuelco claro y, consecuentemente, la literatura lo registra. De ahí que arquetipos como la millonaria que pone todos los medios a su alcance para lograr su objetivo o la detective con experiencia que trabaja a su servicio, entre otras muchas, no sean ya una entelequia sino personas reales, con nombre y apellido, y por tanto perfectamente verosímiles. 

No encuadraría a Selene y los 4 elementos como novela negra, menos aún como policíaca, pues esta institución no llega a hacer acto de presencia –quien la lea sabrá por qué motivos– pero sí tiene abundantes rasgos de thriller, sobre todo en los acontecimientos que tienen lugar en Argentina. También recurre a un simbolismo esotérico que dota de fisonomía propia al conjunto, aunque no podría decir si le beneficia. Cuatro mujeres con nombres simbólicos en el centro de una constelación, en cuyos márgenes aparecen otras igual de representativas. Esto puede dar una falsa impresión así que quiero recalcarlo: se trata de un argumento que habla fundamentalmente de los hombres, que refleja al desnudo el universo masculino y sus hábitos de dominación, mayores cuanto más poder adquieren pero siempre en activo. Hombres en general e individuos particulares con mucho más peso argumental de lo que parecen indicar unas apariciones más bien escasas. Su sombra es tan alargada que llega hasta el último rincón, pero la inteligencia no entiende de sexos y la perseguida quizá sea capaz de esconderse sin dejar el más mínimo rastro. En cuanto a ellas, representan un potencial económico evidente al que se puede acceder sin su consentimiento, solo hace falta precariedad o extrema juventud, mejor aún si ambas coinciden como sucede en el caso de niñas pobres, vulnerables y desarraigadas de su entorno.

Selene Der Himmel, influencer, poeta y con una novela en capilla, casada con Gaia, una potentada de ascendencia argentina, ha desaparecido sin dejar rastro. Por su forma de vivir, siempre al límite, esto no sería preocupante pero su esposa cree percibir signos alarmantes y contrata a la detective Sol Aglaya. A estas Luna, Tierra y Sol se añadirán el Fuego (Fulvia) y el Viento (Haizea) en forma de amantes de la fugitiva, todas ellas personajes que aparecen constantemente en escena pero, como he dicho, no exactamente quien mueve los hilos y pone en marcha el argumento. En consecuencia, son ellas a quienes vemos afanarse, unas veces por simple supervivencia, otras para reafirmarse y progresar, pero siempre en los márgenes por herencia, delegación, usurpación o subordinación efectiva (caso de la editora que representa una importante firma y que en realidad no es más que una subalterna).

“Quería que sus chicas se alejaran en lo posible del ideal narcoestético de buchona, de figura de reloj de arena hiperfeminizada, de cintura pequeña y definida, caderas anchas y glúteos y senos imposibles. Las strippers que actuaban en El Cielo siempre eran delgadas y naturales, más parecidas a las clientas del club que a las chicas del porno.”

Corrupción política, tráfico de drogas, abuso y trata de menores, matones a sueldo, hackeo de ordenadores y teléfonos, bulos de prensa, junto a otras lindezas que señalan a esta sociedad en decadencia, insensible, codiciosa y cruel, que se ceba con los débiles aunque a veces, como muestra Etxebarria en la novela, se cambien de algún modo las tornas. Y es que la venganza está siempre presente, efectiva o como mera posibilidad. La trama comienza, cronológica aunque no narrativamente, en Argentina y las consecuencias de aquellos hechos se trasladarán a España más tarde.

La narración, trepidante en su mayor parte, contiene abundantes diálogos, recurre a la fragmentación en forma de recortes de prensa, mensajes de móvil, fragmentos de la novela en cuestión, poemas y a veces el propio relato presentado a retazos y marcado por fecha y lugar. Los personajes suelen llamarse de varias maneras para protegerse, para resaltar el simbolismo de sus roles o por otros motivos, y eso, unido a los constantes giros de guion y los flashbacks frecuentes, obligan al lector a estar atento. Ustedes dirán que la narrativa ha tratado con frecuencia estos asuntos y es cierto, la diferencia está en que aquí el punto de vista es el de las mujeres, que las vemos tal como son y sienten, y de qué manera algunos hechos les destrozan la vida. Esto elimina cualquier posibilidad de normalización y banalización, como suele ocurrir en el caso de autores varones.

Concluyendo, una obra pegada a la actualidad con toda su crudeza, tan entretenida como aleccionadora, que se dirige sobre todo a un público fiel pero que puede disfrutar cualquiera que esté dispuesto a seguir a la autora por los territorios que esta le va proponiendo

“No nos unió el amor sino el espanto. Vos no tenés ni idea de lo que es el amor, pelotudo. Un hombre que de verdad ama a una mujer no la viola, no le pone un fierro en la cabeza y la tira contra el piso. Ni vos ni ninguno como vos saben amar. (…) Monstruos. Sin conciencia ni vergüenza. Sentís placer haciendo mal. Y luego creen que son las víctimas, como lo pensás vos. Vos nunca fuiste mi víctima, vos me violaste, vos no me dejaste otra salida que hacer lo que hice.”


También de Lucía Etxebarria: La vida por delante. Voces desde y hacia Palestina

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